Título original: Ultramarine
Traducción: Jaime
Zulaika
Año de publicación: 1933
Valoración: Se deja leer
Es admirable hasta qué punto nos fascinan las
aventuras marítimas, no digamos en medios audiovisuales, pero también en el
mundo de los libros la literatura oceánica ocupa seguramente miles de volúmenes
de todas las épocas y bajo todos los enfoques. Debe ser la vulnerabilidad del
navío, un puntito minúsculo perdido en la inmensidad del mar, azotado a veces por
tempestades monstruosas, el aislamiento de los viajeros, las distancias que en otras épocas solo podían
medirse en meses, la aventura de
descubrimientos insólitos.
Pues he aquí que Malcolm Lowry, autor británico más famoso
por su novela Bajo el volcán, con notables problemas con el alcohol y
tendencias autodestructivas, escribe su primera obra con solo veinticuatro
años, justamente sobre su experiencia en un viaje de diez meses en un carguero.
El joven burgués Lowry, que ya apuntaba hacia la insatisfacción permanente y
las tormentas interiores, se embarca sin más motivo que vivir algo intenso, la
intención de descubrir quizá más cosas
de sí mismo que de latitudes exóticas, y probarse en un medio duro, rodeado por
gentes curtidas que de inmediato le desprecian porque ha hecho perder su
trabajo a otro aprendiz, y su padre le ha llevado a los muelles en un lujoso
automóvil.
La principal peculiaridad del libro es que realmente se
parece poco a todo lo demás que conocemos de esa literatura marinera: no
sabemos cuál es la trayectoria del viaje (apenas que recala en un par de
puertos asiáticos), ni tenemos noticia de acontecimientos relevantes (la
tormenta, situaciones de peligro o incertidumbre, movidas entre la tripulación),
ni parecen interesar demasiado reflexiones en torno a los paisajes, la soledad, el aburrimiento, el
miedo o la excitación derivados de la distancia, la perspectiva del regreso,
cuestiones que parecerían oportunas en estas circunstancias.
Lo único que ocupa la mente de Dana Hilliot (protagonista y trasunto del autor) son tres cosas:
- Su novia Janet, relación de toda la vida, en la que piensa a todas horas. La añora, recuerda su perfume, su voz, escenas vividas, paisajes compartidos. Amor romántico, total, incondicional.
- Las escalas en los puertos ofrecen sexo a mansalva, el tópico de los sórdidos burdeles para marineros. Hilliot se resiste porque piensa siempre en Janet, aunque la tentación es muy fuerte. La otra opción de desparrame es el alcohol en cantidades sobrehumanas, un problema que el propio Lowry llevaba encima como queda dicho.
- Ganarse el respeto de la tripulación era la obsesión permanente del joven. A veces se acobarda, y otras se decide a mostrarse temerario o brutal para impresionar a sus compañeros
Del resto del viaje, como decía antes, no nos llegan
apenas noticias, porque a Lowry tampoco parece interesarle demasiado. De manera
que el relato se resuelve entre largas reflexiones (recuerdos, deseos) en torno
a la amada, y un interminable registro de charlas entre marineros,
conversaciones medio interrumpidas mientras se juega una partida de algo,
maldiciones y proyectos de juergas en el próximo puerto, batallitas de otras
épocas y otras naves, todo entremezclado hasta parecer una sola voz, un sonido
de fondo emitido por individuos que forman un colectivo indistinguible.
La verdad es que este esquema de monólogos y voz coral con
muy poca acción real transmite cierta sensación de sinceridad, Lowry está
grabando lo que realmente le importa y uno se siente un poco en su propia piel,
entiende la intensidad de sus sentimientos y su zozobra, nunca mejor dicho, al
reunir lo que parecen certezas indiscutibles con una especie de ansia abstracta
por algo todavía no identificado. Otra cosa es que estas sensaciones sean
suficientes para sostener un relato, que es a fin de cuentas de lo que se
trata. Aunque la novela no es larga, no dejan de ser demasiadas páginas de obsesiones
e introspección algo monótonas que hacen que no sea fácil mantener el interés.

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