Siempre me han gustado los cuentos infantiles de Rocio Bonilla, como queda bien patente en las reseñas de sus libros que he realizado en ULAD. Su trazo suave, los colores utilizados y los mensajes que acompañan sus libros los hacen próximos y de personajes amables.
En el libro que nos ocupa, la autora vuelve a utilizar los tonos pastel característicos de su obra, pero en este caso utiliza también la técnica del collage, intercalándolo en el propio dibujo, consiguiendo de esta manera un efecto visual original y conseguido, con un diseño que emana sensaciones de pasado y en el que el uso del lápiz y la acuarela queda perfectamente patente a lo largo de las páginas.
A nivel argumental, y como es habitual en Bonilla, la historia la protagonizan niños/as a través de los cuales vemos el mundo desde su inocente mirada, aunque, en este caso, la autora añade un punto de misterio a la trama lo que diferencia este libro del resto de su obra. El relato empieza presentando los gemelos, sus gustos y aficiones, sus similitudes y diferencias, pero también aquello que les une especialmente: hacer pasteles. Así que, en una visita al mercado en la que acompañan a su madre a hacer la compra (y que nos sirve para recordar nuestra infancia haciendo lo propio con nuestra madre), la pareja de hermanos ve algo que en apariencia no es fácilmente perceptible (o al menos no a los ojos del resto del mundo) pues, de manera casual descubre que los vendedores del mercado y las personas que allí trabajan no son personas realmente, sino monstruos con apariencia humana.
Sí, parece que el argumento no es muy propio de la temática infantil pero Bonilla juega muy bien con eso porque en realidad lo que hace es añadir algún miembro animal a los "paradistas": un tentáculo que asoma por la pernera de un pantalón, unas antenas que se ven bajo los cabellos de un vendedor, etc. y los hermanos, sorprendidos, no alcanzan a entender cómo nadie más se da cuenta, cómo hay monstruos que habitan entre ellos sin que parezca importarle a nadie. Así que se ponen a investigar sobre aquellos extraños seres que, de manera casi imperceptible, se mezclan entre la sociedad, para saber cuáles son sus características e intenciones. Y hasta aquí contaré.
Por todo lo tratado, es un libro recomendable, pues manteniendo el estilo gráfico y el tono de las historias habituales de la autora, en este caso le añade un punto de misterio interesante que rubrica con un final abierto, en el que los lectores tendrán que interpretar la historia narrada y en la que, en el fondo, nos hace recordar con ternura la facilidad que tienen los niños para imaginar, soñar y vivir aventuras ya sea a través de elementos reales o inventados.
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