Titulo original: Rosemary's Baby
Año de publicación: 1967
Traducción: E. de Obregón
Valoración: muy recomendable
Antes que nada, querría explicar por qué he mantenido el título original en inglés de este libro en la reseña, a pesar de que hace mucho que fue traducido y publicado en español. No, no es porque lo haya leído en inglés o finja haberlo hecho para darme pisto... La razón se debe a que, como sin duda sabrán muchos de quienes nos leen, este best-seller de Ira Levin tuvo muy pronto una estupenda adaptación cinematográfica dirigida por Roman Polanski y llamada también, lógicamente, Rosemary's Baby... título que en España alguien decidió cambiar por otro que supone un clamoroso spoiler para quien vea la película por primera vez... No sólo eso: cuando se publicó el libro en castellano se mantuvo decisión tan nefasta, que yo no pienso reproducir aquí. Para empezar, por no contribuir a estropearle a nadie ni la lectura de la novela ni el visionado de la película, pero además porque a mí me molestó bastante, en sí momento, que me arruinaran la trama (por cierto, que muchas de las cubiertas de la novela, incluso en inglés, también "espoilean", de forma más o menos sutil... Yo he puesto, para ilustrar está novela, la que he encontrado que resulta más aséptica).
No sé si hace falta siquiera incluir una sinopsis de la historia, de tan conocida que es, pero allá va: Rosemary es una joven católica oriunda de Nebraska que, junto a su marido Guy, un prometedor actor, se instala en el edificio Bramford, en la ciudad de Nueva York, un antiguo pero aún distinguido inmueble que arrastra cierta fama como escenario de sucesos luctuosos. La joven pareja trabará una estrecha relación con algunos vecinos, sobre todo con los Castevet, un matrimonio ya casi anciano y con otros amigos de éstos, todos también de bastante edad. Esta amistad resulta más o menos llevadera para Rosemary, hasta que se queda embarazada y sus atenciones comienzan a resultarle cargantes y hasta algo asfixiantes. Incluso comienza a sospechar que existe una conjura para apropiarse de su futuro bebé, una elucubración sin duda causada por el baile hormonal en su cuerpo, debido a su "estado interesante"... o quizá no. Y ya no cuento más de la trama, palabrita del Niño Jesús...
El caso es que está historia lo mismo podía haberse desarrollado en una mansión victoriana o una casa de estilo gótico californiano junto a un motel, pero Ira Levin, por su propia comodidad -y apremio, ya que necesitaba conseguir dinero cuanto antes, según sus propias declaraciones- prefirió ambientarla en su propio entorno, el Nueva York contemporáneo (es decir, de hace ya casi 60 años) convirtiendo un edificio de apartamentos en un lugar tan amenazante como pueda serlo el castillo de Drácula y las costumbres neoyorquinas del pleno siglo XX en tan exóticas y supersticiosas como las de los lugareños de los Cárpatos... Es más, de hecho, resulta la ambientación perfecta.
Ahora bien, siendo indudable que ésta es un a novela de terror, sección psicológico e inquietante, olvidémoslo por un momento; pensemos, en cambio, que el tema principal de esta historia es otro bien distinto (aunque también terrorífico, de otra manera): lo que tenemos aquí es una mujer, Rosemary, que trata de tomar sus propias decisiones sobre algo tan íntimo como es su maternidad -y, antes, su sexualidad- y un marido y un entorno social -representado aquí por los vecinos y el médico- que no sólo la coartan, sino que dirigen su comportamiento, por las buenas o por las malas. lo que se nos cuenta, pues, es la luvha de Rosemary por su independencia de criterio, por su empoderamiento, incluso, empleando un término en boga en los últimos tiempos... No voy a decir que estemos ante una novela feminista, ni creo que esa fuera la principal intención de su autor, pero, nacida en plena Segunda Ola del feminismo, hoy en día, cuando vivimos un nuevo auge de este movimiento, se puede leer perfectamente como una metáfora del mismo (*) (resulta curioso, no obstante, y perdón por el posible SPOILER, que frente a la reivindicación actual de las brujas como antecesoras de las feministas, para la protagonista del libro la supuesta amenaza viniera precisamente de un complot brujeril que ella creía percibir a su alrededor).
En todo caso, más allá de la interpretación que le demos a esta novela o incluso del infausto hecho de que su trama se haya destripado con la desafortunada traducción del título, con lo que es imposible no deleitarse es con la destreza narrativa de Ira Levin, que dosifica a la perfección la aparición de elementos turbadores y administra el creciente suspense firme sutileza. Ne sé si es representativo de cómo se escribían en aquella época todos los best sellers (mejor no comparar con el nivel actual, por favor), pero es que tampoco sé si este libro puede considerarse un mero best-seller, aunque naciera con ese propósito, o una de novela de terror, sin más, sino, simple y llanamente, literatura, sin más etiquetas. Y de la buena, sin lugar a dudas.
(*) Habrá quien piense que me he dejado secuestrar por el "aliadismo" y que a lo peor hasta me gusta la 4ª temporada de True Detective o algo así... (pues sí, me gusta)
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