jueves, 18 de febrero de 2021

Mikel Reparaz: Las grietas de América

Idioma original: español

Año de publicación: 2020

Valoración: Muy recomendable

 

“Estados Unidos es el único país del mundo que mantiene una clasificación de su propia población basada en criterios raciales –y racistas– del siglo XVIII”

 

No cabe duda de que Trump está de moda, más incluso que cuando hacía tele-realidad. Lo ha estado desde que se presentó como candidato a presidente, su nombre y ocurrencias –algunas muy peligrosas, ninguna irrelevante– han estado en boca de gran número de personas, mayor a medida que transcurría la legislatura y lo está ahora pues, nos consta, la semilla de su doctrina ha arraigado en un campo abonado en USA desde que los europeos se toparon con los nativos y, más adelante, desde que el primer barco de esclavos procedentes de África arribó a las costas de lo que entonces solo eran estados incipientes. Ocurrencias que están y han estado entre las grandes preocupaciones de los foráneos, la alarma de los compatriotas defensores de la igualdad y la adoración incondicional de sus correligionarios. Una religión que podríamos definir con una sola palabra: racismo. De eso, del racismo endémico en el país de las oportunidades trata este valioso trabajo periodístico.

El periodista Mikel Reparaz ha conseguido realizar un trabajo tan exhaustivo como ameno. Esto es así porque su pretensión no ha sido, a mi entender, realizar un riguroso análisis histórico, ni presentarnos mediante datos estadísticos la ideología pasada y presente de Estados Unidos, su trabajo está enfocado más bien a demostrar, a partir de hechos significativos del pasado y el presente, hasta qué punto ese racismo impregna hasta le médula la conciencia de muchos ciudadanos, los motivos de esta realidad, las sucesivas fases que han desembocado en esto (léase el pronombre como “racismo desbocado y todavía más generalizado de lo imaginable”) y el estado actual de la cuestión. Y lo hace con una prosa transparente, gran claridad de ideas y una agradable mezcolanza de aspectos racionales y emotivos (esa música impregnada de ideología que va punteando los capítulos), pasado y presente, datos estadísticos y su análisis, panorámica del país o localidad y rastreo a pie de calle, bien observando, bien entrevistando a testigos presenciales representativos de ambos polos ideológicos.

Con consternación he leído estas (cerca de) cuatrocientas páginas, y es que hay que reconocer que su autor nos mete hasta el cuello en el tumultuoso ambiente de hoy y de ayer. No se puede decir nada mejor de una crónica: estamos allí, llevados de su mano, guiados por una experiencia de cinco años viviendo y viajando por los diversos estados, amén de otros viajes posteriores, dialogando con la gente de a pie, con los líderes de asociaciones pro derechos civiles, con los jerarcas o sus representantes, asistiendo a actos reivindicativos, a manifestaciones violentas, visitando domicilios, citándose con unos y con otros. Y nos hace vibrar con cada dato, imagen, testimonio, porque además de su impagable capacidad comunicativa, metáforas y descripciones logran un efecto teletransportador, el que se produce cuando literatura y periodismo van tan ligados que son indistinguibles.

Veamos algunas de las claves que, por incuestionables, se quedarán grabadas tras la lectura. Una, la respuesta, inmediata, contundente y feroz –ayer, hoy y siempre– del supremacismo blanco ante cualquier reivindicación con expectativas de prosperar. Dos, la gran oportunidad perdida con el gobierno de Obama, que no estuvo a la altura de lo esperado y en realidad supuso un paso atrás pues cronificó el problema racial al provocar, una vez más, esa respuesta airada y victimista por parte, tanto del estamento privilegiado como de los marginados de raza blanca. Algo así como “yo te piso a ti para que tú eches la culpa a los negros” (o a los inmigrantes, en su caso), y que, en mayor o menor proporción, experimentamos en todos los países, en gran parte debido al influjo del gigante americano. Es más, el primer hecho está tan relacionado con el segundo que, según sostiene el autor y hasta demuestra, consecuencia directa del mandato de Obama es, ni más ni menos el ascenso de Trump al poder. Y no lo dice solo él, le avalan los desesperanzados testimonios de activistas que han visto varias etapas de progreso pisoteadas por la enorme fuerza reaccionaria del blanco cabreado, y hasta el propio Partido Republicano, consciente desde el principio de que es preciso generar muchos elementos de este tipo para triunfar sobre los demócratas.

Sin embargo, y a pesar de lo que da por hecho un sector de ciudadanos blancos con economías precarias, es muy posible que la eliminación del conflicto racial alumbrase una sociedad más igualitaria y, en consecuencia, una mejora sustancial de las condiciones de vida de algunos. Según Reparaz este conflicto “sigue siendo la constante, la gran rémora que sigue lastrando el progreso social en Estados Unidos”. Sin olvidar que a la desigualdad económica se suman machismo y homofobia, no solo en Estados Unidos sino en Brasil y otros lugares del continente americano, hasta constituir una alarmante mayoría administrada por gobiernos ultras. (“Millones de individuos confían ciegamente en las garantías de supervivencia que les ofrece el líder, el gran seductor de masas que normalmente apela a los instintos más básicos: al egoísmo, al miedo, al amor.  O al odio, que no es más que un amor pasado de revoluciones”).

Un país, de alguna forma, marcado por el miedo. Miedo de los blancos a los negros y viceversa, de las organizaciones democráticas a los grupos racistas, del establishment al comunismo en plena Guerra Fría, de los ricos al triunfo de un estado de cosas más igualitario, del poder y quienes creen sus argumentos a los inmigrantes etc. No obstante, la impunidad continúa estando del mismo lado y beneficia ¡cómo no! a los de siempre. Todo sería más fácil si pudiésemos mirar la realidad cara a cara, pero la realidad es demasiado compleja y requiere de unos mediadores que llamamos periodistas. Entre ellos están los que aceptan cómodamente la versión oficial y los que emprenden una senda más escarpada. En cualquier caso, los medios representan un papel clave en el desarrollo de los acontecimientos y su responsabilidad es un hecho, incluso si nunca tienen que rendir cuentas por su demagogia sino, más bien, to.do lo contrario. Porque es la desinformación, junto a las omnipresentes armas de fuego, lo que en último término desencadena todas las tragedias.

5 comentarios:

1984 dijo...

Hay que vivir una temporada en los EEUU para entender la importancia que en este país dan a la raza. En España esto sería incomprensible. Cada norteamericano es consciente de que pertenece a una comunidad étnica en donde la raza tiene mucho que ver con su autoidentificación individual: soy negro, blanco etc. La administración de los EEUU no discrimina a nadie por motivos de raza (desde el fin de la discriminación legal en el sur), pero tiene en cuenta la raza de cada ciudadano. Pero esta clasificación racial no escandaliza a nadie en los EEUU.

En este sentido, todos los americanos son "racistas" en alguna medida por la importancia decisiva que conceden a la raza. Incluso con la llamada discriminación positiva. Y, claro, los conflictos sociales y políticos en los EEUU se "racializan", convirtiéndose en conflictos raciales, aunque en su origen nada tengan que ver con algo tan discutible como la "raza", porque, evidentemente, todas las personas somos verdaderas mezclas raciales. Los ciudadanos afroamericanos ni siquiera son negros 100%, sino más bien mulatos; pero su "africanidad" es un mito de origen que funciona muy bien como símbolo de orgullo grupal. Además, da la impresión de que a medida que disminuye la importancia de la religión como elemento vertebrador en los EEUU, crece paralelamente la importancia que se le da a la etnia, raza incluida. Esto se ve en todo.

Una agresión contra alguien en concreto se convierte automáticamente en un ataque contra la "raza" a la que pertenece ese individuo; se desencadena un conflicto de una gravedad tremenda, en el que participan miles de personas, con cientos de heridos y algún muerto. En el país del individualismo, cada vez se otorga más importancia a la etnia comunitaria, la raza y la identidad grupal. El racismo clásico pervive en los EEUU, pero con muchas modificaciones. En los EEUU se da gran importancia al éxito individual. Sin embargo, es habitual medir el éxito individual en relación con la etnia de pertenencia. Así por ejemplo, el afroamericano, por pertenecer a un grupo económicamente perdedor, y aunque particularmente sea una persona competente, verá sus posibilidades laborales y de promoción social disminuidas. Su piel le condena. En cambio, se presupone que un oriental, colectivo de éxito en los EEUU, será sin duda un tipo trabajador y eficaz y con ese rasero se le juzgará. Una de las primeras cosas que entendí cuando llegué a los EEUU fue que el presunto paraíso del individualismo era también, quizá más, el paraíso del comunitarismo, el racismo como obsesión por la raza y la tensiones interétnicas que a veces explotan con furia volcánica.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Interesantísima reseña sobre un libro cuya temática nunca pierde actualidad. He ido muchas veces a los Estado Unidos, por trabajo o turismo, pero nunca he vivido allí, por lo que seguramente mi visión es sumamente parcial. De hecho he estado en ambas costas y visitado sus grandes urbes, pero como dicen los propios norteamericanos, no conozco el país verdadero, el del centro. El gran productor agropecuario, el petrolero y el de bienes industriales, ese que fundamentalmente llevó a Trump a la presidencia y que recientemente le otorgó 70 millones de votos.
Casualmente el lunes vi la secuela de Borat, ese personaje interpretado por el actor Sacha Baron Cohen que muestra impiadosamente, y con un humor escatológico que no es del gusto de todos, las "cualidades" que distinguen a ese ciudadano profundamente racista y violento.
Pero, Montuenga, tu reseña me llevó a pensar sobre lo ocurrido aquí, en el extremo sur del continente americano. Curiosamente, o no tanto, en Argentina es prácticamente inexistente la presencia de afroamericanos. A diferencia de la mayoría del resto de los países de América del Sur (notoriamente Brasil, pero también Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela e incluso Uruguay, que también componía a las Provincias Unidas del Río de la Plata), donde esta presencia es absolutamente evidenciable. Qué pasó con los afroamericanos en Argentina? En 1813 se abolió la esclavitud. Quizás decidieron irse entonces voluntariamente? Lo dudo.
A falta de afroamericanos, el racismo se materializa en la discriminación al inmigrante de algunos países limítrofes (Bolivia y Paraguay, especialmente) y a todo aquel que exhiba un tono de piel algo oscuro. Sin ser un experto, intuyo que el racismo es inherente al ser humano. Un rápido repaso por la historia así lo atestigua.
Voy a tener que releer a Hannah Arendt.
Un cordial saludo,

El Puma

Anónimo dijo...

Buena, reseña y muy interesante tu exposición. Pero te quedaste a mitad de camino dejando a un grupito de personas tambíén poderosas "los periodistas" que le informan a EEUU y al mundo lo que ellos creen mas oportuno opacando el pensamiento critico, y tergiversando constantamente los hechos de la realidad a favor de tal o cual partido político. El tema es que la gente ya les sacó la careta y la igualdad y el convivir con el otro será moneda corriente, recien cuando no quieran imponer ningún pensamiento único ni de un bando ni del otro. El poder lo manejan los medios de desinformación y los discursos de intolerancia extremistas. Tampoco es cierto que "todos" los americanos son racistas eso es FALSO. Que hay un grupo de racistas seguro, pero pretender que un libro afirme que toda la sociedad americana es racista, homofobica o machista en el siglo XXI es un poco atrasar en los verdaderos debates que el planeta reuiere solucionar.
¿Quienes son los que verdaderamente marcan la agenda de los temas que hay que poner sobre la mesa?

1984 dijo...

Por desgracia, en los EEUU existe un gran miedo hacia la población de color. Cuidado, que esos pueden ser delincuentes. Esto lo viví varias veces. Esta mezcla de miedo y desprecio provoca en los afroamericanos un gran resentimiento: todos los blancos nos desprecian etc. Es muy triste.

Montuenga dijo...

Te cuento, Puma, y a ver si no me olvido de nada, pues tus comentarios son tan complejos que se me acumulan las ideas. Lo primero, aclarar que el título del libro puede confundir y no sé si ha sido tu caso. Me explico: cuando Reparaz dice América se refiere exclusivamente a Estados Unidos, no a todo el continente americano. mientras lo estaba escribiendo Trump estaba en el poder y las elecciones en marcha, se adivina pues el temor de que volviese a salir elegido. Aquí se analiza el fenómeno Trump, cómo se formó personalmente, sus orígenes, maestros etc. que dio lugar a un éxito electoralista y un gobierno basados en el racismo, pero todo a grandes rasgos, y por otra parte, con mucho más detalle, la evolución convivencial de un país basado desde sus orígenes en las diferencias raciales que es también el origen de Trump desde un punto de vista social
Aclaro esto porque puede resultar raro que el título nombre a América y yo solo hable de USA, pero es que Reparaz los utiliza como sinónimos. En cambio mi reseña alude a Estados Unidos cada vez que menciono el país porque lo contrario me parece confuso y hasta injusto.
Dicho esto, amigo Puma, te diré que no conozco tanto la historia de Argentina como para abordar la cuestión que planteas, seguro que tú la has estudiado más a fondo y tendrás mucho más que aportar.
En cuanto al racismo, hay matices especiales en Estados Unidos, por eso entresaqué la frase que aparece en la cabecera de mi texto. Personalmente, creo que Inglaterra también tiene mucho de esto, pero los estadounidenses, sus herederos, quizá lo han llevado al límite. Quiero decir que cuando Reparaz habla de racismo se refiere a su sentido literal, es decir, discriminación por raza, el color de la piel como elemento clasificatorio sin que intervengan otros factores que, por ejemplo en mi entorno pesarían quizá más que el color: procedencia social, status económico, cultura. Por eso, como dice el autor, sobre el mismo suelo coexisten dos países que no se conocen ni se interrelacionan, el de arriba ni siquiera considera al otro un ser humano, de ahí la multiplicación de abusos y la facilidad con que se toleran.
Lo malo del racismo puro es que no tiene arreglo, ni para uno mismo ni para sus descendientes. Cuando va unido a otros motivos, algunos pueden prosperar, destacar de alguna manera, pero el color es el color. Incluso si los descendientes realizan matrimonios interraciales no sirve de mucho, pues a la menor sospecha se acude al árbol genealógico. Esto me parece terrible.
Sobre Borat, no conozco su secuela pero vi la peli de 2006 mucho después, en vídeo, y tengo una reseña por ahí criticando su ideología racista, negando que se trate de una crítica al racismo y opinando sobre su calidad (nefasta).
Sobre tu propósito de leer a Arendt, te recuerdo que hay una reseña mía de ella en el blog. Pero el racismo nazi tenía también un importante componente económico, no hay más que ver la pinta que tenía el tal Adolf. En cambio, no podríamos imaginar a un Trump del color del cacao puro, lo que él encarna es la apoteosis de la raza blanca, por eso seduce a tanta gente.
Bueno, todo esto me ha sugerido tu intervención, y ahora, Puma, me permito recomendarte este libro, creo que te gustará, aunque leas a Arendt que hay tiempo para todo, y ahora más que nunca.
Saludos a ti y a la tierra.