miércoles, 26 de agosto de 2020

Vladimir Nabokov: Pálido fuego

Idioma original: inglés
Título original: Pale fire
Año de publicación: 1962
Traducción: Aurora Bernárdez
Valoración: inclasificable

Me curo en salud: inclasificable es una valoración más bien provisional. Como sé que esta reseña tardará unas dos semanas en publicarse es posible que, conforme la digestión del libro progrese, sienta la necesidad de matizarla, si bien espero que los queridos lectores entiendan que inclasificable es más una valoración fría que negativa.
Claro que hablamos de un clásico. De una obra cumbre  de esos escritores reverenciados (obra y escritor)  de forma tan unánime y apasionada por tantas firmas influyentes que una opinión que contradiga esa unanimidad puede parecer desde una infantil llamada de atención hasta una boutade pretenciosa, pasando, desde luego y me temo que sea lo más posible, por la consecuencia de una posible lectura no tan meticulosa como la ocasión merecía. Llegado este punto uno se pregunta, por la doble condición de lector y aconsejador si sería equitativo que se concediera la oportunidad de la doble lectura a unos libros sí y a otros no, cosa que me retrotraería a ciertas experiencias del pasado con autores tan dispares como Pynchon o Bataille. Opino, ya que estamos, que no. Y aún conservo frescas ciertas declaraciones de Faulkner cuando se le preguntaba por la complejidad de sus novelas incluso después de que sus lectores las leyeran dos o tres veces: "pues que las lean cuatro". Pero, cosas de la vida moderna, difícil ya es sacar tiempo para una lectura para obligarnos a más de una, y aunque pueda compartir este planteamiento, desde la óptica del lector y de la obtención del disfrute, prefiero conservar la frescura de una primera lectura y efectuar un pronunciamiento, aunque haya quien lo tildará de prematuro.
O sea; esperaba más de Pálido fuego. Esperaba, culpad a la red o a Goodreads o a la endogamia de ciertos círculos, pero esperaba que la lectura me proyectara hacia otro plano y ha sido que no.
El planteamiento es original, no en vano la novela fue jaleada como un hito post-moderno, sea lo que sea eso, y no se trata de esperar desarrollos narrativos clásicos ni tramas al uso.
Pálido fuego toma su nombre del poema de John Shade, 999 versos que a su vez lo toma de una estrofa de Shakespeare. El poema ocupa unas 60 páginas y se nos muestra tras un prefacio de otras 25 páginas donde Kinbote, amigo del autor y a su vez autor de los comentarios, explica la naturaleza de la obra y las circunstancias en que el original ha llegado a sus manos y lo está comentando. Shade ha sido asesinado nada más terminar su escritura y Kinbote va a publicarlo incluyendo los comentarios sobre su desarrollo y partes, siempre desde su perspectiva que, a menudo que avanzamos en dichos comentarios, que constan de más de 200 páginas y son el centro de la novela (solo nos quedará una veintena de páginas a medio camino entre el glosario y una especie de índice de referencias muy sui-generis) se transforman en una especie de novela dentro de los comentarios, y aquí Kinbote parece manifestarse como un alter ego, esto sí, de Nabokov, evocando Zembla, un país imaginario, al norte de Europa, con un habla propia, con un rey que ha tenido que huir a través de los túneles bajo un palacio, andanzas estas que representan a la vez atractivo e impedimento de la novela, pues representan obviamente una subtrama, pero también muestran el carácter egocéntrico y narcisista de Kinbote, cuyos comentarios a las estrofas del verso siempre se formulan en clave personal. Nabokov convierte un poema (imagino que terriblemente difícil de traducir) en una especie de biografía épica contemporánea, Kinbote la hace pasar por su prisma y, como un mal crítico o incluso editor superpone su ego al del autor. Lo que debería ser una elegía acaba convirtiéndose en un panegírico de sí mismo, lo que debería ser una autobiografía ve desplazado su centro.
Que Nabokov dominaba el inglés, que no era su lengua materna, queda demostrado ya no solo a la hora de afrontar los dos estilos, poesía y prosa. Que el vocabulario es rico y barroco y debe haber llevado loco a la traductora, una obviedad. Que la estructura de la novela, con un tercer protagonista en segundo plano, Gradus, es, incluso hoy, novedosa y solamente escritores ambiciosos podrían atreverse con algo tan osado. Pero esa genialidad proclamada a gritos a mí se me ha escapado, se me ha evaporado de las manos en un ritmo lector y de atención habitual con lo que suelo leer. Quizás hubiera debido hacer anotaciones o comprado una libretita. Seguro que la impresión final me asistiría a capturar detalles en sucesivas lecturas, igual que los comentarios me han hecho acudir a estrofas del poema que se me escaparon, por supuesto.
Pero con honestidad, no sé si esto es lo que espero de la lectura por placer. Seguro que alguien que lea este opinión tendrá algo diferente que decir.

14 comentarios:

enrrique dijo...

saludos.....Leí "Pale Fire" hace casi medio siglo, y como no me gusta lo "post-moderno" no me gustó, pero siempre he tenido la idea de regresar a leer el poema otra vez pasando de lo resto que me pareció superfluo para no decir fatuo....abriendo las bibliotecas otra vez después de la pandemia a ver si ahora sí....gracias por la reseña

Sandra Suárez dijo...

Si un escritor no escribe claro (y pensando siempre en el lector), entonces no merece ser leído. No creo que un relato deba ser un jeroglífico. De ninguna manera. Otra cosa es cuando el texto pretende sugerir sensaciones, como en el surrealismo, que hay que leer dejando a un lado el pensamiento y abandonándose a las imágenes textuales. Pero, como dijimos con Lobo Antunes, un relato debe ser en primer lugar entendible, y sólo añadidamente bello, entretenido e interesante. Si no es así, no creo que se merezca dedicarle ni nuestro tiempo ni nuestro interés.

Rafael Baldaya dijo...

Se dice que "Las ciegas hormigas" de Ramiro Pinilla es un "remake" (poco menos que un plagio argumental) de "Mientras agonizo" de Faulkner. Yo creo que es cierto, y el propio Pinilla vino a admitirlo, aunque más bien lo llamaría adaptación o versión. Pero también me parece que "Las ciegas hormigas" supera en mucho a la obra supuestamente replicada. Esto no es tan raro en otras áreas artísticas, como el cine.

Rafael Baldaya dijo...

(Lo digo por eso de que "ciertas declaraciones de Faulkner cuando se le preguntaba por la complejidad de sus novelas incluso después de que sus lectores las leyeran dos o tres veces: "pues que las lean cuatro".)

Javier dijo...

Nabokov está fuera de dimensión cuando se trata de dominio del lenguaje y del juego metaliterario . Esta novela lo demuestra . Otra cosa es que su lectura sea fácil o recomendable para todos . Por ejemplo (salvando las distancias) si me pongo a criticar la música de Bach desde la perspectiva del pop seguro que no lo veo claro . Pero eso , en mi opinión, no convierte el arte en en inclasificable .

1984 dijo...

Leí Pálido fuego hace ya bastantes años. Prácticamente, no recordaba nada de esta novela, excepto el título, para mí muy logrado. Agradezco mucho esta reseña porque me ha permitido volver al libro de Nabokov. Si hemos de juzgarlo por su virtuosismo técnico, un diez. Resulta muy original que la novela sea esencialmente la exégesis de un poema, que se va ramificando en varias subtramas y en donde se aborda el eterno asunto de la creación: ¿es más creador el autor original, o quien desentraña los significados de una obra que no es propia pero en la que descubre significados quizá ignorados por la mano, y la mente, de aquel que la pergeñó? ¿Critica o creación? ¿No es la crítica también una forma de creación? ¿Los creadores no son también invención de sus lectores o críticos? Y estos interrogantes llevarían a la discusión acerca de la autonomía de las obras literarias y su variable significado una vez deslindadas de las intenciones originales de sus creadores, su época etc etc. La de Nabokov es una novela intelectual y una fina e irónica evaluación, ambigua, de la importancia y significación de la crítica y la creación. Muy bien. El problema, sin embargo, es que la novela, muy interesante en sus intenciones, resulta árida y aburrida. Leerla es una pesadez. Aquí la valoración no es de diez, sino de cuatro o cinco. Para mí es una novela lastrada quizá por un exceso de ambición. Demasiado pretenciosa. Y estoy muy de acuerdo con lo que escribe Sandra Suárez acerca de que un relato no puede ser un jeroglífico. Porque un jeroglífico no comunica nada aun resuelto. Es simple diversión. Pero Pálido fuego es un jeroglífico que nunca se podrá resolver porque las interpretaciones de un verso, no ya de un poema, pueden ser infinitas y dependientes de mil circunstancias, que ya nada tienen que ver con las de su autor. Así que en Pálido fuego hay que destacar su maravillosa inspiración, en el sentido de que ningún esfuerzo intelectual ajeno, ni siquiera del mejor de los críticos, puede agotar el legado de los verdaderos creadores, que es infinito mientras existan lectores. Como contrapartida, se debe lamentar su desarrollo confuso, que acaba por agotar al lector mejor dispuesto. Creo que lo mejor de Nabokov son novelas más breves, más depuradas y tradicionales, y sobre todo más legibles, que este ambicioso y algo fracasado Pálido fuego.

Un cordial saludo a todos.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Francesc:
Leí esta tarde Pálido fuego para poder entrar a comentar pero, la verdad es que lo leí muy mal, saltándome muchos párrafos. Estaba muy interesada porque hace diez días leí, del mismo autor, Habla, memoria. Sin que me interese demasiado Nabokov sí que sentí curiosidad por ver si el segundo me completaba la impresión que me hizo el primero. En realidad no tienen nada que ver uno con otro. Pálido fuego me parece un poco experimental, más difícil de interpretar, como si jugara a seguir a Joyce (él lo menciona) y con una trama poco atractiva a mi juicio, para el lector. Habla, memoria es un libro de memorias muy bien escrito, con mucha hojarasca de palabras estéticas pero muy bien utilizadas. Y no hay nada difícil de comprender, al revés queda descrito muy claramente. Y es un personaje que no me gusta: narcisista, cazador de mariposas, obeso blando, atormentado por sus pesadillas, a los 68 años contando con pelos y señales los sirvientes que tenía, los chóferes de librea, la nobleza de sus apellidos y lo elegantes que eran todos sus familiares y sus palacios y sus fincas. Su afición en sus obras a las nínfulas que él llamaba, niñas prepúberes corrompidas. Muchos complejos, me parece.
Y he comprobado, en éste como en el otro, que está obsesionado con Freud. Y a mí me molesta la gente que habla mal de Freud.
Cierto que estoy enjuiciando más al autor que a su escritura. Pero tampoco me gusta su escritura, demasiado follaje, demasiada composición. Me encanta el lenguaje claro que expone ideas claras.
Hace una temporada que comentais libros de mucha entidad. Lo celebro.
Saludos

Montuenga dijo...

Hola lectores. Para ti, Beatriz Rodríguez y para todo el que esté interesado por la faceta humana del escritor, en el blog hay una reseña de "Un revolver para salir de noche". Es una biografía novelada del matrimonio Nabokov escrita por Monika Zgustova.

Anónimo dijo...

Creo que siempre existirá el choque frontal de las dos maneras de expresar el arte (simplificando exageradamente que solo hay dos formas de arte jeje) y, por lo tanto, de la asimilación de éste. Lo denso contra el entretenimiento, y que este sea muy allegro, todo sea dicho.
Creo que debe de existir Pálido fuego, al igual que Ulises de Joyce, El ruido y la furia de Faulkner, El proceso de Kafka o Paraíso de Lezama Lima. Y lo más importante de todo, saborear esas obras. Pero cómo se puede saborear el ruido y la furia, por ejemplo. Es algo que me recuerda al cine. ¿Por qué la gente es capaz de comerse 8 episodios de cualquier serie de televisión en una noche y luego pone mil excusas o críticas negativas por ver una película de 4 horas de un país no habitual en las carteleras de cine y de director muy personal, cuyo ritmo es acusado de ser lento? Acribillan esa película por ser casi estática.
Quizá todo radica en que no nos han enseñado a poder comer semejante plato, o hemos olvidado dicho aprendizaje, a no tener paciencia ni formación para saborear este tipo de libros o películas o pintura o música, etc etc. Sumando que encima la simplificación ha llegado a tales extremos (internet ha ayudado a no tener paciencia, parece que solo leamos los titulares de los periódicos o los videos, si duran 2 minutos, nos lo saltamos), que concentrarse en un punto largo y denso es un imposible. La típica frase de "cuando llego a casa estoy cansad@ y solo quiero ver algo que no me haga pensar" se está convirtiendo casi en una ideología jeje.
Sé que he escrito un mini mini mini popurrí de ideas pero tengo algo muy claro: estoy cansado y preocupado de de ver y sentir que lo simplificado con un supuesto ritmo alto está ganando a las obras donde hay que pensar y concentrarse; que las obras solo se miran desde un punto de vista de entretenimiento y no como un medio para aprender y ampliar paladar; que valorar y saborear, por ejemplo, el cine mudo parece ya un pensamiento utópico al igual que valorar y saborear todo aquello que tenga un poco más de profundidad, y ya no digamos si es de corte experimental; que El ruido y la furia sea un Everest y Bucay o Marwan sean Dioses...¿En qué nos estamos convirtiendo?

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola:
Gracias, Montuenga, por tu información.No estoy interesada en Nabokov pero no se debe ser tan radical porque ayer no lo estaba y sin embargo me leí con curiosidad Pálido fuego. Ya ves.
Saludos

Francesc Bon dijo...

Pues gracias por los comentarios, y ya aprecio en nombre de todos el que se aluda a cierto nivel de lecturas recientes... pero es pura casualidad, o más bien la entropía propia de estos lares, gobernados por el azar y las dispares elecciones de los miembros... en cualquier caso sí me atrae el conato de debate (pacífico y racional) sobre la oportunidad o no de lo inasequible. Continúo, por eso, y ya son varios libros en que me encuentro en tal tesitura, sopesando la posibilidad, aunque sea lejana y condicionada por nuestro compromiso de publicación, de relectura como cotejo, como confirmación, como lo que sea. De todas maneras agradecería, sean o no de Nabokov, que los comentarios aludieran a experiencias parecidas con obras del tipo que sea, como una especie de catarsis (sé que el término es algo aguerrido) que se produce en la conciencia lectora cuando alguien se enfrenta a algo fuera de su zona de confort. Considero que ahí también radica, en ese dar de bruces contra las piedras, la formación de cierto espíritu de superación.
Y ahora discúlpenme por el párrafo pedante, pero estoy revisitando (por tercera vez) la segunda temporada de Los Soprano. ¿A alguien le apetece un platito de pasta?

Lupita dijo...

Hola a todos, amigos de ULAD:

He leído la reseña y los comentarios con interés y curiosidad; tengo unas grandes lagunas en literatura norteamericana y este libro no lo he leído. De entrada, me resulta curioso y me apetece leerlo, simplemente por curiosidad y porque me encanta la poesía.

El último anónimo ha expresado con su "popurrí" (aunque creo que es muy claro lo que expone) justo una de las inquietudes principales que surgen en el ámbito de la educación: la escasa concentración, que dificulta la lectura comprensiva y el entendimiento. Esto no es sino una consecuencia de nuestra sociedad, una sociedad del rendimiento, donde todo esfuerzo ha de tener una contrapartida medible y ha de encaminarse a la productividad y/o eficiencia. Así, si yo dedico 1 hora a leer un libro, no me "cunde" si sólo avanzo 20 páginas, por su dificultad, o si me imbuye unas dudas morales, por ejemplo, que me hacen pensar demasiado.Es mucho más productivo leer una novela ágil, con la que en esa hora pueda ponerme en la mitad del tomo y compartir en mis redes que es el segundo libro que leo en una semana. A esto se le añade que estamos obsesionados por la gestión del tiempo, y ese mismo tiempo se nos escapa en miles de posibilidades de ocio, de modo que si elegimos una, automáticamente descartamos las otra, o vivimos en la multitarea. Hablando con algún profesor de secundaria, comentano lo frecuente que es el bajo rendimiento por querer llegar a todo: al crossfit, a dibujo, a la quedada de mountain bike, etc..y lo que cuesta que esos mismos chicos/as dediquen un rato a leer un libro, libro que a lo mejor no está muy bien escogido, la verdad.
El entretenimiento chorra ha existido siempre, y las ganas de divertirse, pero ha de existir un momento para todo, y el esfuerzo y la paciencia, aunque no estén de moda, son valores muy beneficiosos para la propia persona, aunque sólo sea para mantener la salud mental. Estos se entrenan desde la infancia, con pequeños detalles, haciendo a los niños que esperen, que sepan que hay que aburrirse a veces. En cuanto a la lectura, desde el fomento de la misma, buscamos el equilibrio entre leer por placer y que la lectura vaya subiendo de nivel, exigiendo un vocabulario más rico o tramas más complejas. Y desde luego, que los niños y los jóvenes lean en libros de papel (no exclusivamente, pero también) por muchas razones, que resumiría en dos: para que les cueste conseguir el libro (ir a la biblio, esperar a que llegue a la librería) y, sobre todo, para que sólo puedan estar haciendo eso. Para conseguirlo, tienen que aburrirse y tener momentos en el día en que no haya dispositivos electrónicos y no sepan qué hacer.

Por último, en cuanto a lo que comenta Francesc, los libros que me han supuesto mayor reto han sido aquellos que me han enfrentado a las propias debilidades del ser humano, a las miserias de la sociedad actual y que han sido un revulsivo interior. Sin duda, en los últimos tiempos, los libros de Michel Houllebecq han sido los que más me han removido, encabezados por "Las partículas elementales". También estaría "En la orilla", de Rafael Chirbes, que no pude terminar siquiera, se me hizo durísimo.

Y otros, han sido un gran reto, pero un placer enorme, como los libros medievales clásicos, el ciclo arturiano, la poesía tradicional, la lírica trovadoresca, que he leído por obligación y me han gustado mucho.

Sin embargo, llevo años para leer "Rayuela", que no me entra..

Saludos


beatrizrodriguezsoto dijo...

Francesc:
No creo que remires la página pero por si la ves te dejo dos impresiones.
Quieres decir releer lo que hayamos abandonado o nos haya resultado difícil? A mi me parece muy bien, me encanta releer. A veces me sorprendo en una segunda lectura de todo lo que no me había enterado en la primera.Y eso en una lectura sin dificultad, ya no te digo en una difícil.Historia de los griegos, de Indro Montanelli, la termino y la vuelvo a empezar y me sigue divirtiendo como siempre y siempre hay algo que se me había pasado inadvertido o que ya había olvidado. Pero esta es fácil y divertida.
A mí me atraen los libros difíciles. Soy muy orgullosa y me los tomo como un reto entre el autor y yo. Pedro Páramo fue mi record. En la primera lectura sólo entendí que todos los personajes estaban muertos. En la segunda ya aprecié muchas cosas y mucha belleza. En la tercera ya tenía todo claro menos quién era Dorotea, la muertita un poco sorda que cotilleaba con Juán Preciado en su sepultura.
Faulkner también me dió trabajo. Y me encantan todas sus obras. La preciosa novela Luz de agosto la recomendé en uno de mis clubs de lectura y nadie la leyó, dijeron que era muy "densa". Pero a mí me encanta leer con esa tensión y concentración que piensas que te va a salir humo del cerebro. A veces puedo estar cinco horas ininterrumpidas en ese estado ( tengo mucho tiempo libre ).
Una vez un relato de Borges estuvo a punto de vencerme: solo se trataba de saber cómo un documento había pasado de un personaje a otro, seis renglones. Yo decía "pero no puede ser, pero no me puedo rendir".
Otra cosa son los libros que no me gustan. Habla Lupita de Rayuela. Yo lo leí pero no me gustó.
En fín, a ver qué se te ocurre.
Saludos cordiales

Francesc Bon dijo...

Pues queridas y asiduas Lupita y Beatriz, he de comentar que, por ejemplo, este verano he experimentado tres abandonos casi consecutivos a la altura de la página 20 o así en tres novelas que, a priori, podrían representar alguna especie de aportación de prestigio en historial lector. Omitiré ni tan siquiera los autores pues dispondrán de segundas oportunidades (los tres libros los tengo, no son experimentos tomados de la biblioteca), pero ese planteamiento fruto de la dificultad suele representar un estímulo, quizás eran libros que piden invierno y sofá más que sol y tumbona, en cualquier caso si uno se quiere vestir de lector todoterreno estas cuestiones no se dirimen: se mira al libro a los ojos y se va a por él.