Título original: The romance of a shop
Año de publicación: 1888
Traducción: Gonzalo Gómez Montoro
Valoración: Entre recomendable y está bien
El padre de las hermanas Lorimer muere. Las cuatro muchachas deciden permanecer juntas, en vez de dispersarse por las casas de hospitalarios amigos y familiares, pero para ello necesitan dinero. Con sus escasos medios abren una tienda de fotografía, siguiendo de este modo el que fuera el oficio de su progenitor. Gran parte del Londres victoriano observará con desdén semejante iniciativa.
La verdad es que me ha encantado Historia de una tienda, novela costumbrista de apenas doscientas páginas escrita por Amy Levy (1861-1889). Retrata un fenómeno del que apenas sabía nada, el de las "New Woman", mujeres modernas e independientes que se expandían más allá del universo doméstico y accedían a las universidades, los clubs y los negocios.
Listemos ahora sus virtudes:
También debo señalar que esta novela no está libre de defectos:
La verdad es que me ha encantado Historia de una tienda, novela costumbrista de apenas doscientas páginas escrita por Amy Levy (1861-1889). Retrata un fenómeno del que apenas sabía nada, el de las "New Woman", mujeres modernas e independientes que se expandían más allá del universo doméstico y accedían a las universidades, los clubs y los negocios.
Listemos ahora sus virtudes:
- La caracterización de las protagonistas y su círculo inmediato. En serio, cada uno de estos personajes tiene idiosincrasias particulares, así como interacciones únicas con el resto.
- Tanto su ambientación como su trasfondo histórico nos trasladan a la época en la que transcurren los hechos.
- La atención al detalle que demuestran ciertos pasajes.
- Los toques cultos que Levy imprime a la narración. A fin de cuentas, la autora emplea palabras y expresiones francesas, alemanas o latinas, cita novelas, obras de teatro, poemas y la Biblia, o reflexiona sobre cuestiones de calado universal. Todo muy intelectual, como podéis ver, aunque sin caer nunca en la pretenciosidad gratuita.
- Entrelaza astutamente su subtexto militante y emancipador con el desarrollo del relato sin que éste se vea entorpecido por un planfletismo demasiado transparente en el proceso.
- El capítulo XIX es genial. Sólo de recordarlo me entran escalofríos.
También debo señalar que esta novela no está libre de defectos:
- Cuesta familiarizarse con los nombres de sus personajes.
- Su inicio es algo lento.
- Su segunda mitad traiciona, para mi gusto, el tono agridulce y el mensaje que la primera prometía. Aún así, hay que admitir que Levy arroja un par de eventos dramáticos para que, al menos, el tono no se diluya excesivamente. Desafortunadamente, el mensaje no logra reconducirlo satisfactoriamente.
- Estilísticamente se podría pulir un poco aquí y allá.
De cualquier manera, concluimos que Historia de una tienda es una delicia. Funciona como artefacto literario al uso, a la vez que educa a los lectores contemporáneos acerca de las "New Woman" y les permite trasladarse al Londres de la segunda mitad del siglo XIX.
Quiero terminar la reseña elogiando la labor de Chamán, editorial que nos ha granjeado la primera obra de Levy publicada en España. Se agradece que haya rescatado este clásico menor del olvido y haya invertido tanto en él. La maravillosa ilustración de la cubierta es de María José López Cerro, y la traducción y notas se las debemos al riguroso Gonzalo Gómez Montoro.
8 comentarios:
Muchas gracias Oriol por descubrirnos otro libro digno de leer. En la Inglaterra victoriana, un país ya urbano e industrial, las mujeres empezaron a conquistar lentamente su autonomía personal y su libertad. El trabajo fuera de casa fue el medio para liberarse de lo que Mill llamaba con razón la esclavitud femenina. Una novela así tiene un interés histórico y social, testimonial, que va más allá de sus valores literarios, aunque estos sean, como bien apuntas, nada desdeñables. De esta misma época, década de los 80 del siglo XIX, existe otra buena novela algo más conocida sobre la difícil vida de las mujeres emancipadas: "Mujeres sin pareja", de George Gissing. Recuerdo que un personaje femenino de esta novela decía algo así como "tengo mi trabajo, mi cuarto propio y mi vida personal; ya nadie puede llevarme la contraria, torciendo mi conciencia y mi voluntad." Virginia Woolf adoraba esta novela.
La valoración de nota parece por debajo de lo que comentas en la reseña, y el tema hace apetecible el libro, apuntado queda
Si al final os animáis a leer "Historia de una tienda", estaré encantado de compartir impresiones. Aprovecho para aclarar que, aunque la novela me ha gustado mucho, es su inconsistencia de tono y mensaje lo que me ha decidido a darle esta valoración. Que queréis que os diga, soy un fatalista, y cuando me presentan una ficción agridulce, me gusta que dicho tono se mantenga o empeore. Sin embargo, en la obra de Levy hay, hasta cierto punto, una catarsis. Por no hablar de que su mensaje proto-feminista acaba siendo un poco tramposo, visto en retrospectiva.
¡SPOILER! Se nos presenta una situación difícil para las hermanas Lorimer. No tienen un duro, muchos de sus amigos y conocidos las ignoran, su tienda recibe un apoyo más bien limitado. Pese a todo, prosperan gracias a su laboriosidad y constancia. Hasta aquí, bien. Pero, ¿de veras era necesario que se casaran Gertrude, Fanny y Lucy? No tienen dote, las dos primeras son algo mayores. Menos mal que el trágico destino de Phyllis mitiga un poco este clímax, tan positivo para mi gusto, y relativamente contradictorio con todo ese asunto de las "New Woman". ¡FIN DEL SPOILER!
Los desenlaces más o menos felices, sobre todo si son forzados, pueden dejar en el lector un mal sabor de boca. Cierto. Pero el happy end es una exigencia del público lector tanto hoy como ayer. Los editores en ese asunto no se andan con bromas. Hay que purificar las pasiones negativas para que reluzcan los buenos sentimientos que animan unas vidas candorosas y ejemplares. La cultura de masas siempre ha tenido esa dimensión didáctica, que puede llegar a resultar un tanto hipócrita. Hasta en las maravillas de Chaplin se regala demasiada mermelada de buenos sentimientos. En la era victoriana, la creencia de que con esfuerzo y perseverancia hasta el más negado sale adelante era una parte esencial de la mitología popular. Mitología cuidadosamente cultivada por las clases dirigentes, por supuesto, porque así se desviaba arteramente el malestar social hacia el individualismo competitivo, evitando la rebeldía colectiva, con sus peligros socializantes etc. Era aquel un mundo muy duro, pero, curiosamente, bastante más optimista y progresista que el nuestro. Se creía que las cosas siempre irían a mejor, pese a retrocesos temporales. La teología del progreso. Los catecismos para aprender a prosperar en los negocios eran muy comunes. Se vendían por millones. Samuel Smiles, el autor de "Autoayuda", hoy olvidado, era uno de esos curas laicos tan típicos del siglo XIX. Sermones para una vida honesta, finalmente coronada por el éxito. La novela que tan bien ha comentado Oriol presenta esas caraterísticas de su tiempo: gente trabajadora y honrada, una pequeña tienda (el pequeño negocio, el autónomo, el esforzado trabajador por cuenta propia), las virtudes del ahorro, la limpieza, la amabilidad en el trato etc. Conseguir una vida independiente venciendo a las inclemencias de la sociedad. Pese a todo, salir adelante, perseverar, con la ayuda de Dios (otro cliché de la época: "Dios ayuda al que se ayuda a sí mismo"). Esta mentalidad nos puede parecer alcanforada desde nuestra perspectiva. Aunque, cuidado, seguramente la gente del siglo XIX era bastante menos hipócrita de lo que hoy pensamos, y se comportaba sinceramente de acuerdo a los códigos de lo socialmente admitido (=corrección política). La buena conciencia es de cualquier época (y lo contrario del cinismo). Lo importante es que se forjó una idea esencial: la autonomía individual. No depender de nadie. Obedecer solo a la propia conciencia. Disponer de un pequeño capital. La obsesión por el ahorro era algo más que tacañería. Se buscaba seguridad. Esta seguridad garantizaría cierta libertad dentro de los límites de una sociedad mercantil. Entonces, pero no antes, algunas mujeres empezaron a trabajar fuera de casa, a liberarse del lazo patriarcal de padres, hermanos etc. A vivir solas y de su trabajo. A ser ellas mismas. A reivindicar sus derechos a ser consideradas como adultas en igualdad de condiciones respecto a los varones. Aprendieron a ser libres. Cada vez más y más. Y llegó 1914.
Gracias oriol.
Kempes 19
Hola, Oriol:
Tengo muchas ganas de leer este libro, lo buscaré.
Respecto al final "con boda", es que era el buen final, e incluso en la generación de mis padres se seguía teniendo la consideración de que el amor era uno y para toda la vida, y si no acababa en boda "había salido rana " y era un fracaso enorme. Si se le suma a toda la mitología del amor romántico, que la mujer se veía necesitada de protector y que la vida en soledad se veía como una penalidad enorme.. ¿ se vería como un final desastroso para muchos lectores en esa época dejarlas de por vida solas, aunque se tuvieran entre ellas?
Recuerdo que me llevé un chasco enorme cuando en Mujercitas se casan todas. Renunciar a casarlas era demasiado quizás hasta perder lectores.
Saludos
Conociendo tu gusto por la literatura decimónonica, Lupita, seguro que te encanta. Ya verás que te transporta a esa época de cabeza. A mí, la ambientación me ha hecho recordar algo que estudié en la universidad: que entonces se tomaban fotografías "post-mortem".
El final en sí, ya digo, no me hubiera chirriado tanto si fuese más comedido. Si solamente se casaran una o dos de las hermanas (lo de Fanny es insultantemente conveniente), si el tono global de la novela fuera menos agridulce, si el mensaje no gravitara tanto en torno a la emancipación de la mujer... Pero vamos, que entiendo que es un elemento intrínseco a la literatura que se escribía en esos tiempos y repito que no tiene gran relevancia. Al fin y al cabo, insisto en que me ha encantado esta obra, pese a sus puntuales defectillos.
Pues seguro que me gusta; respecto a la muerte y cómo se convivía con ella, sin duda estaba mucho más presente entonces que en nuestra vida actual, donde los muertos se esconden y se llevan fuera de las casas. Mis abuelos tenían alguna foto de esas de difuntos, de alguien que ni ellos recordaban ya, y en la troje algo que te encantará: cuando tuvieron que renovar algunas lápidas del cementerio, guardaron las cruces metálicas con los nombres y las fechas. Recuerdo al menos dos, así como relicarios con pelo y cajas de dientes.
Nuestro mundo racional ha perdido la convivencia con el misterio, y ,por eso, entre otras muchas cosas, disfruto tanto con esta literatura.
Saludos
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