jueves, 23 de enero de 2020

Jean Cocteau: Thomas el impostor


Idioma original: Francés
Título original: Thomas l´imposteur
Traducción: Montserrat Morales Peco
Año de publicación: 1923
Valoración: Entre recomendable y Está bien

Jean Cocteau podía haber formado parte de la nómina de aquellos autores olvidados que después de diez años, casi once, todavía no habían tenido un hueco en ULAD, algunos de los cuales rescatamos hace algún tiempo. Habiendo desarrollado su creatividad en esa fascinante bomba artística que era el París de las primeras décadas del siglo XX, quizá Cocteau ha quedado relegado a un segundo plano, aunque fue en su momento uno de los dinamizadores de aquella maravillosa fauna, con una amplia y fructífera relación con personajes como Cendrars, Picasso, Diáguilev o Modigliani. Como otros creadores, su actividad se multiplicaba en distintas áreas, desde la poesía al cine, el teatro, el ballet o la pintura, constituyendo la narrativa una porción más bien escasa en el conjunto.

Aunque bastante próximo a las vanguardias, parece ser que su relación con Raymond Radiguet pesó en su literatura –más bien en su narrativa- hasta escorarla hacia el realismo y dejarse guiar por un peculiar método, que consistía en inspirarse en alguna obra relevante para desarrollar una especie de variante libre, reinterpretación o como quiera definirse.

Thomas el impostor es una obra relativamente temprana cuya acción se desarrolla durante la I Guerra mundial. Cocteau estuvo en la guerra como voluntario, y la novela integra sin lugar a dudas muchas imágenes y sensaciones procedentes de esa experiencia. Clémence de Bormes es una atractiva aristócrata de carácter impulsivo, a la que gusta nadar contra corriente. Cuando todo el mundo abandona París ante la amenaza alemana, ella decide quedarse para organizar un convoy para el socorro de los heridos. Guillaume Thomas es un jovenzuelo con ganas de aventura que decide tomar parte en la guerra, para lo cual echa mano de la simulación o se vale de un equívoco para alegar parentesco con un famoso general. Habiendo entrado en contacto con madame de Bormes, el descaro y la naturalidad del muchacho (junto con su supuesto pedigrí castrense) servirán para salvar obstáculos y abrir puertas a la iniciativa humanitaria de la princesa. Tenemos así al tándem protagonista, que se completará con Henriette, la hija adolescente de Clémence y la malvada pero eficiente madame Valiche.

Thomas es una figura singular, que por cierto no me parece que cuadre nada bien con el malote que fuma en la cubierta del libro. Para él la guerra es un pretexto, como podría serlo cualquier otro, para probar la intensidad de la vida. No persigue honores ni beneficio, interviene como en un juego de rol, creando su propio personaje y dejando que le conduzca con el rumbo aleatorio de una situación crítica. Aunque Cocteau, invocando el ‘método Radiguet’, afirma haberse basado en la parte inicial de La cartuja de Parma, en mi opinión Thomas tiene también rasgos del Julien Sorel de Rojo y negro. Y claramente, como decía antes, lleva encima mucho de la experiencia del propio Cocteau: las escenas descarnadas de la guerra de trincheras, los heridos y mutilados, las apretadas líneas del frente y la cercanía del enemigo en los puestos de escucha.

Madame de Bormes comparte con él el deseo de actuar, de hacerse presente e intervenir en la crudeza del momento, pasando por encima del papel convencional de una mujer de la nobleza. El atractivo del joven tampoco pasa desapercibido, y el cuadro se vuelve complejo con la presencia de la aún más inmadura Henriette. Pero salvo los arrebatos adolescentes de esta última, todo se desenvuelve de forma sutil, como desde una media distancia que impide que la historia caiga en el folletín o en las pasiones que, también con un cierto parentesco con esta novela, se desataban en El diablo en el cuerpo del inevitable Radiguet.

El dibujo de los personajes es certero, como hecho a contraluz, se definen más desde su entorno que por su propio dibujo. Y este extraño efecto lo consigue Cocteau a través de su peculiar prosa de frase corta, más próxima a la poesía y seguramente deficiente desde el punto de vista narrativo. Demasiada información que se da por supuesta, una exposición fragmentaria, a impulsos, que quizá de forma involuntaria se aleja por momentos del realismo que se tomaba por bandera. Un camino bastante particular para redondear un relato que finalmente resulta bastante convincente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Por favor,comenten algo de Theodore Dreiser,que es uno de los mejores novelistas del siglo 20,injustamente ignorado por sus ideas socialistas.

eduideas dijo...

Creo que es interesante la operación de rescate ULAD, la combinación de novedades y obras antiguas es uno de los rasgos del blog que me gustan

Carlos Andia dijo...

Anónimo, no conozco para nada a ese autor, pero ten por seguro que las recomendaciones de nuestros comentaristas no suelen caer en saco roto. Le echaré un ojo.

Eduideas, me alegro que te guste nuestra particular macedonia literaria, que es absolutamente espontánea y producto del arrebato ocasional de diez personas distintas.

Saludos y gracias a los dos por vuestras opiniones.

Aitor dijo...

Es muy posible que la obra de Cocteau haya envejecido regular. Mucha calidad, todavía aprovechable cuando algún buen director revisa y actualiza sus obras. Memorable la enésima revisión que Almodóvar ha convertido en una pieza maestra de su Voz Humana, un corto maravilloso que bebe de lo mejor de ambos genios.