jueves, 21 de noviembre de 2019

Olga Tokarczuk: Los errantes

Idioma original: polaco
Título original: Bieguni
Traducción: Agata Orzeszek (ed. en castellano) / Xavier Farré (ed. en catalán)
Año de publicación: 2007
Valoración: bastante recomendable (con matices)

Antes de empezar esta novela, uno debe despojarse de ciertos corsés mentales en los que, en ocasiones, nos auto embutimos al entrar en un nuevo libro. Es habitual comenzar un texto queriendo encontrar un hilo argumental, una estructura definida, unos personajes recurrentes que faciliten la continuidad narrativa, pero en este caso no es así y hay que celebrarlo, pues existen pocas ocasiones en las que un libro exija que abramos la mente e iniciemos la obra sin ideas preconcebidas, partiendo de cero, desde la inocencia de quién desea, simplemente, gozar de la calidad de un texto. Y Olga Tokarczuk lo consigue en gran medida en este libro, a pesar de no ser una obra para un público amplio.

«Los errantes» es un libro de género difícilmente clasificable, a caballo entre ensayo, libro de viajes, conjunto de relatos y novela, y al que hay que aventurarse con la mente abierta, pues cuando el argumento del libro es prácticamente inexistente y consiste en una fina línea que no une, pero sí pone un marco referencial a pequeñas historias, es importante estar receptivo y centrarse en disfrutar del potente estilo narrativo. Así que, dejad de lado prejuicios y expectativas, no esperéis una historia única sino un conjunto de ellas en apariencia inconexas, pero plasmadas con una innegable coherencia conceptual; olvidaos del argumento y, de esta manera, desnudos ante un texto que se presenta profusamente desestructurado, aventuraos a disfrutar sin ataduras ni complejos de la lectura de este libro buscando principalmente el deleite en cada uno de sus relatos o reflexiones.

Con las altas expectativas propias de quien comienza la lectura sabiendo que la autora de esta obra ha sido galardonada con el último Premio Nobel de literatura, uno espera potencia narrativa y pocas páginas bastan para percatarse de la intensidad que imprime la autora. De narración fragmentada, ya el primer relato sirve perfectamente para calibrar el estilo de Tokarczuk, quién sitúa la protagonista en una extraña tierra de nadie, una espectadora distante de una realidad que uno vislumbra fría, solitaria y algo sombría. Y este estilo se mantiene a lo largo de la novela, y en ocasiones se agudiza. La prosa de la autora es brillante, intensa por reflexiva, emocional por poética, pero en ocasiones parca y seca, casi aséptica. El lector permanece expectante, en estado de alerta aguardando a que algo estalle, y la autora sabe cómo mantener esa tensión narrativa a la vez que mantiene una prosa de precisa meticulosidad y rica en matices. En esta apertura a la obra nos percatamos del estilo y de un tenso ambiente narrativo que encuentra su reflejo en el lector, inquieto ante la dificultad de ver en él algún tipo de continuidad argumental; no la busquéis, no la hay ni se espera que la haya. Y, es más, el lector no debe intentar encontrarla ni obsesionarse con ella.

Argumentalmente, la novela que ha escrito Tokarczuk es un mapa anatómico y anímico de la vida, de su inconsistencia y vacuidad, de su inexorable temporalidad y prácticamente absoluta inexistente incidencia. No hay vidas que repercutan en algo mayúsculo, sino pequeñas gotas de realidad que se filtran por las capas finas del avance de unas vidas que juntas conforman un presente que no se sabe hacia donde será conducido. Así, como en un viaje onírico de historias fragmentadas y episodios en apariencia inconexos, abriendo el abanico en los sucesivos relatos, la autora nos habla de trenes, museos y aeropuertos; de albergues y lugares ocupados por personas en tránsito continuo, un tránsito físico y emocional, deambulando a veces sin rumbo fijo, y la autora nos transmite esa angustia casi nihilista, de ciudadanos despojados de orígenes y raíces, como en un transitar vital sin principio ni fin por el cuerpo del mundo.

De amplio espectro argumental, esta novela se sustenta en la temporalidad de las vidas de cada uno, retratados como almas errantes, como en una estación de paso de aquellos trenes que aparecen puntualmente en la novela, donde la vida no tiene origen ni destino, donde parece no haber pasado ni presente y, si lo hay, no parece tener cabida en su propia vida. Porque la novela nos habla de mapas e islas, de trenes y bares, de aeropuertos y sitios encerrados como unas vidas sin expectativas, casi inamovibles, delimitadas y limitadas por un pesar que lastra sus próximos movimientos, como si de tendones se tratara, siempre en tensión, siempre intentando devolvernos a la condición original. Tokarczuk observa las vidas, a través de la distancia de la soledad de un hotel, a través de innumerables ventanas que de noche muestran fragmentos de vida desnuda tras inexistentes cortinas. Y en esos análisis exhaustivos también del cuerpo humano, de las costumbres, de la lengua o el tiempo y los espacios, nos sitúa en un escenario móvil y cambiante que muestra de manera inexorable los diferentes rasgos y apariencias de la vida. De esta manera, durante las aproximadamente cuatrocientas páginas de relato, asistimos a un desfile de variopintos personajes, disecadores, fotógrafos, científicos, escritores, emperadores, zares, religiosos, que narran historias relacionadas con el cuerpo, con las personas, con los viajes. Toda la narración está envuelta de un sentido global en el aspecto temporal pero también en el geográfico y, en su carácter efímero y cambiante, nos hace partícipes de una visión grande del mundo y pequeña del ser humano, por su insignificancia, por su caducidad, por ser importantes sólo en el ahora y el aquí.

Como en toda novela de relatos, o fragmentos, o ideas, o como podamos etiquetar esta obra, el texto que nos ocupa es irregular, pues asistimos a disgregaciones anatómicas de relativo interés, pero también a profundos análisis y reflexiones sobre el tiempo y el lugar. Y faltaría a la verdad si no dijera que, en ocasiones, se hace algo cuesta arriba, pues la ausencia de hilo argumental tienta a alternar con otras lecturas y, superado ya el ecuador del libro, uno empieza a temer que tal vez su extensión sea excesiva. Y me explico: cierto es que la narración es detallada y rica, pero la fragmentación y la poca conexión entre historias (más allá de la idea supra narrativa que engloba todo el libro de manera conceptual y la repetición en diferentes capítulos de algunos personajes centrales) uno encuentra que es algo desmesurada. Es por ello que no es un libro apto para todos los lectores y de ahí el matiz en la recomendación, pues su estructura, su minuciosidad descriptiva en ocasiones casi obsesiva y sus excesos puntuales pueden alejar a cierto público poco acostumbrado a la novela experimental.

En resumen, una novela interesante en planteamiento y reflexiones, con fragmentos de muy alta calidad, donde Tokarczuk expone la visión del mundo y sus habitantes, donde nos transmite la concepción del mismo como un cuerpo, con las personas recorriendo sus caminos trazando infinitud de vías arteriales en un viaje en tránsito continuo e interminable. Y en este aspecto se comprende la complejidad de la traducción del título original en polaco, pues su interpretación no es única; así se entiende que se haya traducido como «Flights» (Vuelos) en inglés, «Cos» (Cuerpo) en catalán o «Los errantes» en castellano, todas ellas traducciones acertadas, pues todos somos personas errantes que viajamos por el cuerpo del planeta, seres de una infinitesimal importancia e incidencia en la vida de un mundo que a veces nos parece lejano y extraño, pero que recorremos de manera inexorable e incesante buscando, tal vez, aquello que dé sentido a nuestras vidas. Recorremos el cuerpo del mundo buscando aquellas vías respiratorias que insuflen ese aliento que a veces necesitamos para transitar por nuevos caminos y trazarlos, y en ese viaje vital, nos encontramos perdidos, desorientados, solitarios en nuestra búsqueda, pero no solos. En esta aventura plagada de almas errantes nos encontramos todos, aunque a veces no seamos conscientes de ello.

También de Olga Tokarczuk en ULAD: Un lugar llamado Antaño

12 comentarios:

José L. Solé dijo...

Me atrae poderosamente, entre otras cosas que comentas en esta estupenda reseña, ese espacio de íntima conexión que intuyo entre autor-lector, o dicho de otra manera, esa “extraña tierra de nadie” o lugar de encuentro desde el que la autora puede llegar a ser capaz de llamar la atención de ese lector errante, incluso desprevenido, que se ha aventurado a leer esta novela, ya sea en cuerpo -preparado para discurrir por diversos vericuetos/relatos sin aparente nexo común de conexión ni argumento estereotipado-… o en alma capaz de atrapar todo el significado de esta estimulante propuesta.

Vaya, que me lo has vendido. Salut!

Marc Peig dijo...

Moltes gràcies, Krust!
Realmente es un libro complejo, abstracto, pero poético y reflexivo a la vez. Y sí, hay mucha conexión: autor/lector, tiempo/espacio, vida/muerte, movimiento/pausa... un libro con múltiples capas y en el que cada uno encontrará sus puntos de apoyo sobre los que reposar sus reflexiones.
Saludos, y gracias por comentar la entrada y los elogios recibidos.
Marc

Anónimo dijo...

Gracias por la reseña. Me asombra la valoración tan baja que ponéis a un libro de una calidad literaria excepcional. He leído la reseña dos veces y no logro entender a qué se debe la nota, pues el único aspecto que calificáis de negativo es que la novela no tiene la estructura de la mayoría de las novelas, por lo que se supone que «alejará cierto público». ¿Qué relación tiene el público de un libro con su calidad literaria? Me parece que ULAD precisamente es hogar de lectores experimentados y no de los que buscan libros de argumento fácil que engullir sin pensar.

Me sorprende tanto más la valoración porque precisamente la reseña está escrita de una manera que sugiere que su autor se sintió al menos fascinado por el libro, por lo que se entiende aún menos que le ponga apenas un «aprobado».

Una última observación, está bien poder cuestionar un premio Nobel y entusiasmarse por un autor desconocido, pero no creo que sea el caso de Tokarczuk, precisamente desconocida y nada mainstream más allá de su país antes de ganar el premio.

Me ha asombrado tanto esta valoración que me hace pensar en si hay criterios extraliterarios en juego, pues no estoy segura de recordar reseñas de ULAD escritas por mujeres. Es un tanto sospechoso leer una reseña en realidad entusiasta de un libro de altísima calidad literaria seguido por una valoración baja, con el argumento de que «no le guste a algunos lectores». ¿Por qué la calidad tiene que depender del gusto de «algunos lectores»? ¿Será porque, en el caso de una mujer, se espera más un libro lineal y de estructura fácil, y se castiga la innovación, que tradicionalmente ha pertenecido a los escritores hombres?

Marc Peig dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Marc Peig dijo...

(he borrado mi propio comentario anterior, pues había algunas faltas de gran calibre, cosas del móvil)

Hola, anónimo. Intentaré aclarar las dudas o posible malentendidosya que creo que el término “ bastante” puede dar lugar a equívocos.

La valoración es “bastante recomendable” que, dentro de la escala que solemos utilizar es alta (por encima de recomendable y por debajo de muy recomendable). Lo comento porque el término. “Bastante” a veces da lugar a confusión ya que cada uno lo interpreta a su manera.
Lo que me inclina a darle ese “bastante” en lugar de “muy recomendable” no es la estructura o, al menos, no por sí misma, sino en relación a la extensión. Para mí, y en el penúltimo párrafo intento explicarlo, afirmó que “la extensión es excesiva”. Ese para mí es el principal problema de un libro que, a pesar de estar muy bien escrito, no tiene una estructura lineal, sino que es un conjunto de relatos y reflexiones. Como en todas las reseñas, es opinión personal, pero un libro de 400 páginas totalmente fragmentado puede llegar a ser excesivo, al menos para mí. Ese es el motivo del “bastante recomendable”. El “con matices” sí apunta a que no es para todos los públicos, por su estructura y temática ya que no es un libro fácil.

El autor de la reseña, yo mismo vaya, sí quedó sorprendido por el estilo, y me alegro que la reseña la refleje de esta manera y, de hecho, repetiré sin duda con más libros de la autora, puesto que tiene un estilo novedoso e interesante.

Y respecto al último párrafo del comentario, lo contesto por último siguiendo el orden, pero por importancia debería hacerlo en primer lugar. Sí hay reseñas escritas por mujeres en ULAD, menos que por hombres, pero las hay. Y respecto a si he podido dar una valoración baja al libro (que atribuyo a un malentendido en el “bastante” y no criticar per se la asignación de un premio) por el hecho de estar escrito por una mujer, creo que has leído pocas reseñas mías. Solo te diré que este 2019 he reseñado 21 libros escritos por mujeres y 13 por hombres, dando etiqueta de “muy recomendable” a Tibuleac (de estilo bastante novedoso, cabe decir), Ernaux, Hustvedt, Hardwick, Solà (novela fragmentados Ia también), Winkler (libro que también arriesga en estilo), Huerga Y Busquets (ensayo). Así que no es por eso, te lo aseguro.

Saludos, y gracias por comentar. Espero haber aclarado dudas.

Marc

Unknown dijo...

Gracias Marc por la interesante reseña. Hormias

Marc Peig dijo...

Gracias a ti por leernos y comentar.
Saludos
Marc

Diego pm tc dijo...

He leído el libro antes de la reseña de Marc.
Me parece una reseña bien escrita, con oficio, interesante.
La calificación de más o menos recomendable, me parece subjetiva. Yo por mi parte no recomendaría esta obra sino a personas muy concretas. No es nada fácil. ¿para qué aburrirse con algo indescifrable, habiendo tantas cosas que leer?

No me parece nada fácil penetrar en el núcleo, en lo que realmente quiere expresar la autora. Intentando escarbar tras los diversos relatos cortos y artículos que lo componen, llegué a la conclusión de que, más que definir, decidió mostrarse a sí misma, sus manías, sus rarezas, su manera de sentir la vida como lo opuesto a arraigar. Sentir la vida como desplazarse permanentemente.

Penetrar en este libro es conocer a una persona poco convencional, de mucho talento y que, afortunadamente, se expresa con muchísimo oficio, de maravilla.

Seguir el relato es a veces monótono, a veces muy entretenido. Hay momentos brillantes (la escapada de Annouschka en el metro de un Moscu gélido e inhóspito; otros, no tanto; la fuga de la realidad de Kunicki, cuya mujer desapareció tres días en una isla en la que parecía imposible no ser visto; los cruceros del emérito helenista y su mujer jovencita (sesenta años, y la descripción del derrame cerebral que acaba con la vida de éste...).

La extensión del libro es discrecional de la autora, arbitraria. No se me ha hecho un libro en exceso largo pero, estoy con Marc, hubiera agradecido menos masa de relato.

Marc Peig dijo...

Hola, Diego pm.
Gracias por los elogios a la reseña. Me alegra coincidir globalmente contigo en la valoración. Ciertamente, la valoración es algo totalmente subjetivo y a menudo nada fácil, pues se resume en una palabra la percepción de un libro y esto a menudo es injusto. Pero de una forma u otra debemos valorar una obra, más allá de lo que la reseña desglose.
Y sí, es un libro complejo, algo extraño y bizarro, que tampoco recomendaría a todo el mundo, como indico al final del penúltimo párrafo. Aún y así, disfruté con su lectura hasta el punto que ya tengo en mi tsundoku personal “Un lugar llamado antaño”, de la misma autora, y que será de los próximos libros que lea y reseñé. ¡Ya os contaré!
Saludos, y gracias por comentarla entrada.

Anónimo dijo...

Bastante recomendable? Yo, lo siento mucho, estoy poniendo mucho de mi parte y tras 70 páginas solo puedo decir que: Menudo soponcio. Pretensión incomprensible de analizar todo lo que nos rodea, especialmente centrada en aquello que está en movimiento. Que está señora tenga un Nobel y Tolstoi, Unamuno, Joyce, Kafka, Borges, Musil o Proust; no, es de broma.

Marc Peig dijo...

hola, Anónimo.
Entiendo que no te guste, no es un libro para todos los públicos y cuando digo esto me refiero a que no gustará a todo el mundo, pues su estilo es altamente particular. La narración y exposición que hace es precisamente sobre lo que indicas: aquello que nos rodea. Y eso es algo que, o te encaja en estilo y manera, o puedes encontrar soporífero, como es tu caso. Lamento no coincidir contigo, pero entiendo tu discrepancia.
Sobre los premios y los galardonados, qué voy a decirte más allá de que los premios los carga el diablo ;-) Nunca se otorgan a gusto de todos y seguramente hay muchos autores que lo merecen más que alguno de los galardonados pero... para gustos, los colores.
Saludos,
Marc

Anónimo dijo...

Gracias por la respuesta.
No, si lo más peculiar de todo es que es un tema que me interesa. Por motivos personales he viajado mucho sólo y he sentido cosas similares a las que expresa en el libro. Pero eso no quita que como libro me parezca totalmente prescindible. Nunca me había pasado que un libro basado en un tema con el que me identifico personalmente me aburriera tantísimo.