viernes, 12 de abril de 2019

Edogawa Rampo: La bestia ciega


Idioma original: Japonés  
Título original: Mōjū 
Traductor: Daniel Aguilar 
Año de publicación: 1931
Valoración: Se deja leer 

La bestia ciega es una novela escrita por Hirai Tarō bajo el pseudónimo de Edogawa Rampo. Para los que no lo conozcáis, este autor es el máximo exponente literario del "eroguro", así como el padre de la narrativa de misterio y policiaca nipona. Por ahora sólo he podido disfrutar, además de La bestia ciega, sus Relatos japoneses de misterio e imaginación, antología bastante irregular que, no obstante, contiene algunas historias estupendas. 

Volvamos a La bestia ciega. En ella, Rampo narra los crímenes de un ciego obsesionado por la belleza del cuerpo femenino. Las tropelías de este señor empiezan con el secuestro de una bailarina, a la que retiene en una extraña habitación. Cuando el invidente descubra que matar le reporta placer, pero, no tardará en graduarse como asesino en serie: varias mujeres se convertirán en sus presas.

Probablemente, lo más atroz de este asunto sea el modo en que la bestia ciega exhibe en público los cuerpos desmembrados de sus víctimas. De hecho, la crudeza de estos pasajes es tal que el mismo Rampo solicitó que uno de los capítulos de la versión original fuera suprimido en las sucesivas ediciones de la novela. Huelga decir que la versión de Satori rescata este capítulo. ¡Y dejad que os diga que es de lo mejorcito de todo el libro, una auténtica pasada!

Aunque, llegados a este punto, aclaremos algo: no os creáis que las escenas truculentas de La bestia ciega son extremas. Para el lector contemporáneo, los niveles de casquería y "gore" de dichas escenas serán fácilmente manejables. Si acaso, el planteamiento conceptual de las mismas es lo verdaderamente repulsivo e incómodo, y no tanto la descripción de los hechos en sí.

Bien, ahora pasemos a los que, para mí, son los aspectos positivos del relato:  

  • El acabado global de esta novela, ingenuo pero decididamente entrañable. 
  • Algunas de las ideas de Rampo, a cada cual más desprejuicidada y canalla. Lástima, eso sí, que en la mayoría de los casos no estén del todo desarrolladas. 
  • La fascinación por lo monstruoso que destila esta historia.   
  • La perversión y el erotismo retorcido que supuran estas páginas.
  • El humor negro ocasional. Funciona todo el tiempo, aunque sea infantil para los parámetros actuales.
  • La reflexión sobre la belleza que sostiene el ciego, así como los cambios que su peculiar forma de pensar provocan en el concepto de arte de sus coetáneos.  
  • Los vagos apuntes históricos o sociológicos que la narración deja entrever. Ojalá se les hubiera dado una vinculación directa con el argumento de la novela, o, como mínimo, más presencia. 
  • Aunque el argumento es bastante cíclico y repite eventos y situaciones, Rampo logra imprimir variedad aquí y allá. El cambiante "modus operandi" con que el ciego dispone de los cadáveres de sus víctimas; la fluctuación de roles que supone la aparición de Reiko Ouchi, víctima que sospecha del asesino y le tiende una trampa, etc...   

Por otro lado, a La bestia ciega se le podría reprochar que: 

  • Adolece de estrategia narrativa: la historia está deslavazada y su estructura es tremendamente caótica. 
  • El ciego está desaprovechado, cuando te paras a pensar en ello. Su caracterización podría haberse expandido, pero el autor le hace repetir casi siempre las mismas escenas y diálogos. Por no hablar de que uno tiene la sensación de que dicha caracterización es inconsistente. 
  • Se da foco a ciertos personajes que, finalmente, acaban por no tener relevancia alguna para la trama, como Kimiko Sawa, la aprendiz de Ranko Mizuki, primera víctima de la bestia ciega.
  • Los diálogos (o monólogos, que también los hay) son la mar de simples. Encima, las voces de los distintos personajes no se diferencian las unas de las otras. Cuando tienes a unas viudas aburridas hablando igualito que un tío que está mal de la cabeza, es que algo falla. 
  • Incurre en algún eufemismo o elipsis en escenas de sexo o "gore". Y cuando se recrea en ellas, tampoco es que impresionen demasiado al lector de hoy en día, como ya he dicho. De todos modos, entiendo que en su momento pudieran ser chocantes. 
  • La figura del narrador es de lo más confusa. En primer lugar, su identidad nunca se esclarece. Hubiera preferido un narrador omnisciente y neutro a éste, que parece un cronista implicado en los hechos pero que, al mismo tiempo, se mantiene distanciado de los mismos. Para colmo, suelta alguna moralina y es tremendamente machacón en su forma de relatar los acontecimientos. También emplea epítetos exagerados o grandilocuentes. 
  • El retrato de la maldad humana es demasiado esquemático, al contrario que en otros trabajos de Rampo. El protagonista da juego como enajenado mental, no lo niego, pero quizás en un relato corto hubiera funcionado mejor, pues ese formato se presta a simplificaciones, al contrario que una novela.  

En cuanto a esta edición de La bestia ciega, no me queda otra que felicitar la labor de Satori. La ilustración de la cubierta, por ejemplo, es preciosa. Se la debemos a Suehiro Maruo, "mangaka" muy vinculado con el "eroguro". Es cierto que esta imagen no tiene una relación literal con el texto, pero consigue sugerir su esencia.

Tampoco quiero dejar pasar la oportunidad de felicitar a Daniel Aguilar. Su traducción, directa del japonés, es fiel al material original. Tiene bastantes repeticiones (especialmente de conectores), pero entiendo que eso es síntoma de la prosa de Rampo. Por otro lado, las anotaciones a pie de página con que Aguilar ha salpicado esta obra son muy pertinentes. Y, finalmente, querría destacar el pequeño epílogo (también a cargo de Aguilar) en el que La bestia ciega se pone en relación con otros títulos de Rampo, así como con algunas adaptaciones cinematográficas y televisivas.

Por ponerle una pega a la edición de Satori, criticaría la sinopsis que han escogido para resumir al libro. Ésta promete una narración que versará sobre el ciego y la bailarina, y luego resulta que  relato se expande en otras subtramas.

En definitiva, una novela recomendable para los amantes de la "pulp fiction" más genuina. De todos modos, tengo que reconocer que le falta algo. Incluso a un servidor, quien reivindica el género a capa y espada, le ha parecido una lectura un tanto regulera. Creo que el mayor problema de La bestia ciega es que en ocasiones parece tomarse muy en serio a sí misma. No todo el tiempo, claro, pero puntualmente, y eso rompe un poco la inmersión.


También de Edogawa Rampo en ULAD: El Lagarto Negro, Crímenes selectos

6 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Con la pinta de bueno que tienes y las cosas que lees, colega...; )

Oriol dijo...

Sabes que este tipo de libros también te molan a ti, Juan.

Eso sí: reviso la etiqueta "pulp" y compruebo que llevo una cantidad nada desdeñable de literatura de género reseñada. Quizás tendría que darme un respiro...

Juan G. B. dijo...

Nooo, eso nunca! Que si no éstos nos lo llenan todo de murakamis y autoficciones varias...¡Resiste, Oriol!

Daniel Aguilar dijo...

Gracias por la reseña y por elogiar mi trabajo. Rampo es lo que tiene, que su prosa a veces es pedestre y repetitiva, pero engancha. Y un traductor debe ser lo más fiel posible al texto original, incluyendo sus defectos.
Un cordial saludo.

Oriol dijo...

¡Qué alegría me entra cuando alguien relacionado con la gestación de un libro se detiene a comentar la reseña del mismo!

Daniel, estoy completamente de acuerdo contigo en que el traductor debe ser lo más fiel posible al texto original. Podría intervenir y mejorar las historias que está tratando, pero eso les arrebataría parte de su esencia. Además, las obras de Rampo (y el pulp en general) es lo que tienen: su ingenuidad y tosquedad son, a menudo, parte de su atractivo. Mejor no mancillarlas con lo que en narrativa convencional serían mejoras.

Daniel Aguilar dijo...

Bueno, este año caerá algo nuevo en Satori de Rampo, así que si tienes tiempo echale un ojo. Y enhorabuena por el blog. Son tiempos difíciles para los libros y para los bibliófilos.
Mucho ánimo.