jueves, 11 de abril de 2019

David Chariandy: Hermano

Idioma original: inglés
Título original: Brother
Traducción: Carmen Mercedes Cáceres y Andrés Barba Muñiz (ed. en castellano) y Marc Rubió (ed. en catalán)
Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable

Las experiencias vividas en el pasado marcan e influyen en la manera de ser de uno. También en la literatura, pues lo sucedido y experimentado en la vida es lo que marca la personalidad. Y no siempre aparece de manera evidente a nuestros ojos. Algo parecido le debió pasar a David Chariandy, pues indudablemente esta novela contiene aspectos de su propia vida, del entorno en el que se crió, pero no fue hasta que llegó a los casi cincuenta años y con tan solo otra novela en su haber cuando lo que se iba gestando en su cabeza salió a la luz, de manera precisa, meticulosa, clara. Pero a pesar de esa tardanza, o puede que justamente sea gracias a ello y a su poco prolífica carrera, la narración de Chariandy suena fresca, espontánea y gratamente genuina.

La historia que nos cuenta el autor canadiense habla de Michael y Francis, hijos de una mujer proveniente de Trinidad y Tobago que emigra a Canadá junto a su marido, ahora ya separados. La madre, trabajadora incansable limpiando oficinas, centros comerciales y hospitales de zonas cercanas al pequeño pueblo donde habitan, en el valle del Rouge. Los hijos, con la necesidad de cuidarse entre ellos, creciendo más rápido de lo que deberían; la situación obliga a ello, en casa y con los amigos, con la pandilla formada por otros adolescentes como ellos, de zonas marginales, de clase baja, flirteando con los delitos, siempre en el lugar inadecuado, en el momento incorrecto. Y cuando eso ocurre, suceden cosas. Y afectan a Francis. Y afectan a Michael, y a la madre.

En esta breve novela, sorprende la capacidad del autor en, con unas breves pinceladas, ubicarnos perfectamente en el marco donde transcurre la historia. Tan solo le es necesario introducir breves descripciones, simples anécdotas, para hacernos un retrato del entorno económico y social en el que transcurre la historia. La conexión libro-lector es inmediata, intensa y sin necesidad de forzarla; una inmersión en el libro totalmente inevitable, el autor simplemente te sitúa en la historia y la imaginación hace el resto. Sabe de lo que habla, y sabe perfectamente como transmitirlo. Con un estilo preciso y claramente definido, a través de su lectura es fácil situarse y encontrarse en el hogar humilde en el que se criaron los hermanos; uno ve esa vivienda y la ubica en su marco mental donde situar la historia. Conocemos a la madre, como si ya la hubiéramos conocido hace tiempo, pues su personaje nos suena a escenas ya contadas, pero con un lenguaje nuevo; la vemos en su casa, abatida en su sofá tras trabajar de manera incansable para dar a sus hijos todo aquello que necesitan, incluso afecto, a pesar de su constante ausencia trabajando a destajo.

Escrita en dos momentos temporales diferentes, y alternando la narración entre ambos, la historia recuerda lo sucedido diez años atrás en la adolescencia desde la narración situada ya en la madurez, esa etapa de revisión, de recuerdos y de nostalgia, trazando entre ambos momentos un camino a través de los recuerdos que evocan un pasado donde los temores afloraban continuamente (por la familia, los amigos, el hermano) hasta un presente incierto y en cierto modo nostálgico por el pasado que pudo haber sido.

Con esa fragmentación temporal, hay partes más logradas que otras, destacando por encima la de la adolescencia, ese momento vital en el que la perdición de uno mismo encuentra su espacio y su refugio en los seres similares, otros tanto jóvenes de similar procedencia, de padres inmigrantes, de clase baja. En esta parte de la narración el autor sabe manejar la historia como si la contara desde dentro, y a pesar de leer una historia que podemos haber leído en otras ocasiones, el autor consigue que suene auténtica, interesante, perfectamente narrada y ambientada entre la solidaridad adolescente, el clan, la pandilla, clubs de amigos, y un deambular en el tiempo intentando que no les atrape; buscando un espacio propio, pero también común, donde labrarse una personalidad independiente y diferenciada mientras uno mira de reojo si esa actitud no está demasiado teatralizada, trabajando una actuación que te identifique como único a la vez que semejante. Destacar entre la uniformidad, entre la similitud, entre el grupo.

Menos lograda está la historia que se narra ya en la madurez del protagonista, que parece servir de excusa para viajar al pasado a través de recuerdos y reencuentros. Echo de menos una mayor profundidad en esta parte de la historia, en la exploración de una relación madre-hijo que hubiera podido dar mucha más profundidad narrativa. Parece que esa intra-historia se deja algo de lado, y es una lástima, porque ahondar en ella permitiría no únicamente entender mejor el desarrollo personal del protagonista, el cómo llega hasta esa edad ya adulta, sino también profundizar en un personaje que hubiera podido aportar mucho más al relato: el de la madre, con todo su esfuerzo y su sufrimiento al ver el entorno y abismo al que son tentados sus hijos.

Aun así, es un libro interesante y claramente recomendable por la voz del autor, clara, nítida y que consigue que la historia nos atrape y leamos el libro casi del tirón. La etapa en la que narra la adolescencia está muy bien conseguida y uno se sitúa fácilmente en los barrios humildes gracias a la voz del autor, sincera y honesta, sin forzar la historia o el dramatismo. Con pocas páginas el autor consigue que entendamos y penetremos completamente en la personalidad de los personajes (otro de los logros del autor, el perfecto retrato de los hermanos y su relación), aunque sí se echa de menos un mayor volumen de páginas que llegue a arrastrarnos del todo a ese mundo que la habilidad y preciso ritmo narrativo el autor nos abre. Las páginas se devoran con rapidez al leer este libro, con la misma velocidad com la que suceden las ocasiones perdidas y decisiones tomadas erróneamente por los hermanos. Chariandy nos ha abierto la puerta a un estilo que promete días de gloria a poco que pula las aristas que alteran la redondez de la novela. Habrá que seguirle la pista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en que la parte de la historia en la adolescencia del protagonista es bastante más interesante.
La parte que sucede diez años más tarde se centra en la devastación de la muerte del hermano y como ha afectado (sobre todo a la madre, pero también al protagonista cuya vida parece haberse detenido) y podría estar más lograda.

Me gustó particularmente como a pesar de dar pinceladas todo el rato, e incluso mostrar la oposición de caracteres de ambos hermanos, solo al final se conoce algún detalle sobre el hermano que muestra que no siempre conoces del todo a quien está cerca.

Es una novela muy interesante y un autor a seguir

Marc Peig dijo...

¡Hola, Anónimo!
Celebro coincidir contigo en lo que refiere a puntos fuertes y también los menos fuertes del libro. Y sí, el estilo narrativo a base de pinceladas está muy logrado y es uno de los aspectos más destacables de la novela. Yo también lo tendré bajo mi radar, porque el autor se ha ganado mi credibilidad.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc