Título original: Six Memos for the Next Millennium (traducción al italiano: Lezioni americane: Sei proposte per il prossimo millennio)
Año de redacción: 1985
Valoración: Muy recomendable
Esta ensalada de idiomas
puede resultar un tanto confusa, así que empezaré por explicar cómo se gestó el
texto.
En 1984, este escritor recibió, por parte de la Universidad de Harvard, el encargo de elaborar y dictar un ciclo de seis conferencias, que integrarían el contenido de la prestigiosa cátedra Charles Eliot Norton Poetry Lectures –ocupada anteriormente por mentes tan prestigiosas como T. S. Eliot, Octavio Paz o Borges– durante el curso académico siguiente. El tema, que se deja a la elección de los ponentes, apuntaba a los valores literarios que debían obtener prioridad en un futuro. En opinión del autor estos valores eran tantos como ocho –e incluso había titulado la octava conferencia–, como bien explica su esposa en el prólogo. En el verano de 1985 había escrito cinco de ellas –en su versión italiana, aunque pensaba traducirlas al inglés–, y compuesto el título en este último idioma ya desde un principio. Se llamaron Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad y Multiplicidad; la sexta hubiera sido Consistencia. Aunque no podemos estar seguros de cual hubiera sido la versión definitiva, se supone que las modificaciones habrían afectado en todo caso a la estructura y el contenido se habría mantenido prácticamente inalterable. Calvino murió de un ictus cerebral en septiembre, pocos días antes de la fecha prevista para su viaje a E.E.U.U.
Los cinco capítulos en que se divide el libro resultante se caracterizan por una gran erudición –y, consecuentemente, cierto hermetismo–, por manifestar la insaciable curiosidad que presidió la vida su autor, por la elección de un puñado de obras significativas y de párrafos en que apoyar su discurso y proceder por acumulación antes que por adición de argumentos.
También resulta ser una constante de este libro considerar el opuesto de cada uno de los rasgos mencionados como una cualidad igualmente válida. En el apartado Levedad, por ejemplo, el peso no es reprobable:
“… así como no podríamos admirar la levedad del lenguaje si no supiéramos admirar también el lenguaje dotado de peso”
Pero a él personalmente esa especie de estado gaseoso, de materia flotante en la escritura, tanto en forma como en contenido, le ha liberado del tiránico peso de la historia. La mitología le sirve, en este caso, de ejemplo para expresar lo que quiere decir, pero también la etérea condición de la informática y, cómo no, Milan Kundera. Adjudica a poetas y filósofos esa levedad del pensamiento que concreta en lo móvil, lo espiritual y lo luminoso, en las imágenes flotantes y etéreas que ha proporcionado la literatura.
En el apartado de la rapidez que, según reconoce, abunda en su propia obra más que su contraria, cita fábulas y antiguas leyendas, a Galileo, a Borges, o se refiere al relato oral, textos todos que, en solo unas cuantas frases, pueden condensar toda una vida. Las tramas que van, directas como un rayo, al desenlace, son rápidas, las que admiten digresiones, como suele suceder en las novelas, constituyen ejemplos de lentitud. Las virtudes de la exactitud en literatura resultan obvias para todo el mundo. En este caso, el opuesto, salvo en poesía –ejemplificada aquí por Leopardi–, no tiene demasiado que ofrecer. Calvino clama contra la imprecisión, el lenguaje rutinario y plano, plagado de vocablos todo-terreno que parecía haberse adueñado de los textos más recientes de la época. La visibilidad es una cualidad de lo fantástico que necesita de la imaginación para materializarse. Las dos funciones de esta, ampliar nuestros conocimientos e indagar en el campo de las posibilidades, se complementan entre sí. Pero hoy día acumulamos demasiadas imágenes, y lo peor es que están fabricadas de antemano impidiéndonos la posibilidad de asociarlas libremente a no ser que empecemos a educar nuestra propia facultad de crearlas. La multiplicidad del artefacto literario sirve para reflejar la complejidad del mundo y mostrar la totalidad del saber humano estableciendo con orden y exactitud las relaciones entre los diferentes elementos según el modo que tiene cada autor de concebirlas. Esa es la aspiración de la novela que el siglo XXI debería recoger y que se propusieron explícitamente tanto Georges Perec en La vida instrucciones de uso como el propio autor en Si una noche de invierno un viajero y El castillo de los destinos cruzados.
Por supuesto, no es esta una obra que vaya a gustar a todo el mundo, pero a mí me ha parecido una delicia sumirme en ese conjunto de ideas dispersas, reflexiones, fragmentos literarios, frases cargadas de poesía, especulaciones y divagaciones que dibujan para el lector de hoy la más que definida personalidad de Italo Calvino.
Del mismo autor: Aquí
2 comentarios:
Como todos los libros de Calvino, me pareció una obra de arte. De hecho fue por este libro por el que llegué a este autor, cosa rara para alguien con tantos libros mayores. Y fue porque era el único que estaba en mi biblioteca. Por suerte, me atrajo desde un principio... y se transformó en uno de mis autores favoritos
A mí me pasó al revés, Juan. He leído unas cuantas de sus novelas y a este ensayo he llegado casi de rebote, leyendo capítulo por capítulo para preparar un reto literario. Pero me fue enganchando y me lo leí por mi cuenta hasta el final. A mí me ha parecido maravilloso, es como meterme en el mar y hundirte. Por otra parte, creo que hay que recomendarlo con cautela porque a algunos les va a decepcionar.
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