Título original: Ennemis publics
Año de publicación: 2008
Traducción: Jaime Zulaika
Valoración: recomendable para fans
A Houellebecq los trágicos acontecimientos del 2015 le están haciendo la más eficaz de las campañas promocionales. Seguramente no le haga ni pizca de gracia la circunstancia que lo ocasiona, claro, pero, por mucho que su personalidad pública parezca revelar lo contrario, como escritor que aspira a ser leído o divulgado, la tormenta generada a su alrededor no puede dejar de ser algo teñido de fascinación, dramática fascinación desde luego y nada a tomar a chanza. No sé si es el nuevo Nostradamus, pero la persona o el personaje que se ha ido configurando a su alrededor empieza a quebrar hasta ese aparentemente exagerado status de "star" literaria, empieza a superar barreras para transformarse en una especie de icono del pensamiento nihilista del varón maduro contemporáneo.
Pero claro. Luego está la cuestión de escribir así de bien. Porque la promoción de lo vacuo quedaría en eso, en vacuidad, si sus cualidades como escritor no fueran las que muestra con frecuencia en cada una de sus obras. No recuerdo un mal libro del francés, lo siento. Ni recuerdo ninguna reflexión de las suyas que no tenga firme sostén lógico.
En 2008 Houellebecq intercambia e-mails con Bernard-Henri Lévy, estrella de menor calibre del firmamento literario y cultural francés, yan aparente antagonista. En ese momento Houellebecq anda involucrado en dirigir una película basada en su entonces última novela, La posibilidad de una isla (1), circunstancia que menciona. Pero, casualidad, es noticia también porque su madre, con la que mantiene una relación difícil y distante, se ha prestado a aparecer en medios públicos despotricando contra él. Cómo Houellebecq está digiriendo esa situación, cómo ciertos compañeros de profesión están ensañándose, constituye uno de los telones de fondo del libro.
¿Para fans? Decididamente los pasajes centrados en los aspectos filosóficos acaban haciéndose difíciles, en especial para los profanos, e inevitablemente el imaginario cultural galo protagoniza más de un pasaje que puede hacerse muy ajeno. Pero los pros existen: del primer correo, donde parece apuntarse un distanciamiento incluso algo crispado (no sé si fruto de la intraducibilidad, los escritores no abandonan el Usted en todo el libro), paulatinamente se aprecia una progresiva familiaridad, una sensación de proyecto común que no evita que el protagonismo vaya repartiéndose. Lévy, más intelectualizado y con más búsqueda de apoyos en lo clásico, Houellebecq, fiel a su leyenda de diletante, trazando una estampa algo más cercana basada en el intercalado de confesiones y de experiencias personales. Quizás el contexto óptimo para una lectura así sería su lectura de modo parecido a su propia confección: un mensaje, reflexión en su respuesta, respuesta, otra espera. Por lo que, contra un particular criterio propio, recomiendo más tener este libro, conservarlo e irse refiriendo a él, que someterlo a una de esas tour de force lectoras consistentes en lectura exhaustiva. Porque hay muy poco relleno aquí, prácticamente surgen todos los temas que pueden interesarnos, incluso ahora, siete años más tarde. Filosofía, literatura, política local y global, papel de los medios de comunicación y de internet.
Oh, y claro, el islamismo, cómo podemos leer a Houellebecq y no leer sobre el islamismo.
(1) Película casi unánimemente considerada como uno de los máximos desastres de la cinematografía francesa. Zapatero a tus zapatos.
Todas las reseñas sobre Houellebecq en ULAD: Aquí
En 2008 Houellebecq intercambia e-mails con Bernard-Henri Lévy, estrella de menor calibre del firmamento literario y cultural francés, yan aparente antagonista. En ese momento Houellebecq anda involucrado en dirigir una película basada en su entonces última novela, La posibilidad de una isla (1), circunstancia que menciona. Pero, casualidad, es noticia también porque su madre, con la que mantiene una relación difícil y distante, se ha prestado a aparecer en medios públicos despotricando contra él. Cómo Houellebecq está digiriendo esa situación, cómo ciertos compañeros de profesión están ensañándose, constituye uno de los telones de fondo del libro.
¿Para fans? Decididamente los pasajes centrados en los aspectos filosóficos acaban haciéndose difíciles, en especial para los profanos, e inevitablemente el imaginario cultural galo protagoniza más de un pasaje que puede hacerse muy ajeno. Pero los pros existen: del primer correo, donde parece apuntarse un distanciamiento incluso algo crispado (no sé si fruto de la intraducibilidad, los escritores no abandonan el Usted en todo el libro), paulatinamente se aprecia una progresiva familiaridad, una sensación de proyecto común que no evita que el protagonismo vaya repartiéndose. Lévy, más intelectualizado y con más búsqueda de apoyos en lo clásico, Houellebecq, fiel a su leyenda de diletante, trazando una estampa algo más cercana basada en el intercalado de confesiones y de experiencias personales. Quizás el contexto óptimo para una lectura así sería su lectura de modo parecido a su propia confección: un mensaje, reflexión en su respuesta, respuesta, otra espera. Por lo que, contra un particular criterio propio, recomiendo más tener este libro, conservarlo e irse refiriendo a él, que someterlo a una de esas tour de force lectoras consistentes en lectura exhaustiva. Porque hay muy poco relleno aquí, prácticamente surgen todos los temas que pueden interesarnos, incluso ahora, siete años más tarde. Filosofía, literatura, política local y global, papel de los medios de comunicación y de internet.
Oh, y claro, el islamismo, cómo podemos leer a Houellebecq y no leer sobre el islamismo.
(1) Película casi unánimemente considerada como uno de los máximos desastres de la cinematografía francesa. Zapatero a tus zapatos.
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9 comentarios:
Como intuyo que don Francesc es muy houellebecquiano, no voy a morder demasiado; pero es que, si ya le sumamos al ínclito Lévy, el malditismo y el enfanterribilismo empiezan a ser demasiado para mi. Sólo faltaría el difunto Glucksmann para completar el elenco.
Interesante la reseña, pero no sé si me apetece saber mucho más de estos señores.
Saludos.
Con las seis (6) últimas líneas era suficiente.
Gracias por el comentario: no me refería a Houellebecq como adivinador del futuro sino como claro observador de los acontecimientos que cabe esperar en función del presente que parecemos obcecados en crear.
Eh? Gracias por decir "de nada". No se trata de adivinar, sino predecir qué convierten ciertas realidades en inexorable.
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