Año de publicación: 2005
Título original: Patologii
Traducción: Marta Rebón
Valoración: muy recomendable
Funciona así. Te gusta mucho un libro, te gusta mucho y encima recorre y menciona territorios que tienes inexplorados. Entonces empiezas a acudir a sus referencias. Pues bien, yo estoy leyendo a Zajar Prilepin por las menciones que se hacen de él en la soberbia Limónov de Carrére. También leeré al propio Edward Limónov algún día. Ya no solamente por curiosidad literaria, sino también intrigado por conocer de primera mano la realidad de ciertas sociedades que nos parecen lejanas. Obviamente para el lector occidental ello representa un primer factor de atracción. Pues caemos aún en esa trampa, en asociar el desmembramiento de la URSS a un panorama de violencia, corrupción y crueldad generalizada, a una especie de enorme operación de recomposición de fronteras y reubicación de poderes, lucha de identidades y nostalgia del poder ostentado. A un fantasmagórico proceso de reempleo de fuerzas bélicas, de comandos especiales, de soldados de alta cualificación que, sin un enemigo externo, acabarán generando enemigos internos. Nacidos para matar.
Encima Zajar Prilepin tiene todo el pasado que otorga credibilidad y caché para quien pretenda escribir sobre un tema; sin haber cumplido los 40 ya tiene una formación como filólogo y un pasado como militar en las fuerzas especiales, y un presente como disidente político en la rocambolesca formación política en que coincidió con Limónov.
Patologías es un diario de campaña, una narración de una naturalidad escalofriante de lo que es el día a día en un conflicto bélico marcado por la desigualdad. La unidad rusa avanza como una apisonadora sobre los barrios chechenos, limpiando edificios, sin contemplaciones ni escrúpulos.
Lo que vemos en este libro no es la abulia ni la guerra burocrática de los soldados de series como Generation Kill. El paso de la unidad por los edificios jruschovianos se produce como si jugasen una partida de Tetris: ahora por aquí, ahora por allá, siguiente nivel, previo recuento de efectivos. La frialdad de la narración, en la que sólo en momentos puntuales (pero notables y memorables, gran mérito de Prilepin) se pone en tela de juicio todo ese teatro absurdo.
Quizás (y apostaría que se trata de elecciones poco acertadas por parte de la traducción) pueda argumentarse alguna expresión algo ingenua cuando el autor adopta metáforas. Pero esta novela se devora como los grandes reportajes de Kapuscinski, con fruición y sin respiro. Puede parecernos a ratos un relato de aventuras, con todos esos episodios armados y con poco hueco para una reflexión para la cual se dispone de escaso tiempo. A ratos creeremos que cierto episodio se hace largo o que ya estamos con lo mismo de todas las guerras: la mugre, la destrucción, el cansancio de la tensa espera. Pero así es en realidad un conflicto extraño y desigual como el de Chechenia, con el bando perdedor que, sabiendo su condición de antemano, se conforma con resistir, dilatar el momento de lanzar la toalla y causar el mayor daño posible.
Patologías es un diario de campaña, una narración de una naturalidad escalofriante de lo que es el día a día en un conflicto bélico marcado por la desigualdad. La unidad rusa avanza como una apisonadora sobre los barrios chechenos, limpiando edificios, sin contemplaciones ni escrúpulos.
Lo que vemos en este libro no es la abulia ni la guerra burocrática de los soldados de series como Generation Kill. El paso de la unidad por los edificios jruschovianos se produce como si jugasen una partida de Tetris: ahora por aquí, ahora por allá, siguiente nivel, previo recuento de efectivos. La frialdad de la narración, en la que sólo en momentos puntuales (pero notables y memorables, gran mérito de Prilepin) se pone en tela de juicio todo ese teatro absurdo.
Quizás (y apostaría que se trata de elecciones poco acertadas por parte de la traducción) pueda argumentarse alguna expresión algo ingenua cuando el autor adopta metáforas. Pero esta novela se devora como los grandes reportajes de Kapuscinski, con fruición y sin respiro. Puede parecernos a ratos un relato de aventuras, con todos esos episodios armados y con poco hueco para una reflexión para la cual se dispone de escaso tiempo. A ratos creeremos que cierto episodio se hace largo o que ya estamos con lo mismo de todas las guerras: la mugre, la destrucción, el cansancio de la tensa espera. Pero así es en realidad un conflicto extraño y desigual como el de Chechenia, con el bando perdedor que, sabiendo su condición de antemano, se conforma con resistir, dilatar el momento de lanzar la toalla y causar el mayor daño posible.
Y en eso consiste la crónica del devenir cotidiano de Yegor Tashevski, integrante de una de esas unidades especiales que en primera línea y en plena jungla urbana. Entregado al día a día del conflicto, en lo que nos parece una rutina cercana a la desesperación, pero que traza en realidad una curva ascendente hacia el apocalipsis, a una escena final dantesca, enfermiza, pesadillesca, colofón idóneo para un libro que esconde un mensaje no siempre visible a flor de piel.
2 comentarios:
No soy muy de novela bélica, aunque he leído algunas muy buenas, que profundizan en aspectos más intimistas de quienes participan en ellas o me ayudan a entender algunos conflictos. No conozco mucho del entramado de la guerra de Chechenia, y me voy a llevar anotado este después de haberte leído.
Gracias!
Gracias, Ana, por el comentario. Lectura para la que hay que tener cierta predisposición, por cierto.
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