viernes, 24 de abril de 2009

Alberto Méndez: Los girasoles ciegos

Idioma original: español
Fecha de publicación: 2004
Valoración: Muy recomendable

La revisión de la historia cercana (relativamente) está de moda: la recuperación de la memoria, la revisión de los relatos de los vencedores, y también de los de los vencidos, llenan nuestras librerías y los artículos de opinión de muchos periódicos. A esa revisión del pasado –concretamente de la primera posguerra-, aunque con una voz muy personal y un acento en lo humano individual, se une Alberto Méndez, un narrador sólido, tardío y aclamado por la crítica, aunque lamentablemente fallecido poco después de publicar Los girasoles ciegos.

Todos los personajes de Los girasoles perdieron la guerra (o mejor, se perdieron en la guerra), cada cual según su condición y empujado por diferentes circunstancias. Así el capitán Alegría, protagonista de “Si el corazón pensara dejaría de latir”, que decide rendirse al ejército republicano precisamente la noche de la victoria final sobre el Madrid sitiado, aun sabiendo que esa rendición acarreará su desgracia definitiva; o Elena, Eulalio y el pequeño Rafael, que en “Manuscrito encontrado en el olvido” se refugian en la montaña huyendo del ejército nacional, sólo para encontrar la soledad, la locura, la muerte; o Juan Senra, profesor de violonchelo apresado y juzgado por un tribunal militar, y que, como una Sherezade moderna, debe inventar historias honorables en “El idioma de los muertos” para el nada honorable hijo del coronel que le juzga; o, por último Lorenzo y su familia, obligados en “Los girasoles ciegos” a vivir entre secretos y fantasmas, y acosados por la mirada supuestamente protectora –y lasciva- del hermano Salvador.

Aunque el terrible contenido de estas historias, que nos muestran seres en el límite de la vida y la muerte, de la cordura y la locura, del honor o la vergüenza, es suficiente para atraer nuestro interés hacia ellas, la técnica narrativa implacable con la que están escritas contribuye a acentuar la sensación de claroscuro barroco (las figuras, dolorosamente claras sobre un fondo negro) en que nos sumerge el libro. Además, las repeticiones temáticas, de situaciones y personajes, contribuyen a la unidad de la obra, que, con un poco más de atrevimiento, su autor hubiera podido denominar “novela” en vez de colección de relatos. El mismo recurso de ceder la voz a los personajes en determinadas historias ayuda a conseguir el efecto de realidad que tan poderosamente logra transmitir esta novela.

4 comentarios:

Guillermo Gómez dijo...

Es una de mis lecturas pendientes desde hace tiempo.

Jaime dijo...

Hmm.. he de reconocer que le tengo cierta manía a esta avalancha de novelas y películas sobre la guerra civil, pero por lo que cuentas me han dado ganas de probar con éste.

Ian Grecco dijo...

A mí no me convenció este libro...La historia que más me gustó fue la última, la que ha sido llevada al cine,quizás precisamente por eso, porque era la más cinematográfica; y las demás, psé...

Y la verdad es que no me creí ni una sola línea del cuento de la parejita joven, el bebé y la vaca, y eso que con ese relato, el autor ganó el Max Aub.

Paula dijo...

A mí tampoco me convenció. Tampoco me disgustó. Pero para gustos los colores.