Título original: Il fu Mattia Pascal
Traducción: Ildefonso Grande y Mario Grande Ramos
Año de publicación: 1904
Valoración: Está bien
Quizá un día de estos podríamos jugar a crear tipologías de libros según las sensaciones que nos va proporcionando la lectura, algo más que una valoración general, por ejemplo libros que comienzan de forma brillante pero que enseguida se desinflan (montones), otros a los que extirparíamos trozos que nos parecen innecesarios o que los lastran de alguna manera, o aquellos que no cumplieron las expectativas pero nos dejaron a cambio alguna satisfacción inesperada. Y esto podría extenderse sin límites. A esta novela de Pirandello la clasificaría en dos lotes: libros que no empiezan nada bien, pero poco a poco van ganando altura, y aquellos que solo somos capaces de apreciar mejor dejando pasar cierto tiempo. Que a los mejor son dos características no tan diferentes.
Porque no, realmente no empieza nada bien la historia de Matías Pascal (entre paréntesis, qué manía de traducir los nombres propios, a no ser que sean ingleses). Aunque Pirandello lanza alguna bengala para dejar señalado que no será una historia convencional, lo cierto es que todo tiene un tufillo costumbrista un poco desalentador: familia acomodada cuya decadencia la gestiona un administrador sin escrúpulos, amoríos pueblerinos a dos bandas con suegra agresiva, el amigo tontito enamorado, y todo ello sumergido en una prosa que imita sin recato el habla coloquial, a veces dubitativa y a veces enfática, de forma que en ocasiones no es fácil hacerse con el hilo de las conversaciones.
También es verdad que Pirandello nos deja alguna escena bien montada y muy divertida, como una memorable pelea entre dos viejas. Pero el momento fundamental de la narración (no es espoiler, sino punto de partida) es la extraña forma en que Matías, en su ausencia del pueblo, es dado por muerto sin que se sepa del todo si se trata de un lamentable error o hay tras ello alguna intención oculta. El caso es que, liberado de ataduras, el protagonista inicia una nueva vida.
¿Qué significa que uno pueda borrar completamente su pasado, dotarse de una nueva personalidad y sentirse libre para cualquier iniciativa que le apetezca? Lo que parece un privilegio sin parangón para alguien aprisionado en un pequeño pueblo y en un círculo familiar más bien tóxico ¿puede convertirse en algo muy diferente? En definitiva, la libertad absoluta ¿es por sí misma garantía de felicidad, o la vida se compone de más cosas que deben tener su lugar y encajar entre sí? ¿La felicidad o parte de ella podría consistir en disponer de esas piezas y conseguir que funcionen con armonía? Son preguntas que se van dejando caer en el curso de la experiencia del nuevo Matías, y es mirando así el relato, desde una cierta distancia, cuando va cobrando todo su valor, ese que a veces, como esta, se resiste en el momento de leer.
Porque la narración en sí tiene además un poco de todo. Sin abandonar ese peculiar estilo que se puede hacer algo incómodo, contiene algunas magníficas caracterizaciones de personajes, así como imágenes de gran belleza y carga metafórica, como aquella de las sombras pisoteadas por carruajes y animales. Y al mismo tiempo, se ve también lastrada por algunos pasajes demasiado largos y con poco sentido, como ciertas incursiones en la teosofía y en algo parecido al espiritismo, o como algunos personajes que contribuyen a la confusión y aportan más bien poco.
De manera que conviene dar a la lectura un cierto margen para que terminen calando las dudas en torno a la condición humana, que son en mi opinión la columna vertebral del relato, y dejemos en segundo plano lo que al menos desde fuera, y reconozco que dicho con cierto atrevimiento, parecen deficiencias técnicas que han podido suponer un obstáculo, pero que quizá no debieran oscurecer lo esencial de la historia.

No hay comentarios:
Publicar un comentario