Título original: Északról hegy, Délről tó, Nyugatról utak, Keletről folyó
Año de publicación: 2003
Traducción: Adam Kovacsics
Valoración: recomendable (con muchas reservas)
Hola, amigos, soy László Krasznahorkai, pero me pueden decir el Lalo, y hoy les mostraré, en tan solo 170 páginas, mis conocimientos acerca de pagodas y del Chamaecyparis obtusa, más conocido como hinoki, es decir, un árbol del cual sacan la madera para diversas construcciones como templos, palacios, entre otros, es decir, un árbol muy noble y sagrado al cual le debo gran respeto porque me permite reflexionar sobre el infinito y la historia de la humanidad y de cómo somos incapaces de contemplar la belleza, es decir...
Bueno, exagero, y a decir verdad, valoro que un escritor encuentre un tema que le permita interiorizar conocimientos y gustos para hablar de ello con emoción, pero la excesiva repetición de ideas condiciona (y mucho) la lectura. Se dice que la prosa de László es como "lava volcánica subterránea" (palabras de uno de sus editores, idea que, con cierta ironía, rebatió el mismo escritor), en el sentido de que, a través de las reiteraciones y circularidades, lo que expresa se va canalizando y procesando en tu interior. Pero me parece que media una (gran) distancia entre lo que quiere contar y el hecho de que, a las cincuenta páginas, ya ha dicho lo que tenía que decir una y mil veces.
La trama es mínima: el nieto del príncipe Genji (algunas veces parece que transcurre hace siglos y otras veces es evidente que se desarrolla en un período cercano al nuestro), luego de encontrar en un libro la existencia del jardín más perfecto del mundo, decide escapar de su séquito y buscarlo. Después de dar vueltas en un pueblo y sintiéndose en un laberinto, llega a un templo mientras sus sirvientes lo persiguen (hacen el intento, al menos). Y a partir de ahí empiezan las peculiaridades de la novela.
La estructura está basada en capítulos cortos; por lo general, de cinco capítulos, tres se centran en descripciones de la cultura japonesa, uno de breve reflexión o de mirada sobre el paisaje y el último es el que avanza la trama. Uno se siente, efectivamente, como el protagonista ante las puertas del templo, donde luego de las puertas hay otra entrada exactamente igual, y luego de ella hay otra entrada que es menor pero que no reduce su grandeza, y luego de la entrada hay el templo, donde no encuentra lo que busca, es decir, personas o pistas acerca del jardín, salvo chispazos de intuición que olvida tan rápido como le vienen. Toda esta estructura que no llega a ser laberíntica pero que lo es en cierto modo se potencia con la prosa; si bien no es difícil de seguirle la corriente a las oraciones larguísimas (son pocas las ocasiones en las que uno se pierde), uno termina irritándose con el uso de "pues", "es decir", "pero" (no creo que venga por el lado de la traducción, porque Kovacsics trabajó con toda su obra), y la necesidad de desarrollar lo que ya eran obviedades. Quizás es un efecto buscado, porque dudo que un escritor ya consagrado ponga, solo por descuido, que hay una puerta y que te explique que sirve para que una persona pase a otro lugar, pero cuesta conectar y la trama se resiente en unos hilos innecesariamente complejos.
Esto explica el "con reservas" de la valoración. Entonces, ¿por qué el recomendable? Porque, más allá de la estructura, la idea es valiosa, la de perseguir un lugar que quizás solo existe en un libro que probablemente nunca existió, que quizás lo inventaste como anhelo de algo más profundo, la idea de que efectivamente lo puedes encontrar y perderlo en el mismo instante, la idea de que hay fuerzas que no controlas que se encargan de que ese jardín (tan sencillo que solo son ocho hinokis, árbol cuyo significado se subraya constantemente), que te quita el poder de describirlo, no se encuentre nunca, y te rindas en tu búsqueda porque el ser humano está hecho para perseguir el infinito y nunca alcanzarlo, porque si existiera el infinito, en la realidad, la vida sería imposible de vivir y nunca llegaríamos a ninguna parte. Hay momentos, páginas, que con solo unas pocas frases dan alcance de la magnitud de los conceptos, lo que me hace pensar que: 1) László ha errado en esta novela y otras son mejores; 2) es más bien una excusa para homenajear la cultura japonesa, cultura que, dependiendo del autor, puedo comprender o no; 3) no era mi día o no era mi libro. Creo que todas son válidas.
Lo que sí, preciosa la portada.
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