Idioma original: portugués.
Título original: Vista Chinesa
Traducción: Mercedes Vaquero
Año de publicación: 2022
Valoración: entre recomendable y está bien
Libros como Vista Chinesa obligan a quien los lee con la intención de reseñarlos, de opinar sobre ellos, a un ejercicio de un cierto equilibrismo. El que supone balancear la obvia utilidad del texto en sí con su estricto valor desde un sentido estrictamente literario. Por supuesto, es una tesitura difícil. Se trata de una novela corta, apenas una hora y media de lectura, en la que la autora toma la voz de una amiga íntima, una arquitecta que, en medio de las preparaciones necesarias para los dos eventos deportivos que tuvieron lugar en Brasil (Juegos Olímpicos y Mundial de Fútbol) fue violada cuando salió a correr por un parque en las afueras de Río de Janeiro. Es una narración en primera persona interpuesta y es de una crudeza y realismo incuestionables, de hecho es una carta de la víctima a sus hijos, esa es la modalidad que usa la autora para describir todo el proceso.
Por tanto, es un acto de enorme valentía, una especie de catarsis, y sus intenciones son inapelablemente honestas: la denuncia, el testimonio, la descripción del duro proceso que se inicia cuando una mujer se encuentra en una situación así y lo tortuoso que es. Nada que oponer desde una perspectiva de un libro así en cuanto a necesario. Y mis reticencias no irían por ahí, comprendiendo lo pantanoso del asunto. Pero, ¿para qué esperar al epílogo del libro para que la víctima se decida a despojarse de su anonimato y acepte dar su nombre? No acabo de ver el sentido, si de lo que se trata es hasta cierto punto de denunciar no solo los hechos, sino el desagradable proceso al que se obliga, tanto bajo la coartada de la investigación como para el mero hecho de impartir justicia. Supongo que en todas partes responde a un cierto esquema en que hay que obtener todo lo que permita buscar al agresor. Los reconocimientos de los médicos forenses, el testimonio para la denuncia, las prospecciones de la investigación, el cerco de los posibles sospechosos: todo puede hacerse farragoso, pero no veo otra manera de acercarse a la verdad que esa. Supongo que se puede ver desde un prisma más frío o más sensible, pero lamentablemente, no creo que Brasil sea una excepción, es que ese proceso implica una intervención obligatoriamente funcionarial, donde la implicación emocional puede resultar incluso poco compatible.
Todo ese recorrido en el cual Júlia ha de regresar a los hechos y revisitar sus sensaciones me ha parecido a veces previsible y a veces, por la interposición narrativa, poco realista o incluso, supongo que para mitigar el dolor, algo edulcorado. Puede que un testimonio directo, una narración más directa y descarnada le hubiera sentado mejor a las intenciones del libro.
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