miércoles, 12 de enero de 2022

Fernando de Rojas: La Celestina

Idioma original: castellano
Año de publicación: 1502 (aproximadamente)
Valoración: Está bien



La Celestina está en todas las bibliotecas y programas de estudio, hasta el punto que resulta difícil que ningún ser humano de habla castellana haya logrado eludirla a lo largo de una trayectoria académica estándar. Otra cosa es que, por mucho que se haya leído, se haya llegado a profundizar en la complejidad del artefacto literario y de lo insólito de su naturaleza. Pero eso tampoco quedará resuelto en esta reseña, que para eso está la wikipedia y montones de artículos, ensayos y tesis muchísimo más eruditos. 

Lo que sí expondré son unos argumentos que expliquen por qué esta obra no me impresiona como tal y, sin embargo, puedo comprender que sea considerada un hito de nuestra literatura. Suena a contradicción irresoluble pero tan solo es una pescadilla que se muerde la cola.

Resumen resumido: el noble Calisto conoce accidentalmente a Melibea, hija de un rico comerciante, de la que se enamora al momento. Ante el inicial desprecio de ella, Calisto se pone en manos de la vieja y oscura Celestina para que interceda y le consiga sus favores. La necesaria participación en el plan de los dos criados de Calisto (Sempronio y Pármeno) generará una atmósfera de ambición, envidias y desconfianza por sacar el mayor provecho lucrativo de las ansias de los dos enamorados que empujará a todos ellos hacia un final trágico.

La Celestina, antes conocida bajo el título de Tragicomedia de Calisto y Melibea, ha sido objeto de debate en cuanto al género (¿novela, comedia humanística, tragedia, tragicomedia…?) en cuanto a la autoría, llegándose a considerar bajo algunas hipótesis de autoría colectiva y también en cuanto a su intención o propósito. Todo ello ligado a una larguísima trayectoria editorial, iniciada a principios del siglo XVI, repleta de interpretaciones, adaptaciones y censuras, que ha dado lugar a una obra de difícil catalogación y a la vez única e insólita.

Otra cuestión es cómo todo ese periplo de ambigüedad y transformación contribuye a su pérdida de carga cuando es leída o representada bajo los cánones y expectativas de una obra teatral. En cualquier caso, no deja de ser mi opinión personal de lectora de teatro que se chifla con historias bien hiladas, cargadas de conflictos universales y personajes llenos de humanidad. Y de ahí que La Celestina no me convenza:
  • Porque sus personajes no despiertan la menor empatía; no hay ninguno por el que el lector sufra o por el que el lector se cambiaría. Incluso Calisto y Melibea que no dejan de ser dos víctimas de su entorno, quedan retratados como dos auténticos chorlitos.
  • Porque ninguno de los conflictos que se apuntan llega a su culminación y todo queda en una amalgama de temas de baja intensidad: los peligros de dejarse llevar por el amor romántico, los peligros de emplear malas artes con fines lucrativos, las pugnas que se generan con la diferencia de clases.
  • Porque ninguna de las tramas logra (tampoco) hacerse con las riendas de la narración: ni los amores de Calisto y Melibea, ni los tira y afloja entre Celestina y los criados, que quedan unidas por un desenlace final que, en mi opinión, se posterga demasiado y no resulta del todo verosímil. La muerte de Calisto cayendo por la escalera me resulta casi cómica.
No por ello hay que quitarle mérito al personaje de Celestina, todo un arquetipo del que se han extraído centenares de facetas. Tampoco al esfuerzo cómico con todos los comentarios que, sobre todo los criados, lanzan al público/lector para hacerlo cómplice de sus ideas e intenciones. Para mí el pasaje más significativo es el alegato «puta vieja» que le hace Pármeno a su amo Calisto cuando al principio de la obra trata de disuadirlo de ponerse en manos de Celestina:
«¿Piensas que se siente insultada cuando le llaman puta? No lo creas; que se glorifica en oírlo, como tú, cuando dicen: ¡diestro caballero es Calisto! Y además es conocida por tal título. Si entre cien mujeres va y alguno dice: ¡puta vieja!, sin ningún empacho vuelve la cabeza y responde con alegre gesto. En los convites, en las fiestas, en las bodas, en las cofradías, en los mortuorios, en todas las reuniones de gentes, con ella pasan el tiempo. Si pasa por donde están los perros, a eso suena su ladrido; si está cerca de las aves, otras cosas no cantan; si cerca de los ganados, balando lo pregonan; si cerca de las bestias, rebuznando dicen: ¡puta vieja! Las ranas de los charcos otras cosas no suelen decir. Si va entre los herreros, aquello dicen sus martillos. Carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento forma en el aire su nombre. Cántenla los carpinteros, péinenla los peinadores, tejedores. Labradores en las huertas, en los surcos, en las viñas, en las siegas con ella pasan el afán cotidiano. ¡Oh qué comedor de huevos asados era su marido! ¿Qué quieres más, sino, si una piedra toca con otra, luego suena ¡puta vieja!?»
Por otra parte, y volviendo al tema de la naturaleza indeterminada de la obra, hay que decir que tal indeterminación (en el buen sentido de la palabra) es la que probablemente haya dado lugar al amplísimo abanico de interpretaciones, tonos y atmósfera bajo la que se ha adaptado y revisado esta obra: desde la óptica más oscura y fantasmagórica alrededor del mito de la Celestina-bruja, hasta la versión más cómica, gamberra y libertina, pasando por otra —ineludible y descafeinada— que pone el foco en la historia de amor romántico entre Calisto y Melibea. Para mí, sin embargo, no cabe duda de que el tema principal es la fricción que se genera con la diferencia de clases.

La valoración Está bien surge, por tanto, de la lectura realizada estrictamente bajo la óptica teatral sin que por ello deje de invitar a nuestros lectores a formarse una idea propia al respecto. Sobre la edición, yo tampoco iría a buscar algo muy remoto porque ya bastante se enrollan los personajes como para que además lo hagan en castellano antiguo. Al final una buena adaptación que no sea escolar logrará transmitir el espíritu de la obra y los hechos de la historia sin tener que dejarse la salud mental por el camino.

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