domingo, 12 de septiembre de 2021

Javier Cercas: Independencia

Idioma original: español

Año de publicación: 2021

Valoración: previsible

El escritor ante la página (la pantalla).en blanco. Dicen algunos que es una sensación que puede resultar terrorífica. No sé si eso lo definiría. 

Pero, primero, aclararé que he leído mucho a Cercas. Siete de sus últimos nueve libros. Seis de ellos conforme se publicaron. Pero, como alguno diría, perdí la fe. Fue después de constatar, con El impostor, que el escritor empezaba a repetirse en sus recursos narrativos, a abusar de algunos de sus hallazgos, a ser previsible en la secuencia tanto de su trazo estilístico como de la estructura de sus escritos.

No leí El monarca de las sombras,  ni mucho menos Terra Alta, por la que obtuvo - por delante de Vilas y su sonrojante Alegría, no es que sea mucho mérito- el prestigioso premio Planeta, novela que representó su primera incursión en el género policiaco, género con el que podríamos decir que siempre había coqueteado en su obra, y parece que Cercas está muy orgulloso de ella pues no hay pocas menciones (siempre en el entorno meta-ficcional) en esta teórica segunda parte, Independencia, que demuestra que el escritor parece iniciar una especie de serie, y que pretende que Melchor Marín (policía catalán que se ha erigido en héroe al abatir a los terroristas del atentado de Las Ramblas) se constituya en su Pepe Carvalho, en su Montalbano. 

Pero el problema es que Cercas ha intentado adaptarse al género a través de varios pasos. Desprenderse, por ejemplo, de su prosa percusiva e insistente, que era eficaz en muchas de sus novelas anteriores, e incorporar de forma descarada y muchas veces sin venir al caso, el componente ideológico que suele mostrar en sus artículos en prensa, son los dos cambios más destacados. Pero en ese tránsito digamos que ha perdido su esencia literaria, o mucha parte de ella. Cercas escribiendo novela policiaca está más desorientado que Bertín Osborne cantando rancheras. Escribe forzado en el peor sentido, con diálogos inverosímiles, tramas de sencilla resolución, y situaciones y lugares comunes a mansalva. O no me diréis si situar una novela en la Barcelona de esta década (de hecho, la novela se sitúa unos años más allá, como en 2025) y apelar a las escuelas de negocios del Upper Diagonal, a las famosas familias que dominan la sociedad catalana, a los locutorios y tiendas de reparaciones de móviles de  pakis ubicados en el Raval, a prostitutas, a yonkies, a policías con un pasado, no es una acumulación de tópicos.

Entonces la trama, a la medida para verter sus opiniones políticas, que en el caso de Cercas incluyen desvergonzadas genuflexiones ante el poder,  casi es lo de menos, absoluto sacrilegio para el género. Ni suspense ni misterio: el policía de marras acude a Barcelona y es designado para un caso de ramificaciones políticas. La alcaldesa de Barcelona (no Ada Colau, se supone que su sucesora sin una filiación política clara) es chantajeada con la publicación de un video de contenido sexual y hay que descubrir quiénes están ejerciendo esa presión. Contando que el vídeo era tomado y protagonizado por un trío de amigos (dos de clase alta, un tercero retratado como un advenedizo sin pedigree) y que entre ellos están un ex-marido y algún compañero en el ruedo político municipal, y que los vídeos de sus episodios de abusos, con otras mujeres, ninguna tan célebre, que captaban en una discoteca, eran siempre grabados por uno de ellos (fallecido) y que la posesión de esos vídeos constituían la herencia, el plan de jubilación de quien los tuviera, pues qué queréis que os diga, solo resta saber en qué momento descubriremos que el asesino era el mayordomo, que dice aquél. Lo cual me ha hecho, conforme he digerido la novela, enfadarme cada vez más. 

Cercas tenía muchas ganas de propinarle diatribas al procés independentista, a las élites gobernantes y económicas, que son lo mismo, a los centros privados elitistas de educación, a las intrigas políticas y a los cambios de camisa con tal de mantenerse en el poder. Esa, incluyendo el título algo provocativo, parece ser la intención, o el pretexto, de la novela, y ese es su lastre, pues parece haber prescindido incluso de sus señas de identidad para presentar una obra gris, aburrida y mediocre. Eso sí, ni una duda de que os la encontraréis en ciertas listas de lo mejor del año, las de los de siempre. Faltaría.

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