Título original: Daddy Issues
Traducción: Alberto Gª Marcos
Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable
Quisiera avisar ya de entrada que es posible que esta reseña lleve a cierta polémica, pues el contenido del ensayo que nos ocupa se centra principalmente en la figura del padre y la relación con sus hijas. Y Katherine Angel analiza esta relación desde un punto de vista sociológico, cultural e incluso psiquiátrico con claras simpatías hacia las teorías freudianas.
Pongámonos en cualquier caso en antecedentes. Históricamente, y según apunta Angel, el patriarcado fue esencial en el discurso feminista de hace unas décadas, pero su universalismo fue en contra de su concepto organizativo, pues sugería una simpleza en el problema que únicamente requería una solución simple (cuando en realidad es mucho más complejo que esto). Igualmente, otro de los factores que jugaron en su contra en los noventa fue que las alusiones al patriarcado sonaban rancias; afortunadamente, hoy en día está resurgiendo esa mirada crítica hacia el patriarcado gracias a una serie de movimientos que cuestionan y critican la falta de igualdad intrínseca en esta construcción social.
El movimiento del #MeToo fue un aspecto clave en la sociedad para evaluar y analizar el sistema patriarcal que rige la mayoría de nuestros países. Y ese movimiento sirvió (y sigue siendo así) para criticar la figura de los hombres como personas dominantes en las diferentes esferas sociales, desde la académica, a la empresarial o incluso a la familiar. Y es cierto que, con el movimiento, irrumpió una oleada feminista con historias de abusos por parte de los hombres hacia las mujeres, pero no deja de ser también cierto que esa mirada crítica iba dirigida principalmente hacia las relaciones profesionales o sentimentales. Pero… ¿qué sucede con los padres?
Porque no nos engañemos, se critica a las parejas, los amigos, las ex parejas, pero, ¿qué ocurre con la figura paterna? ¿Debe ser ajena a esta mirada crítica? Porque la realidad es que se ensalza en exceso la labor de los padres en el cuidado de los hijos, y la autora, de manera categórica afirma (y creo que sabiamente) que la adulación que recibe un padre cuando se encarga de la crianza de un hijo le envuelve de un halo de santidad, mientras que si quien realiza esa tarea es la madre pasa totalmente desapercibida. Así, afirma que «una madre activa es una madre, mientras que un padre activo es un santo». Ahí aparecen los daddy issues, los traumas relacionados con el padre, que ejerce un influjo inevitable y, según la autora, «perturbador tanto si reivindica como si rechaza el rol patriarcal que le ha concedido la historia.»
Angel incide en el aspecto de que el padre es el gran olvidado cuando se recriminan actitudes machistas, y pone como ejemplo a Ivanka Trump y la relación sexualizada que su padre mantiene con ella a quien evalúa, admira y objetifica como a cualquiera de esas otras mujeres a las que «agarraría por el coño» (y discúlpenme la literalidad de la cita). Ivanka calificó esta frase de Trump como «claramente inapropiada y ofensiva», aunque añadió que «mi gran consuelo es que conozco a mi padre». Trump por su parte declaró que «de no ser hija mía, a lo mejor saldría con ella» y afirma que «yo contribuí a crearla. Ivanka. Mi hija, Ivanka. Mide un metro ochenta y tiene un cuerpo espectacular». Y, en esta ejemplificación de relaciones tóxicas, aunque dejando de lado la atracción física, también pone como ejemplo al padre de Meghan Markle que declaró, respecto a su hija, que «lo que me saca de quicio es su aire de superioridad. Si hoy en día es duquesa, es gracias a mí. Todo me lo debe a mí». Así, al igual que Trump se apropia de los atributos físicos de su hija, Markle se apropia de la identidad y los logros de la suya.
De esta manera, con estos dos ejemplos, Angel pone el foco en dos aspectos clave de los daddy issues; por una parte, «un concepto muy arraigado en la cultura: la asunción de que debe establecerse una suerte de relación amorosa entre un padre y una hija», como «un acuerdo de adoración mutua». Por otra parte, la apropiación de las cualidades o atributos de los hijos.
Esta especie de relación amorosa (y poned las comillas que consideréis), es tratada de manera muy acertada por la autora utilizando como base de su análisis una parte del guion de la película «El padre de la novia» donde el padre sintetiza en un monólogo el crecimiento de su hija desde pequeña hasta que se casa y los sentimientos de supuesto proteccionismo hacia ella, cuando en realidad no es más que la pérdida del poder hacia ella, su sexualización, y la pérdida de distancia respecto a su antiguo yo viril, convirtiendo a su hija en la que probablemente fuera la chica de sus sueños. Así, en la boda de la hija el padre se da cuenta de que «la ha perdido y qué será de su vida» desplazando con esta reflexión a su propia mujer, «borrada de este cuento de hadas». La afilada reflexión o crítica de la autora respecto al contenido de este monólogo (o las ideas que subyacen en él) ya merecen por sí solas la lectura de este libro y también su conclusión, que deja en el aire a modo de pregunta: «¿Puede ser que el horror del padre a la sexualidad de la hija sea una negación del horror que siente debido a su propio deseo?». Porque, de igual manera, afirma la autora que «históricamente, el padre ha protegido a la hija (…) es el guardián de su virginidad, su pudor, su recato». Ese pavor que profesa el padre hacia el posible pretendiente «nace de la identificación y el reconocimiento», es decir, que como hombre que fue la previene sobre ellos. Así, hay un «tenso y nunca reconocido deseo del padre hacia la hija a través de su identificación con otros hombres».
Por todo ello, este breve libro es recomendable pues cuestiona la figura de la paternidad hacia las hijas, y pone en duda cuánto hay de protección y cuánto hay de control y posesión, cuánto hay de miedo a que no sufran y cuánto hay de celos hacia sus parejas, cuánto hay de admiración de los padres a sus hijas por lo que son por sí mismas o porque lo perciben o sienten como logros propios, porque si son lo que lo son es gracias a ellos.
Como aspecto menos logrado es una excesiva retahíla de ejemplos de películas, libros y series con las que la autora sustenta su planteamiento pero, a pesar de ello, las reflexiones que la autora ofrece son interesantes e invitan a una introspección profunda sobre qué somos, cómo nos comportamos y por qué lo hacemos. Y, a pesar de la contundencia con la que la autora expresa sus reflexiones e independientemente de cuán de acuerdo se esté con su pensamiento, si tan sólo hay algo en él que consideramos que es acertado, su lectura ya vale la pena porque solo analizando nuestro comportamiento podremos empezar a dar pasos hacia una actitud más responsable hacia la sociedad y especialmente hacia las mujeres, sean nuestras hijas o no.
Pongámonos en cualquier caso en antecedentes. Históricamente, y según apunta Angel, el patriarcado fue esencial en el discurso feminista de hace unas décadas, pero su universalismo fue en contra de su concepto organizativo, pues sugería una simpleza en el problema que únicamente requería una solución simple (cuando en realidad es mucho más complejo que esto). Igualmente, otro de los factores que jugaron en su contra en los noventa fue que las alusiones al patriarcado sonaban rancias; afortunadamente, hoy en día está resurgiendo esa mirada crítica hacia el patriarcado gracias a una serie de movimientos que cuestionan y critican la falta de igualdad intrínseca en esta construcción social.
El movimiento del #MeToo fue un aspecto clave en la sociedad para evaluar y analizar el sistema patriarcal que rige la mayoría de nuestros países. Y ese movimiento sirvió (y sigue siendo así) para criticar la figura de los hombres como personas dominantes en las diferentes esferas sociales, desde la académica, a la empresarial o incluso a la familiar. Y es cierto que, con el movimiento, irrumpió una oleada feminista con historias de abusos por parte de los hombres hacia las mujeres, pero no deja de ser también cierto que esa mirada crítica iba dirigida principalmente hacia las relaciones profesionales o sentimentales. Pero… ¿qué sucede con los padres?
Porque no nos engañemos, se critica a las parejas, los amigos, las ex parejas, pero, ¿qué ocurre con la figura paterna? ¿Debe ser ajena a esta mirada crítica? Porque la realidad es que se ensalza en exceso la labor de los padres en el cuidado de los hijos, y la autora, de manera categórica afirma (y creo que sabiamente) que la adulación que recibe un padre cuando se encarga de la crianza de un hijo le envuelve de un halo de santidad, mientras que si quien realiza esa tarea es la madre pasa totalmente desapercibida. Así, afirma que «una madre activa es una madre, mientras que un padre activo es un santo». Ahí aparecen los daddy issues, los traumas relacionados con el padre, que ejerce un influjo inevitable y, según la autora, «perturbador tanto si reivindica como si rechaza el rol patriarcal que le ha concedido la historia.»
Angel incide en el aspecto de que el padre es el gran olvidado cuando se recriminan actitudes machistas, y pone como ejemplo a Ivanka Trump y la relación sexualizada que su padre mantiene con ella a quien evalúa, admira y objetifica como a cualquiera de esas otras mujeres a las que «agarraría por el coño» (y discúlpenme la literalidad de la cita). Ivanka calificó esta frase de Trump como «claramente inapropiada y ofensiva», aunque añadió que «mi gran consuelo es que conozco a mi padre». Trump por su parte declaró que «de no ser hija mía, a lo mejor saldría con ella» y afirma que «yo contribuí a crearla. Ivanka. Mi hija, Ivanka. Mide un metro ochenta y tiene un cuerpo espectacular». Y, en esta ejemplificación de relaciones tóxicas, aunque dejando de lado la atracción física, también pone como ejemplo al padre de Meghan Markle que declaró, respecto a su hija, que «lo que me saca de quicio es su aire de superioridad. Si hoy en día es duquesa, es gracias a mí. Todo me lo debe a mí». Así, al igual que Trump se apropia de los atributos físicos de su hija, Markle se apropia de la identidad y los logros de la suya.
De esta manera, con estos dos ejemplos, Angel pone el foco en dos aspectos clave de los daddy issues; por una parte, «un concepto muy arraigado en la cultura: la asunción de que debe establecerse una suerte de relación amorosa entre un padre y una hija», como «un acuerdo de adoración mutua». Por otra parte, la apropiación de las cualidades o atributos de los hijos.
Esta especie de relación amorosa (y poned las comillas que consideréis), es tratada de manera muy acertada por la autora utilizando como base de su análisis una parte del guion de la película «El padre de la novia» donde el padre sintetiza en un monólogo el crecimiento de su hija desde pequeña hasta que se casa y los sentimientos de supuesto proteccionismo hacia ella, cuando en realidad no es más que la pérdida del poder hacia ella, su sexualización, y la pérdida de distancia respecto a su antiguo yo viril, convirtiendo a su hija en la que probablemente fuera la chica de sus sueños. Así, en la boda de la hija el padre se da cuenta de que «la ha perdido y qué será de su vida» desplazando con esta reflexión a su propia mujer, «borrada de este cuento de hadas». La afilada reflexión o crítica de la autora respecto al contenido de este monólogo (o las ideas que subyacen en él) ya merecen por sí solas la lectura de este libro y también su conclusión, que deja en el aire a modo de pregunta: «¿Puede ser que el horror del padre a la sexualidad de la hija sea una negación del horror que siente debido a su propio deseo?». Porque, de igual manera, afirma la autora que «históricamente, el padre ha protegido a la hija (…) es el guardián de su virginidad, su pudor, su recato». Ese pavor que profesa el padre hacia el posible pretendiente «nace de la identificación y el reconocimiento», es decir, que como hombre que fue la previene sobre ellos. Así, hay un «tenso y nunca reconocido deseo del padre hacia la hija a través de su identificación con otros hombres».
Por todo ello, este breve libro es recomendable pues cuestiona la figura de la paternidad hacia las hijas, y pone en duda cuánto hay de protección y cuánto hay de control y posesión, cuánto hay de miedo a que no sufran y cuánto hay de celos hacia sus parejas, cuánto hay de admiración de los padres a sus hijas por lo que son por sí mismas o porque lo perciben o sienten como logros propios, porque si son lo que lo son es gracias a ellos.
Como aspecto menos logrado es una excesiva retahíla de ejemplos de películas, libros y series con las que la autora sustenta su planteamiento pero, a pesar de ello, las reflexiones que la autora ofrece son interesantes e invitan a una introspección profunda sobre qué somos, cómo nos comportamos y por qué lo hacemos. Y, a pesar de la contundencia con la que la autora expresa sus reflexiones e independientemente de cuán de acuerdo se esté con su pensamiento, si tan sólo hay algo en él que consideramos que es acertado, su lectura ya vale la pena porque solo analizando nuestro comportamiento podremos empezar a dar pasos hacia una actitud más responsable hacia la sociedad y especialmente hacia las mujeres, sean nuestras hijas o no.
21 comentarios:
Pienso, Marc, con todos los respetos, que alguien más conocedor del feminismo (sea organizado o como opción personal) verá que, tanto el análisis histórico del fenómeno, como las cuestiones que plantea están analizadas de una manera muy superficial e incompleta. El feminismo se ha fijado en muchísimos aspectos del abuso de poder masculino y con una gran profundidad. Las mujeres, como sujetos de la opresión, ven las cosas mucho más claras de lo que parece exponer aquí la autora. No dudo que ella misma poseerá un discurso personal bastante más complejo. Pero me temo que no es muy buena ensayista y no ha sabido explicarse bien.
Mi pregunta es si en este libro habla de la figura de "sugar daddy", en la que tantos hombres aspiramos a convertirnos...quiero decir aspiran, y qué pasos hay que dar para serlo. Gracias.
El movimiento Meetoo junto con explicaciones freudianas... qué podía salir mal?
Hola, Montuenga.
No quito razón en lo que dices, pero creo que la sensación que tienes puede ser debido a la reseña, donde intento sintetizar lo que contiene el libro, pero también, y especialmente, en que va muy dirigido a la relación padres-hijas. También creo que la autora debe tener un conocimiento más profundo acerca del feminismo y sus motivos, pero no los explora en este ensayo para centrarlo exclusivamente en este tema y no en los muchos otros que el feminismo abarca.
Acerca del comentario del anónimo, entiendo que la aportación es más una crítica a las teorías freudianas que al MeToo, que consideró un movimiento importante por el impacto en la consciencia de gran parte de la sociedad.
Saludos y gracias a ambos por opinar.
Marc
Buenas noches.
Primero voy a responderte sobre el primer fragmento de la reseña.
Por mi parte se terminaron las polémicas en torno al "feminismo" o a lo que en este blog se entiende por feminismo.
Aquí se puede discutir sobre política, literatura, historia, autores, etc. pero no sobre feminismo.
Es muy ilustrativo leer todos los comentarios que han surgido como coletas de reseñas que tengan que ver con el tema y está más que claro que da exactamente igual si haces un chiste, cuestionas a una feminista, una idea, una reseña, o directamente tratas al movimiento de fascista. Las respuestas siempre son iguales: un montón de insultos camuflados hasta que el que cuestiona se calienta y pierde el norte.
Aquí sobre el tema solo nos queda acatar y callar.
Ningún problema por mi parte, que me gusta debatir sobre casi todo. El problema lo tenéis vosotros en el blog ya que para ustedes hay un tema intratable.
Sobre el resto, o sea, sobre esta señora diciéndome lo que siento por mi hija ya que tengo testículos y entonces no hay nada más que hablar, bueno... Solo decir que espero que Anush sea libre, con sentido crítico y capaz de juzgar por sí misma, tanto al patriarcado como a este tipo de personas que creen conocen a su padre solo por el sexo que tiene.
Para terminar, me gustaría saber qué edades tienen tus hijas, Marc. Y cómo has sido capaz de tragarte este libro sin sentir que te están faltando el respeto o cuestionando una de las cosas que más sentido dan a tu vida.
Saludos.
Hola, Diego.
Que yo sepa, aquí tratamos todos los temas y podemos discutir también sobre el feminismo (digo “también” porque es un tema que trata la reseña). Incluso diré que Montuenga ha discrepado y me parece perfecto que sea así. Mientras el debate se mantenga desde el respeto, no hay problemas o al menos no me lo parece. Y hablo por mí, no me gusta hablar por los demás.
Sobre el resto, no tengo por costumbre dar información referente a mi vida personal y menos aún si está tiene relación con otras personas, por lo que eludiré contestar a tu pregunta, pero sí te diré que no me importa que cuestionen mis pensamientos, pues creo que es una de las cosas más potentes de la literatura y que sirven para 1) cambiar la opinión respecto a ciertos temas o 2) reafirmarme en lo que pienso.
Y me he “tragado” el libro, pues a pesar de que obviamente no comulgo con todo lo que expresa, la verdad es que sí hay casos en los que tiene razón (como los ya expuestos) y conocerlos y analizarlos también sirve para ver en qué mundo estamos, sin tener que pensar que eso va dirigido a mí. No tengo porqué sentirme aludido no coincidir con su planteamiento para encontrar en un libro reflexiones que inviten a ver más allá de mi propia vida personal.
Saludos
Marc
Hola a todos:
A mí la reseña me gustó mucho; Marc tiene la capacidad de enlazar reseña literaria con temática social, algo que me encanta y su personalidad es de admirar, ya que veo que se esfuerza por ser amable y respetuoso
El tema es fascinante: padres-hijas y como esta relación se ha visto condicionada por muchos estereotipos rancios que perjudicaban también a los propios hombres, que se veían obligados a mantener la imagen del macho protector que defiende a su hija de los cazadores que, como él, van en busca de su presa, porque están siempre en celo. Esta hipersexualización del hombre, que se basa en principios falsos, aún está muy presente en la sociedad, pero se ha ido calmando (menos mal)
Seamos justos; a mí no me educaron así y no he sufrido el machaque que otras sí tuvieron en casa ( a saber: los hombres sólo quieren una cosa, no te puedes fiar de ninguno..) El resultado es que no he tenido los problemas de otras amigas llenas de miedos y paranoias, aunque sí he vivido esa época en la que los hombres debían demostrar lo "machos" que eran, y tenían conductas absurdas para no ser considerados "nenazas", "blanditos", o epítetos similares. Y las mujeres a defendernos de esos "ataques" orquestados, en un juego estúpido en el que no podías demostrar que querías, si eras como se debía ser. En este ambiente artificial, basado en lo que se debe ser y en estereotipos tan perjudiciales, ¿cómo no iba a haber relaciones familiares complicadas? Cuán difícil ha sido para muchos hombres manifestar sus sentimientos o permitirse tenerlos, porque eran castrados emocionalmente, y se han pasado la vida, por ejemplo, sin decir a sus hijos que los quieren.
El feminismo también ha permitido a los hombres mostrarse cómo son. Salimos ganando todos. Otra cosa es que todo lo que haya dentro del feminismo nos guste, nos parezca bien o incluso nos repulse.
En la actualidad da gusto ver cómo los hombres se implican con los hijos; el avance ha sido enorme, y negarlo es una gran injusticia hacia ellos..supongo que alguien se me echará encima por esto.
Por cierto, Juan, lo de "sugar daddy" ni idea, pero viendo los que triunfan en este concepto te diría que ni ser apuesto, culto, educado o intelectual da puntos. Mejor adopta gatos.
Saludos
Bueno, yo no soy nada de eso, así que voy por el buen camino, parece... ; )
Muchas gracias, Lupita, por tus palabras y por tu siempre interesante aportación.
Y sí, con el feminismo ganamos todos, las mujeres especialmente por recuperar un terreno que los hombres ocupamos imponiéndonos a vosotras, pero también los hombres, por poder así ampliar nuestra limitada mentalidad y reconsiderar y cambiar nuestra privilegiada posición.
Todos ganamos si no lo vemos como una amenaza a lo que tenemos sino una manera de expandir nuestras capacidades.
Saludos y gracias por tu habitual seguimiento y aportación al blog.
Marc
Algunas frases "categóricas" de esta autora, que Marc Peig reproduce en su reseña y me han llamado la atención:
"Una madre activa es una madre mientras que un padre activo es un santo." Caramba. Sin embargo, por lo que luego dice Katherine Angel, los padres más que santos serían demonios u ogros libidinosos y cosificadores de sus hijas. Nada menos. Muy fuerte.
Traumas relacionados con el padre ejercen "inevitablemente" un "influjo perturbador tanto si reivindica como si rechaza el rol patriarcal que le ha concedido la historia." La historia. Ni más, ni menos. El padre como arquetipo psicoanalítico-histórico de un deseo amoroso por sus hijas, que se confunde con el mero control patriarcal que ejerce sobre ellas. Bueno: siempre se pueden hacer afirmaciones de este tipo o de cualquier otro, sin pruebas. Porque, sencillamente, es indemostrable que "el padre" (¿qué padres? ¿qué madres?, cabría decir) sufra de manera ineluctable los traumas históricos que decide esta autora para así apuntalar sus tesis preconcebidas. ¿Existe un trauma colectivo e histórico que afectaría a todos los padres por el rol patriarcal que estos han desempeñado a lo largo de la historia aun rebelándose contra este mismo trauma? Completamente irreal. No existe semejante trauma. Además, no se deja escapatoria alguna al padre. Es su destino, fijado por una especie de determinismo entre biológico y conductual, que implica un deseo consciente o inconsciente por su hija. No parece que exista nada de todo esto. Evidentemente, lo demostrable es que existen padres traumatizados por determinadas causas concretas y reales (pero nunca por una causa histórica, universal e inevitable), como pueden asimismo existir madres traumatizadas, hijos etc. Los traumas son individuales e intransferibles porque afectan a la conciencia particular de cada uno. Es muy discutible hablar de traumas colectivos, psicologías colectivas etc, porque se cae rápidamente en el irracionalismo y la abstracción abusiva.
"¿Puede ser que el horror del padre a la sexualidad de la hija sea una negación del horror que siente debido a su propio deseo?" Podría ser en algunos casos de padres con patologías psicosexuales. Casos anormales. Pero especular retóricamente con un pretendido horror paterno por la sexualidad de la hija, que se explicaría por un deseo malsano y soterrado de él por ella es rizar el rizo hasta el absurdo. ¿Qué pruebas reales, no especulaciones, tiene la autora de que exista en los padres semejante pulsión incestuosa general, por decirlo de algún modo?
"Tenso y nunca reconocido deseo del padre hacia la hija a través de de su identificación con otros hombres." El pretendiente de la hija como rival sexual del padre. Otra fantasía. El padre cosifica a su hija porque la quiere solo para él y teme perderla, como si fuera una muñeca, por ejemplo. Alucinante.
Los ejemplos del bocazas Trump y del padre de la Markle. En el caso de Trump, lo único que quedaría claro es la inmensa arrogancia del presidente norteamericano y su orgullo paleto y verbenero por tener una hija tan guapa como su progenitor. Presume de hija guapa. Sentimiento machista si se quiere, y bastante vulgar, pero en absoluto perturbado o insano. El padre de Meghan Markle todo el mundo sabe que es un jeta y un vividor y que su hija lo fulminó. En su caso, habla el resentimiento y la amargura por haber sido marginado por Meghan. "Todo me lo debes a mí y ahora me das la patada." Triste. Pero nada especialmente raro, la verdad.
Las generalizaciones abstractas fundamentadas en interpretaciones caprichosas sin pruebas de ninguna clase son siempre insostenibles. Otra cosa es que se pueda disfrutar con ellas si están bien escritas.
Y muchos padres que lean semejantes elucubraciones malsanas de Katherine Angel pueden sentirse ofendidos y con toda la razón.
Un cordial saludo.
No se trata de sentirse ofendido. Ese es un final de mierda para cualquier historia. Demasiado abierto para mi gusto, al menos.
Menos aún cuando hoy te lo dicen como si fuera el dos más dos de la psicología y en realidad pertenece al refranero de nuestros abuelos: "¡Si se ofende por algo será!"
No. Si me ofendo por algo es, pero eso es un problema mío. Ya estamos grandes como para ofendernos con otros.
Al menos a temperatura ambiente.
Yo no me leo este libro de la misma manera que no me voy a leer a Pinker, diciendo que biológicamente las hembras están para lo que están y los machos lo mismo ya que la dualidad cartesiana es un fiasco. Así de simple.
(Pero podemos interpretar que mi cromosoma Y ha mandado segregar testosterona para proteger mis privilegios o seguir demostrando que el mundo no ha evolucionado con el ejemplo de mi comentario).
Está demostrado que eso es posible.
Lo que ofende es no tener pasado.
Las teorías psicoanalíticas hace mucho que dejaron de tomarse en serio. Hasta la colección sobre pseudociencias "¡Vaya timo!" le dedicó un volumen (el libro es cortito y es un buen resumen de argumentos contra el psicoanálisis).
Diego, perdóname pero comparar a Pinker con una escritora psicoanalítica es como comparar a Carl Sagan con Rappel, el resumen que te han hecho de él es una completa tergiversación, supongo que de su libro "La tabla rasa". Los libros de Pinker son una maravilla en cuanto a aportación de estudios y datos sobre el problema que plantea en cada uno de sus libros.
Por cierto, no se si conoceréis esta noticia que enlaza a Pinker y el asunto sobre lo que se puede y lo que no se puede debatir:
https://elcultural.com/150-intelectuales-alzan-la-voz-contra-el-auge-de-la-intolerancia-en-la-izquierda
Saludos
Anónimo, esa colección que citas es una verdadera joya. Sus libros, breves, claros y bien escritos, son una auténtica vacuna contra las chorradas que circulan por ahí como si fueran verdades evidentes e irrefutables. Imprescindibles en estos tiempos en donde algunos y algunas quieren "imponer" (palabra que lo dice todo) sus verdades (que no lo son), al mejor estilo fundamentalista. Eso sí, en nombre de la buena causa. Pero con garrote.
Y el manifiesto de los 150 (desde Chomsky hasta Margaret Atwood) es una llamada de atención muy seria a lo que se conoce como izquierda (aunque la izquierda hoy día, tras el derrumbe del socialismo real y el triunfo absoluto del capitalismo, es un conjunto de tribus encrespadas más que un pensamiento orgánico y articulado: feminismos, etnicismos y revanchismos pseudo-históricos). El caso es que estos relevantes intelectuales (quizá ya "fascistas" para ciertos benditos/as) denuncian el gusto por la censura, la indignación moral barata y superficial o el intento de bloquear el libre debate de ideas que se ha puesto de moda entre ciertos sectores oficiales u oficiosos autodenominados "progresistas." En los EEUU, esta moda insultante y tergiversadora es una plaga. Y dicen algo no por repetido muchas veces menos importante: la oposición a la derecha radical nunca debería suponer la imitación de su dogmatismo, su gusto por la humillación pública o sus habituales tácticas propagandísticas execrables. La resistencia contra Trump no lo justifica "todo."
Un cordial saludo.
La resistencia contra Trump obliga a saber que Trump es una resistencia contra nosotros. Habrá que dejar los kilos para la báscula y encontrar mejor uso al espejo.
Y sí, Anónimo, seguramente mi comparación no sea la mejor pero no sé nada de Angel y le debía el crédito.
Aún así, Pinker sonríe demasiado para mi gusto.
Saludos a todos y gracias a Marc.
Buenas a todos. 1984, muy brillantes tus dos comentarios, antes no te lo he dicho del primero y ahora aprovecho para decírtelo de ambos. Tu definición de la izquierda actual, para mí que siempre me he considerado de izquierdas, es tan exacta que casi duele. Un buen libro que define la deriva de ésta me parece "La traición progresista" de Alejo Schapire. Al menos me hizo pensar que no he sido yo el que ha cambiado sino ellos.
Trump será lo que sea, pero no entiendo por qué se le menciona en un manifiesto contra la intolerancia de la izquierda. O quizá sí, intuyo que para demostrar los intelectuales que lo firman que siguen siendo del "bando bueno", no sea que arriesguen sus carreras más de lo que ya lo están haciendo.
Saludos cordiales
Trump ganó unas elecciones. Es lo que hay. Hay demócratas tan demócratas que quisieran que ya se supiera antes de votar el nombre del candidato ganador. Sobre todo, si es progresista o así. Para ellos, la democracia equivale a que ganen los buenos. Es lo contrario: reglas fijas y resultados inciertos. Pero si eres progresista (al margen de lo que esta bobada quiera significar) tienes, por lo visto, una legitimidad especial, quizá de origen divino, negada al resto del género humano. Desde luego, Trump es el presidente legítimo de EEUU porque lo han elegido libremente los ciudadanos de su país. A partir de ahí, todo los juicios de valor que se quieran. Y como los EEUU son una democracia, Trump pasará cuando deseen los ciudadanos norteamericanos que pase y dentro de unos plazos legales. No antes, ni tampoco después. Así funcionan las democracias. Las democracias reales.
Muchas gracias Anónimo. Apunto el nombre de ese libro que indicas para hincarle el diente en cuanto pueda. También yo estoy muy cansado de la izquierda realmente existente, sobre todo en España. De momento, no me borro de la izquierda, pero casi. Para algunos, declararse de izquierdas equivale a tener una superioridad moral de origen desconocido. Es una autoatribución de superioridad, para poder ponerse en el lugar del bien. El mal queda lógicamente para los derechistas etc. Puro maniqueísmo. Y moralina a raudales.
Es muy justa tu intuición. Le dan un palo a Trump para quedar bien. Cuidado, que aunque critiquemos a la izquierda, no somos de derechas. Se cubren las espaldas por si las moscas. Es irónico en un manifiesto contra la intolerancia de la izquierda. Hasta ellos, figuras relevantes de la izquierda, tienen miedo a cierta izquierda. Como si ser de derechas, o de izquierdas, o nada, resultara pecaminoso, o algo intrínsecamente malo etc. En fin: a esta teología política se ha llegado. Es muy peligrosa,
Un cordial saludo a todos.
1984, dejémoslo en que la izquierda española es un ahogado de nostalgia estatista sin intenciones de mover el diafragma, pero sale a respirar cada vez que Casado abre la boca.
Los 150 no son de izquierdas. Desde luego Pinker no lo es. Y sí, es irónico que deban aclarar. Ustedes dos también tardaron poco en hacerlo.
Así que dejemos de castigarnos ¡compañeros! tampoco tienen que tocar muchas maracas los de la derecha cuando salga el coro de los mutilados; en el trueque en el que la izquierda se quedó con la "superioridad moral", la derecha firmó por "LO REAL".
Ahora que Lo real se fue por el retrete florecen los Trumps, a eso me refería yo con la resistencia. Es decir, hijo de Stalin, Fidel e Irene Montero ese rubio no es.
Y ta. Gracias por la charla.
Marc, gracias y disculpas.
En los noventa veía con mi hermano una serie, My soul called life, Ángela, en Latinoamérica. Tenía un guión al que recuerdo con mucho respeto que se sostenía en la voz en off de su protagonista. En el piloto ella lamenta afirmar que su padre evita mirarla desde que sus pechos crecieron. Es una escena muy triste.
Lupita, siempre da gusto leerte.
Hola de nuevo:
Creo que los hombres pueden y deben debatir sobre el feminismo, como sobre cualquier otro tema, no nos pertenece a nosotras, pero da pena cuando las posiciones se enconan y de el debate se pasa a la pelea estéril.
Diego, lo mismo digo. Por cierto, MSCL era una serie estupenda que ¡por fin! no tenía una protagonista boba y estereotipada, aunque hay que reconocer que casi todas la veíamos por Jared Leto, el auténtico Dorian Grey. Creo que se ha vuelto a poner de moda porque la mencionan en Euphoria.
Saludos
Creo que esta entrada se disgrego en una serie de temas, muy interesantes todos por cierto, pero que poco o nada tienen que ver con el libro de marras. Al respecto, me gustaría opinar los siguiente:
- El feminismo es justo y necesario, entendido como la lucha por la igualdad de géneros.
- El feminismo no es una corriente univoca, como tampoco lo son las "izquierdas" o "derechas". Las generalizaciones tienden a simplificar y empobrecer el debate. Estoy consciente de que al decir ésto, estoy haciendo una generalización pero aveces es inevitable.
- El feminismo, el psicoanálisis, el marxismo, el liberalismo, etc. son modelos de análisis, es decir nos permiten dar forma a lo que llamamos realidad y entenderla. No son entidades en si mismas. Las usamos en la medida de que nos son útiles para entender un fenómeno. De lo contrario estaríamos hablando de religión que es un asunto de fe.
- La intolerancia no es patrimonio de ninguna ideología ni género.
- Me interesa el tema de la legitimidad de las democracias. No tengo muy clara mi posición al respecto, pero intuyo que lo que conocemos como democracia representativa está en crisis. Trump salió electo por una notable campaña de marketing, que uso los medios digitales y las redes sociales de un modo impensable una década antes. Hasta que punto la democracia se ha vuelto un asunto que depende más de los recursos y del marketing que de las ideas, es algo que creo deberíamos discutir.
Mis felicitaciones a quienes sostienen el blog y a quienes participan asiduamente. Saludos
Hola, Renato
Sí a todo lo que expones. No tengo más que añadir..
Y claro, se agradecen las felicitaciones y por supuesto me sumo a agradecer a quienes participan asiduamente; creo que son una parte muy importante en ULAD, pues discrepando o reafirmando la reseña, nos enriquecen a todos.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc
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