domingo, 10 de febrero de 2019

José María Arguedas: El Sexto

Idioma original: Español
Año de publicación: 1961
Valoración: Muy recomendable


Para entender mejor esta obra de José María Arguedas es necesario hacer dos comentarios acerca de su vida. El primero hace referencia a su infancia y es que Arguedas, huérfano de madre desde los dos años y medio y semiabandonado por su padre y su madrastra, fue criado fundamentalmente por la servidumbre de la casa paterna, indios en su mayoría, que pusieron en contacto al joven Arguedas con una cultura y una cosmovisión que le marcarían profundamente durante toda su vida. El segundo se refiere al arresto e ingreso en prisión que sufrió Arguedas en 1937 por su participación en las protestas estudiantiles contra la visita al Perú de un general fascista enviado por Mussolini.

El primero de los hechos mencionados marcará toda la vida y obra (indisolublemente unidas) de Arguedas, mientras que el segundo marcará la novela que hoy reseñamos. Porque El Sexto es una novela testimonial que nace de la estancia de Arguedas en el penal limeño que da título al libro. Pero no es solo esto ya que, al mismo tiempo, es una novela con un fuerte componente político y una representación a pequeña escala del Perú de la época. Voy por partes.

El aspecto testimonial de la novela es claro. Si nos quedamos con lo textual, es una novela de denuncia de la situación en el penal. Luchas de poder, malos tratos, corruptelas, vejaciones... El cuadro que presenta Arguedas es verdaderamente aterrador. La brutalidad y la vileza recorren toda la narración y Arguedas no ahorra en detalles escabrosos. Mención especial en este apartado merece el tratamiento otorgado a la sexualidad, muy marcada por la homofobia y el machismo. El sexo aparece en El Sexto como algo abyecto, sucio, turbio y violento, como una herramienta más en manos de los poderosos para envilecer al pueblo. Pese a todo lo anterior, siempre se dejan entrever pequeñas ventanas a la esperanza, ya sea a través de las oníricas huidas de algunos de los personajes o de los rayos de sol que entran en la prisión con el crepúsculo.

El aspecto político no es menos diáfano. La lucha, en el ámbito ideológico, entre los presos del Partido Comunista y los presos del APRA (partido socialdemócrata) es feroz y sitúa en la encrucijada a Gabriel, trasunto de Arguedas y principal protagonista de la novela. 

El tercer aspecto, el de la representación a pequeña escala del Perú, aúna los dos anteriores con la  visión arguediana de su patria. El Sexto es, al menos para mí, una metáfora del Perú de la época. La prisión se divide en dos niveles, el de los "vagos", "maleantes" y presos comunes y el de los políticos, que permanecen totalmente alejados entre sí. El mundo de abajo (el de los comunes) es un mundo cargado de suciedad, violencia y muerte, y se estructura en sus relaciones de poder similares de forma similar al mundo exterior, con una serie de presos que, con la connivencia o directamente a sueldo del poder, explotan de forma brutal a la inmensa mayoría. El mundo de arriba (el de los políticos) se desangra en luchas intestinas y permanece, en gran medida, aislado del mundo de abajo. Entre ambos mundos, y desgarrados por su propia condición dual, una serie de presos políticos de origen serrano (Gabrial, Cámac, Mokontullo, El Piurano...) entrarán en el devastado territorio de los comunes en busca de una justicia y un entendimiento muchas veces imposible, ya que desde sus propias filas son acusados, en ocasiones, de "pequeños burgueses sentimentales" y lindezas similares.

Es en estos personajes situados en un "punto intermedio" donde radica la principal virtud de esta novela y (por lo poco que he leído hasta ahora de Arguedas) del legado arguediano: en el intento de conciliar el hombre nuevo con la tradición ("el hombre vale tanto por las máquinas que inventa como por la memoria que conserva de lo antiguo"), en la tentativa de frenar los intentos de corrupción del indio ("Se empeñan ahora en corromper al indio (...) y convertirlo en miserable imitador, en infeliz gente sin lengua y sin costumbres"), en la denuncia de la explotación de las clases desfavorecidas, en la búsqueda perpetua de una esperanza  y de un entendimiento en medio del horror ("Queremos la técnica, el desarrollo de la ciencia, el dominio del universo, pero al servicio del ser humano, no para enfrentar mortalmente a unos contra otros ni para uniformar sus cuerpos y almas, para que nazcan y crezcan peor que los perros y los gusanos, porque aun los gusanos y los perros tienen cada cual su diferencia, su voz, su zumbido, o su color y su tamaño distintos. No rendiremos nuestra alma")

Un único "pero" le voy a poner a la novela: la quizá excesiva simplificación a la hora de catalogar a la ciudad como fuente de todos los males y la sierra como un mundo, en cierta manera, idílico. No sé yo si todo es tan sencillo, la verdad.

En cualquier caso, da igual. El Sexto es una gran novela, mucho más accesible para un lector europeo que la aquí reseñada "El zorro de arriba y el zorro de abajo" y, por tanto, un punto de partida más "sencillo" para adentrarse en la obra de este gran escritor del que seguiréis teniendo noticias en ULAD.

También de José María Arguedas en ULAD: El zorro de arriba y el zorro de abajo

5 comentarios:

Paco Castillo dijo...

Hola Koldo.

De nuevo acudo al reclamo de Arguedas, como ya lo hiciera en tu anterior reseña del autor.

Muy buena la apreciación que haces:

«Un único "pero" le voy a poner a la novela: la quizá excesiva simplificación a la hora de catalogar a la ciudad como fuente de todos los males y la sierra como un mundo, en cierta manera, idílico (…)»

Hay una actitud deliberada a la hora de proceder así, el propio Arguedas ya hizo algunas consideraciones al respecto. Sirvan estas palabras de otro colega; J. C. Mariátegui, recogidas en “Siete ensayos sobre la realidad peruana” . De cuya lectura fue un gran devoto Arguedas, aplicándose el mismo esa forma de abordarlo, como reconociera una y otra vez:


“La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena. Una literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla.”

Queda claro, será una literatura sin el carácter idealizador que le otorga el mestizo (que no es el indio en términos étnicos). Pero acaso tendrá otra dimensión no menos idealizada en boca del indio, representativa de su cosmovisión… pudiera ser, ¿no?


Aunque por el escenario en esta obra, la carcel limeña, no sea formalmente una novela indigenista, su protagonista (claramente autobiográfica) sí que viene de ese mundo, y el escritor así entiende también su trayectoria literaria, desde esa concepción.

Agradecido por esta reseña, sobre un libro que tiene muy buena pinta. Y disculpas si me explayé más de la cuenta… no podía evitarlo.

Un saludo.

Koldo CF dijo...

Hola!

Empiezo por el final: no hacen falta las disculpas. Aquí cada uno comenta como quiere. Y comentarios tan enriquecedores como el tuyo son un placer.
En cuanto a lo que comentas de Mariátegui, está claro que esta no deja de ser literatura de mestizos, pero me choca que Arguedas, siendo como era un estudioso de tema (si no me equivoco, era antropólogo), caiga es esas simplificaciones (por más que sea una elección personal). En cualquier caso, este autor es todo un descubrimiento para mí. Y seguro que algo más cae.

Un abrazo

Diego dijo...

Rescaté a este autor a partir de tu otra reseña... Bueno, sucedieron un par de cosas a la vez; tu reseña y poco después un insomnio con zapping que acabó en el programa del calvo ese de la 2 donde también hablaron de Arguedas.

Supongo que tu reseña de Los ríos profundos no tardará en llegar. Yo me hice con un ejemplar de la editorial Laia del libro que traes hoy. Si lo leo pronto te comentaré.

Pero vengo a dar la lata con eso que te cuestionas: el pero.
Efectivamente, don Arguedas fue antropólogo y, hoy, la antropología ya refutó el mito del buen salvaje. Pero este fue un debate que existió hasta ayer nada más y era, supongo, porque el estructuralismo y el funcionalismo influyeron o influyen mucho en esta ciencia en particular y en todas las sociales en general.
Malinowski, Lévi-Strauss, son auténticos próceres de la antropología y ambos dejaron en su obra ese "encantamiento" por las sociedades salvajes de América, especialmente.

Mi mejor lectura del 2019 ha sido Tristes trópicos, la cual te recomiendo mucho porque además de ser una obra antropológica tiene mucho de novela.
En este caso el autor es riguroso con lo que observa, leemos como en Achebe, aspectos de esa vida que a nuestro ojo son bárbaros e inaceptables, pero claro, Weber y la cuestión de que es imposible separar lo observado del observador en las ciencias sociales, y entonces estos estructuralistas permitiéndose ser subjetivos con lo subjetivo. Más allá de que el antropólogo se mantenga objetivo para contar lo que ve, y nos permita juzgar con nuestro ojo occidental todo ello, también se permite mirar los rasgos de esas sociedades desde puntos de vista que distan mucho con el individualismo que a nosotros nos aqueja.

En el caso de América o de otras civilizaciones del Pacífico, una de las razones que lleva a estos grandes de la antropología a admirar o idealizar aquellas formas de vida, es que a diferencia de otras que evolucionaron de la manera que ya conocemos, estas vivieron durante 20.000 años manteniendo cierto orden que nunca sabremos si sería capaz de continuar porque fueron culturas contaminadas hasta ser eliminadas.

Si a eso le sumas que Arguedas "jugaba en casa"...

Un abrazo y gracias por la reseña.

Koldo CF dijo...

Poco más puedo añadir, Diego. "Los ríos profundos" caerá, pero antes habrá algún otro autor "indigenista". Y es que no salgo casi de autores latinoamericanos!!

Un abrazo

Antonieta dijo...

Sobre autores latinoamericanos, Koldo, te recomiendo al autor chileno Manuel Rojas. Su libro más notable-famoso es Hijo de ladrón, que forma parte de la trilogía Mejor que el vino y La oscura vida radiante. Abrazos y buena lectura!