Título original: Le plaidoyer d'un fou
Traducción: Cristina Ridruejo Ramos
Año de publicación: 1893
Valoración: recomendable
Con este llamativo y sugerente título, Strindberg deja bien claro su propósito en esta biografía novelada. Se trata de un alegato, en propia defensa, de alguien a quién pretenden que sea tomado por loco.
Para situarnos ya de entrada, el autor se nos presenta en el prólogo, en medio de una enfermedad que le tiene postrado en la cama, en un momento donde su matrimonio está en horas muy bajas (por decirlo suavemente) y sus sentimientos se mezclan entre el odio y el enamoramiento hacia su mujer. Pero, en las circunstancias en las que se halla, sus pensamientos negativos prevalecen, le dominan, le asaltan, le atacan, pues la vida que ha tenido con su mujer hasta llegar a este punto no ha sido para nada satisfactoria. Y encima le acusa, ¡a él!, de no haberla tratado bien. ¿Cómo osa su mujer, y cómo se atreve su entorno de darle la razón? ¡Si es evidente que él es la víctima, el que lo ha sacrificado todo! O así pretende hacérnoslo creer. Con esta intención escribe el libro que nos ocupa, para que sea el lector quien saque sus propias conclusiones, aunque ya avisa de su contundencia en el prólogo: «Este libro es atroz. Lo admito sin objeciones, pues siento un punzante arrepentimiento por haberlo escrito».
Narrado en primera persona, y de modo autobiográfico, Strindberg escribe un libro en defensa propia o en defensa de su comportamiento, para justificar sus sentimientos y, más que describir su estado actual, nos cuenta cómo ha llegado hasta él. Así, el autor narra, en clave retrospectiva, la vida de una persona atormentada, incapaz de mantener una felicidad de forma sostenida a causa de una relación sentimental que va del deseo al hartazgo, del amor al odio, de los celos a la libertad (y libertinaje, en según qué momentos). El protagonista convierte a la dama soñada en alguien odioso, pues considera que le utiliza para lograr sus fines, que desea de él poco más que su dinero, y los sentimientos hacia ella a lo largo de la novela se mezclan volviéndose incluso contradictorios; amándola cuando está ausente, despreciándola cuando está presente. Así, la dicotomía es constante en la narración, la dualidad amor odio, el sometimiento y la voluntad de ser castigado, el ser superior (según el autor) comportándose como inferior, la necesidad de afecto y la independencia mostrada. Strinberg nos habla de la soledad (tema que ya trataba en «Solo»), de desconfianza, de celos, de incomprensión, de sentimientos contradictorios y volátiles, de fragilidad ante una aparente dureza, de moral y de principios, de la imagen que tiene uno de sí mismo y de la que proyecta hacia los demás.
Con innegables tintes misóginos, criticando en ocasiones a su mujer afirmando de ella que «montó en cólera, negándose a reconocer ni tan siquiera que existiera una diferencia entre los sexos» o criticando «esa manía que tienen las mujeres de hoy en día de ganarse las habichuelas ellas mismas» o también afirmando que «superior en inteligencia a la mujer, el hombre solo es feliz cuando se une a una mujer que lo iguala», el autor no rehúye la polémica ni reniega de sus ideas. Esta concepción que tiene de la mujer es algo habitual en su obra y puede estar en parte originada por el modelo de relación que tuvieron sus padres, al casarse su padre con su criada, marcando así la infancia del autor en cuanto a identificación de roles. Asimismo, es importante situar esta novela en su contexto histórico pues a finales del siglo XIX hubo un importante avance en el movimiento feminista, especialmente en el norte de Europa. El autor fue crítico con ese movimiento y no duda en atacarlo, pues cree que la mujer debe estar dispuesta y predispuesta al hombre. Strindberg claramente no encajó bien el movimiento feminista, y su pensamiento misógino es muy evidente en este libro, pues habla de la mujer en términos altamente despectivos y se pronuncia en contra del movimiento, como se puede ver cuando habla de sus consecuencias:
«Pretender destruir al hombre, reemplazarlo por la mujer retornando al matriarcado, destronar al verdadero amo de la creación, al que ha creado la civilización, generalizado los beneficios de la cultura, el generador de las grandes ideas, de las artes, de los oficios, de todo, para ensalzar a esas malas pécoras de mujeres»
El anterior párrafo sirve perfectamente para situar la mentalidad del autor respecto al género femenino, al que además califica en varias ocasiones con atributos y adjetivos que me niego a reproducir aquí. Así, no sé hasta qué punto uno debe creerse la realidad expresada por el autor en este alegato cuando viene descrita bajo el filtro mental de su misoginia, pues es evidente que la relación con su mujer narrada en el presente libro viene marcada profundamente por esta mentalidad, pues gran parte del odio hacia su mujer es debido a la liberación de ella misma. De esta manera, el alegato del autor no deja de ser un intento de justificar su actitud hacia su mujer, pero también de mostrar recelos hacia una sociedad que avanzaba por caminos que divergen de su mentalidad. Porque, en el fondo, de eso trata principalmente el libro, de la incomprensión de un hombre hacia su mundo, hacia sí mismo, hacia su mujer y hacia un movimiento feminista que avanza, ganando terreno al coto privado delimitado por su mentalidad, convirtiendo un libro que en un inicio se suponía un alegato, en una denuncia, una crítica y una venganza hacia las mujeres, origen de sus deseos y causa de sus males.
Ideologías aparte, la calidad de la obra es innegable, especialmente en la primera mitad del libro donde se nos presentan los personajes y el triángulo amoroso. En esta parte, la obra deslumbra, pues se establece una relación a tres bandas entre el amor, el honor y la prudencia, y se atisban trazos de la obra teatral de Strindberg donde uno fácilmente puede vislumbrar escenas propias de las grandes tragedias amorosas con amores prohibidos y declaraciones veladas, con sentimientos a flor de piel que no trascienden por la barrera que el código del honor impone, tozudamente. Esta primera mitad del libro es altamente interesante y perfectamente equilibrada en ritmo, interés y profundidad, pues en ella vemos los sentimientos en su máxima expresión: el deseo, los celos y el escenario mental donde se establecerá la acción. Lamentablemente, a medida que el libro avanza, la locura del autor (real o no) se va imponiendo en el relato y aumenta su carga de denuncia, de oscuridad, de tristeza, de aborrecimiento, de odio, de visceralidad, de hartazgo, de lamento y de incomprensión. Y en parte el autor contagia al lector de ese tedio, ese hartazgo, esa incomprensión, y en ocasiones la lectura del libro es algo monótona y no apta para ciertas sensibilidades, pues ofende a menudo. Aun así, la calidad de la prosa del autor y el amplio abanico de sentimientos plasmados en esta obra hacen de ella una recomendable lectura para constatar, no sólo la importancia de Strindberg en la literatura del siglo XIX, sino las dificultades de una parte de la sociedad en adaptarse a los cambios que se acercaban en favor de la igualdad.
También de August Strindberg en ULAD: Solo, La señorita Julia
Para situarnos ya de entrada, el autor se nos presenta en el prólogo, en medio de una enfermedad que le tiene postrado en la cama, en un momento donde su matrimonio está en horas muy bajas (por decirlo suavemente) y sus sentimientos se mezclan entre el odio y el enamoramiento hacia su mujer. Pero, en las circunstancias en las que se halla, sus pensamientos negativos prevalecen, le dominan, le asaltan, le atacan, pues la vida que ha tenido con su mujer hasta llegar a este punto no ha sido para nada satisfactoria. Y encima le acusa, ¡a él!, de no haberla tratado bien. ¿Cómo osa su mujer, y cómo se atreve su entorno de darle la razón? ¡Si es evidente que él es la víctima, el que lo ha sacrificado todo! O así pretende hacérnoslo creer. Con esta intención escribe el libro que nos ocupa, para que sea el lector quien saque sus propias conclusiones, aunque ya avisa de su contundencia en el prólogo: «Este libro es atroz. Lo admito sin objeciones, pues siento un punzante arrepentimiento por haberlo escrito».
Narrado en primera persona, y de modo autobiográfico, Strindberg escribe un libro en defensa propia o en defensa de su comportamiento, para justificar sus sentimientos y, más que describir su estado actual, nos cuenta cómo ha llegado hasta él. Así, el autor narra, en clave retrospectiva, la vida de una persona atormentada, incapaz de mantener una felicidad de forma sostenida a causa de una relación sentimental que va del deseo al hartazgo, del amor al odio, de los celos a la libertad (y libertinaje, en según qué momentos). El protagonista convierte a la dama soñada en alguien odioso, pues considera que le utiliza para lograr sus fines, que desea de él poco más que su dinero, y los sentimientos hacia ella a lo largo de la novela se mezclan volviéndose incluso contradictorios; amándola cuando está ausente, despreciándola cuando está presente. Así, la dicotomía es constante en la narración, la dualidad amor odio, el sometimiento y la voluntad de ser castigado, el ser superior (según el autor) comportándose como inferior, la necesidad de afecto y la independencia mostrada. Strinberg nos habla de la soledad (tema que ya trataba en «Solo»), de desconfianza, de celos, de incomprensión, de sentimientos contradictorios y volátiles, de fragilidad ante una aparente dureza, de moral y de principios, de la imagen que tiene uno de sí mismo y de la que proyecta hacia los demás.
Con innegables tintes misóginos, criticando en ocasiones a su mujer afirmando de ella que «montó en cólera, negándose a reconocer ni tan siquiera que existiera una diferencia entre los sexos» o criticando «esa manía que tienen las mujeres de hoy en día de ganarse las habichuelas ellas mismas» o también afirmando que «superior en inteligencia a la mujer, el hombre solo es feliz cuando se une a una mujer que lo iguala», el autor no rehúye la polémica ni reniega de sus ideas. Esta concepción que tiene de la mujer es algo habitual en su obra y puede estar en parte originada por el modelo de relación que tuvieron sus padres, al casarse su padre con su criada, marcando así la infancia del autor en cuanto a identificación de roles. Asimismo, es importante situar esta novela en su contexto histórico pues a finales del siglo XIX hubo un importante avance en el movimiento feminista, especialmente en el norte de Europa. El autor fue crítico con ese movimiento y no duda en atacarlo, pues cree que la mujer debe estar dispuesta y predispuesta al hombre. Strindberg claramente no encajó bien el movimiento feminista, y su pensamiento misógino es muy evidente en este libro, pues habla de la mujer en términos altamente despectivos y se pronuncia en contra del movimiento, como se puede ver cuando habla de sus consecuencias:
«Pretender destruir al hombre, reemplazarlo por la mujer retornando al matriarcado, destronar al verdadero amo de la creación, al que ha creado la civilización, generalizado los beneficios de la cultura, el generador de las grandes ideas, de las artes, de los oficios, de todo, para ensalzar a esas malas pécoras de mujeres»
El anterior párrafo sirve perfectamente para situar la mentalidad del autor respecto al género femenino, al que además califica en varias ocasiones con atributos y adjetivos que me niego a reproducir aquí. Así, no sé hasta qué punto uno debe creerse la realidad expresada por el autor en este alegato cuando viene descrita bajo el filtro mental de su misoginia, pues es evidente que la relación con su mujer narrada en el presente libro viene marcada profundamente por esta mentalidad, pues gran parte del odio hacia su mujer es debido a la liberación de ella misma. De esta manera, el alegato del autor no deja de ser un intento de justificar su actitud hacia su mujer, pero también de mostrar recelos hacia una sociedad que avanzaba por caminos que divergen de su mentalidad. Porque, en el fondo, de eso trata principalmente el libro, de la incomprensión de un hombre hacia su mundo, hacia sí mismo, hacia su mujer y hacia un movimiento feminista que avanza, ganando terreno al coto privado delimitado por su mentalidad, convirtiendo un libro que en un inicio se suponía un alegato, en una denuncia, una crítica y una venganza hacia las mujeres, origen de sus deseos y causa de sus males.
Ideologías aparte, la calidad de la obra es innegable, especialmente en la primera mitad del libro donde se nos presentan los personajes y el triángulo amoroso. En esta parte, la obra deslumbra, pues se establece una relación a tres bandas entre el amor, el honor y la prudencia, y se atisban trazos de la obra teatral de Strindberg donde uno fácilmente puede vislumbrar escenas propias de las grandes tragedias amorosas con amores prohibidos y declaraciones veladas, con sentimientos a flor de piel que no trascienden por la barrera que el código del honor impone, tozudamente. Esta primera mitad del libro es altamente interesante y perfectamente equilibrada en ritmo, interés y profundidad, pues en ella vemos los sentimientos en su máxima expresión: el deseo, los celos y el escenario mental donde se establecerá la acción. Lamentablemente, a medida que el libro avanza, la locura del autor (real o no) se va imponiendo en el relato y aumenta su carga de denuncia, de oscuridad, de tristeza, de aborrecimiento, de odio, de visceralidad, de hartazgo, de lamento y de incomprensión. Y en parte el autor contagia al lector de ese tedio, ese hartazgo, esa incomprensión, y en ocasiones la lectura del libro es algo monótona y no apta para ciertas sensibilidades, pues ofende a menudo. Aun así, la calidad de la prosa del autor y el amplio abanico de sentimientos plasmados en esta obra hacen de ella una recomendable lectura para constatar, no sólo la importancia de Strindberg en la literatura del siglo XIX, sino las dificultades de una parte de la sociedad en adaptarse a los cambios que se acercaban en favor de la igualdad.
También de August Strindberg en ULAD: Solo, La señorita Julia
4 comentarios:
Cuál es mejor este o solo?
Saludos!
Hola, Anónimo.
Difícil elección... te diría que para empezar a conocer el autor (estilo, mentalidad, etc) podrías empezar con "Solo", pues se trata de una novela muy corta y además de pequeño formato que en una mañana o tarde lo puedes leer sin problemas (y también es más accesible en cuanto a contenido). Sin embargo, este libro es más rico y ambicioso, pues trata más aspectos de la vida y añade un componente siempre interesante que es el tema de las relaciones sentimentales, retrata la sociedad del momento, etc. Digamos que mientras "Solo" analiza el interior de uno mismo, "Alegato de un loco" trata sobre la relación de uno mismo con el resto de personas de su entorno, y el inicio es mejor aunque se vuelve algo monótono. "Solo" es más uniforme en cuanto a valoración.
En fin, para que no se diga que no me mojo: te diría que empieces por "Solo" y, si te gusta, a por el resto ;-)
Saludos, y gracias por comentar.
Marc
Hola Marc, un libro polémico en este momento histórico. Si hubieras publicado la reseña mañana se armaba! ;)
Hola, Gabriel. Tienes toda la razón y confieso que me planteé cambiar el orden de las reseñas pero, por otra parte, pienso que el momento también puede ser idóneo puesto que en un caso como éste, donde el libro es tan claramente ofensivo (aunque sea escrito a finales de siglo XIX) también puede servir para generar más rechazo aún a ciertas actitudes y conseguir con ello que tengamos aún más en cuenta la importancia del día de mañana. ¡O eso espero! :-)
Saludos, y gracias como siempre por comentar.
Marc
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