jueves, 4 de enero de 2018

Dave Eggers. Héroes de la frontera


Idioma original: inglés
Título original: Heroes of the frontier
Año de publicación: 2016
Traducción: Cruz Rodríguez Juiz
Valoración: recomendable

Todas las novelas de Dave Eggers suelen tener algún sentido. Aunque generacionalmente se sitúe en esa hornada donde algún escritor cede a la tentación del devaneo y la vacuidad (por ejemplo, Lethem), las obras de Eggers, autor prolífico para lo que se estila, suelen responder a patrones narrativos clásicos con lo cual se está ganando una reputación de narrador solvente, de esas reputaciones que en Goodreads sitúan sus obras siempre sobre el 3,50 o así. Ah, Goodreads, templo del promedio y de la equidad donde todos los libros parecen ser buenos o notables, en aras de mantener buenas cifras de ventas y de que la industria editorial viva en la nube de celebrarse a sí misma aunque sea a espaldas de que las librerías se vacíen y los lectores compulsivos sean (seamos) unánimemente (auto) calificados como freaks.

Estaba en lo de Eggers: Zeitoun era el drama de un emigrante de credo musulmán que ha de salir en su barca a pedir ayuda en el New Orleans del Katrina y de Tremé. El círculo una distopía cada vez más acertada sobre el dominio absoluto de la red y las redes sobre nuestros actos presentes y futuros. Y la mejor, o eso pienso, Un holograma para el rey, era una parábola de las burbujas económicas que deshacen el futuro de las personas de un día para otro, un ejemplo casi tommaccarthyano del individuo preparado pero sorprendido y circunspecto.
No es que Héroes de la frontera no tenga sentido, por eso. Pero, y ahora que los 60 y la era hippy se dan definitivamente por liquidados con el fallecimiento de uno de sus últimos y tenebrosos iconos, Charles Manson, las epopeyas que incluyen huidas hacia el norte, portazos a un determinado estilo de vida para abrazar otro, las aventuras hacia la supervivencia del espíritu, están ya taaan vistas. La propia contraportada del libro menciona tres de esos ejemplos que no contribuyen, precisamente, a afrontar la lectura sin cierta predisposición.
Y el atrezzo lo confirma. Alaska, remolque alquilado, dinero en efectivo, niños somnolientos que arrastrar por la carretera, en eso se basa esta historia de la huida de Josie, dentista de idílica vida que se quiebra bajo el peso de varios factores: Carl, marido inmaduro, Jeremy, joven paciente al que aconseja alistarse en el ejército para acabar muriendo, Evelyn, paciente a la que no diagnostica a tiempo un severo problema, lo cual acaba en una de esas famosas demandas a la americana que acaban con la vida de uno. Josie se va a Alaska, alquila una caravana y conduce, en compañía de sus dos hijos, en una especie de sucesión de episodios que se suceden de manera algo formulaica. Visita familiares, conoce gente variopinta (todos tan encantadores y predispuestos que le otorgan a la novela cierto aire irreal) y echa hasta algún furtivo casquete con el típico lugareño. Huye de incendios forestales y de enemigos imaginarios y esa huida parece ser un camino por sí mismo hacia un final que no acaba de explotar porque la narrativa moderna, señores, es así. Y me perdonaréis el relativo escepticismo cuando, siendo ésta una novela disfrutable, a Eggers le he notado por primera vez una narrativa algo cansada, como si aquí estuviera ante la disyuntiva de ser un autor contemporáneo afrontando una historia de hechuras clásicas y no acabara de sentirse cómodo ni en un extremo ni en otro. Al lector le cuesta alinearse con una Josie que, copa tras copa de vino en vano y gastando rápidamente el dinero que acarrea consigo, se aventura en reflexiones algo redundantes que acaban siendo un poco lo de siempre. Que la vida moderna es una mierda, que nos entrampamos en las cosas, que nos endeudamos, que merecemos segundas oportunidades y reinvenciones y todo eso, conclusiones para llegar a las cuales tampoco hacían falta tantas páginas, dicho queda.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Para cuando reseñas de Chateaubriand, Samuel Johnson, Montaigne, Bloy?

Sois un estupendo blog pero se nota la contemporánea es vuestra literatura favotita con diferencia xD

Saludos!

Interlunio dijo...

Hace un par de años leí "Qué es el qué" y me pareció un gran libro. Junto a "los monstruos" es lo único que conozco de Eggers hasta la fecha.
No tengo tendencia a recibir de brazos abiertos a todos los "grandes autores modernos" solo por el bombo que se les da, pero Eggers se ganó mi admiración por lo poco que le he leído y no me cabe duda de que volveré con él.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Para tí, Francesc Bon:
Hace tres días hiciste una reseña en la que te manifiestas gran admirador de Ébano de Ryszard Kapuscinski. Acabo de leer Viaje en busca del Doctor Livingstone al centro de África, de Henry M.Stanley y pienso que puede agradarte. La finalidad de Stanley no es el reportaje sino la búsqueda del explorador perdido.Y cien años antes de los sucesos de Ébano. Pero el territorio es el mismo y su lectura recuerda constantemente el libro de Kapuscinski. A mí en el de Stanley, cien años antes, África me parece menos pobre, más arbolada, los negros tienen más categoría social (las tribus están estructuradas y tienen sus reyezuelos) y cultivan las tierras y explotan animales de corral; tienen leche, huevos, miel y carnes, además de muy abundante caza. En fín que no se aprecia hambre ni esa falta de identidad y ese complejo de inferioridad que muestran los africanos de Ébano.
Quizá te guste; te lo recomiendo.
Saludos

Anónimo dijo...

https://www.youtube.com/watch?v=wv1dhtAqlJY

Francesc Bon dijo...

Gracias por los comentarios. Pues por mi parte reconozco una incorregible tendencia hacia la literatura contemporánea, que intentaré, más que corregir, evitar que me acapare como lo hace. Y gracias por la recomendación de Stanley, Beatriz, a ver si encuentro un hueco, aunque lo mío con Kapuscinski es una pasión verdadera.

pipo dijo...

En mi modesta opinión, Charles Manson no fué ningún icono de la "era" hippy.Fué el maligno inductor de uno de los crimenes mas horribles de la historia.

Francesc Bon dijo...

Bueno Pipo, es una cuestión de matiz. Creo que fue una alimaña metida en medio de toda esa gente, pero para bien o para mal, quedó ahí, en esa fotografía de la época.