miércoles, 4 de octubre de 2017

Ray Loriga: Rendición


Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: se deja leer (ergo: mejor de lo que me esperaba) *

175.000 $. El dólar USA ha bajado, pero sigue siendo una pasta. Podemos especular con el uso que Ray Loriga le va a dar a ese dinero. Este hombre que, preguntado por sus palabras favoritas del idioma español dijo: Real Madrid. Corazón tan blanco para un tipo que suele ir de negro. Pero una sonrisa se le escaparía cuando los del Premio Alfaguara desvelaron su nombre, oculto tras el pseudónimo con el que concursó. Vamos: a poco que uno haya leído a Loriga su estilo resulta indistinguible. Yo lo resumo poniendo como ejemplo, como si fuera Javier Marías, el primer párrafo de Rendición..
Nuestro optimismo no está justificado, no hay señales que nos animen a pensar que algo puede mejorar. Crece solo, nuestro optimismo, como la mala hierba, después de un beso, de una charla, de un buen vino, aunque de eso ya casi no nos queda.
Madre mía, pensé, ya estamos otra vez con el Loriga pesado y recargado de siempre, con el escritor pagado de sí mismo empeñado en imponer a capa y espada y a todo lector su estilo decimonónico y su malditismo literario. Pero, incólume, y porque últimamente estoy reacio a abandonar lecturas, decidí sobreponerme y seguir. Pronto el nivel de inflamación se redujo, y apenas media docena de páginas más adelante el personaje se adueña del libro y desplaza al escritor y dice cosas como.
A cambio le damos de comer con lo poco que tenemos. No le gustan los plátanos, eso ya lo sabemos, no es un mono, las patatas con chorizo le vuelven loco, tiene muy buena disposición, se rechupetea los dedos. Da gusto ver comer a un niño aunque no sea tuyo.
¿Eh? ¿Qué pasó? Frases tan sencillas y llanas que dan sonrojo, pero al fin y al cabo prosa comprensible  y que no parece escrita desde un estado insoportable de tensión con el Universo. 
La cuestión es que es posible que Loriga se haya tenido que rendir ante el guion que ha pergeñado. El narrador de la historia, eterna primera persona sin resquicio apenas para diálogos, es un hombre sencillo, un empleado en una hacienda o en una granja que se ha casado con la propietaria (atractiva mujer de rango social y cultural superior) que ha enviudado, y la historia los sitúa a ellos y a Julio (niño que no es su hijo pero está conviviendo con ellos, mientras sus hijos biológicos, Augusto y Pablo -dubbiana combinación, solamente los niños tienen nombre en este libro- están de soldados en la guerra) mientras se ven obligados a abandonar su casa (a la que prenden fuego para evitar beneficiar al enemigo que gana terreno) en medio de una guerra que dura diez años, y con destino a la ciudad transparente, una especie de Arcadia a la que un gabinete de selección les permite acudir. 
O sea, guerra, apocalipsis, huida, bombas. Misterios en las relaciones.
La ciudad transparente lo es en todos los sentidos. Allí sus vidas se desarrollan en un entorno de estabilidad, viendo y siendo vistos por vecinos y semejantes y sin tener que preocuparse por su seguridad ni por su subsistencia, pues incluso trabajos afines a sus capacidades les son facilitados de inmediato.
La cuestión es que todo este escenario feliz e idílico acaba no siendo suficiente para que su vida se desarrolle con normalidad. Mensaje subliminal del libro, parece, que la libertad de elección es algo importante en la vida aunque sea para tomar decisiones arriesgadas o abiertamente perjudiciales. Y un pueblo bombardeado parece un entorno más humano que una ciudad perfecta y organizada, una utopía donde cada elección parece eludida porque está todo lo mejor. 
Y aquí la novela ya acusa un cierto cansancio del que no va a reponerse. La estructura en tres partes parece aportarle solemnidad, darle fuste de historia clásica, pero en el fondo la linealidad de la narración no lo manifiesta. El protagonista sigue con su tono monocorde, explicando los escasos acontecimientos de su vida (en un momento dado es un cornudo feliz que se toma cervezas con un conocido lejano mientras se queja de la monotonía de su existencia) y nos precipitamos hacia algún tipo de final.
Loriga ha escrito una historia irregular que puede leerse, sobre todo en su tramo final, y a diferencia de sus obras habituales, tan pendientes de recargar las frases. La trama distópica le ha procurado comparaciones a todas luces exageradas con Kafka o con Orwell. Hay que vender libros señores. Al menos no me he enfadado y no me he ofendido pensando este tío de qué va. Es un desarrollo en el que en muchos puntos uno intuye detalles que permiten extrapolar con aspectos reales de circunstancias históricas parecidas. Países que organizan una guerra y acaban siendo ocupados, cadáveres colgados por los pies y expuestos a la entrada de poblaciones, selección por la etnia, pasajes oníricos. Nada original, pero, insisto, al menos Loriga parece pensar en que alguien ha de leerle y entenderle, que esa no es una mala premisa cuando uno se dedica a escribir y anda escaso de talento y originalidad. Por tanto, si el lector decide una lectura dinámica, sin invertir tiempo en degustar la prosa, puede que detecte que esta vez, entre tanta enjundia de digestión pesada, Loriga parece querernos decir algo diferente del tufo narcisista que desprendían otros libros (al menos los que yo he leído). Sí, algún mensaje parece emerger de ese magma pesado, y aunque no sea el paradigma de la creatividad (doy mi brazo a que el escritor, aparte del contundente título houellebecquiano, ha leído La carretera de Mc Carthy y Prólogo para una guerra y hasta El niño que robó el caballo de Atila de Repila), Loriga ha conseguido lo inesperado: que yo tenga que acabar esta reseña sin usar el látigo. A algún otro le va a tocar, por eso.

* pero peor que muchos escritores que no han sido premiados tan generosamente.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Francesc, coincido con muchas cosas de las que dices sobre el autor. De Loriga solamente he leído Caídos del cielo, la cual está entre martirio y placer culpable, un libro cuyo título no recuerdo y Ya sólo habla de amor, novela que fui incapaz de acabar por lo insoportable que era el protagonista. Tengo una interesante teoría, todavía muy desdibujada, respecto a lo tóxico que es no ya para la literatura, si no para el lector contemporáneo, Ray Loriga. Su dignificacion del outsider (el outsider voluntario, por cierto), al que justifica y hasta alaba, me parece insoportable, y un mensaje muy peligroso. No hay los matices de otros personajes alejados de a normalidad, como en Memorias del subsuelo, o El conformista. A estos últimos se los plasma como egoístas y con defectos para dar y tomar, no como iluminados incomprendidos por una sociedad estupida incapaz de ver su grandeza. Los protagonistas de Loriga son los que tienen la razón, desde un relativismo moderno mal entendido en el mejor de los casos... Bufffff, perdón por este comentario. Si a alguien le gusta el autor, que sepa que me parece legítimo y que no pretendía ofender a nadie.

Oriol

Cities: Moving dijo...

Ha sido ver que Ray Loriga estaba hoy en ULAD y pensar: esta reseña es de Francesc Bon. Te noto mucho más contenido y centrado en los aspectos literarios que en la última que subiste de este autor. Bueno, más o menos contenido hasta llegar a "Loriga parece pensar en que alguien ha de leerle y entenderle, que esa no es una mala premisa cuando uno se dedica a escribir y anda escaso de talento y originalidad". ¡Cuánta mala baba y cuánto gracejo! Porque las cosas como son: como insulto está muy currado. En fin, como a mí sí me gusta Loriga, la pongo en busca y captura de inmediato.

Sol Elarien dijo...

Con los premios literarios actuales, conviene investigar los finalistas, posiblemente ahí esté el que se lo merecía de verdad. Ray Loriga no me tienta en absoluto, sorry. Besos.

el chico de la consuelo dijo...

Pues a mi si que me gustaba el Loriga barroco
que crea seguidores y repudiadores
a partes iguales
en este libro, sin embargo, entra en lo neutro
me lo leí este verano y casi tengo que hacer memoria para recordarlo.
Abrazos.

Anónimo dijo...

como hago para seguir su blog? liteRAL en ninguna me parte me aparece boton de seguir.

Nirvana dijo...

como hago para seguir su blog? liteRAL en ninguna me parte me aparece boton de seguir.

Francesc Bon dijo...

Nirvana: hay un par de botones a la derecha que deberían servirte para suscribirse, pero comprobaré si funcionan.

Francesc Bon dijo...

Ah. Debo haberme vuelto un blandengue cuando no he cedido a mi habitual inquina con Loriga. Muy lejos de merecer un premio tan cuantioso, pero al menos puede leerse. Y el daño que hace Loriga a la literatura, primer Anónimo, si es cuantificable, va a ser peor en función de como un galardón así afecte a su ego. Seguro que para empezar se ha hecho un tatuaje nuevo. Gracias por los comentarios.

Gabriel Diz dijo...

Jajajaja........Genial

Anónimo dijo...

Señores, el libro es anodino. Escribir como el Manolo el panadero o Paqui la vecina del cuarto es el no va más en la literatura actual. Sí, escribir sencillo y bien es difícil; escribir simplezas de palurdo campestre no lo sé. Admito que el autor hace parecer al protagonista como un patán ignorante con esta técnica, es lo pretendido, supongo. El final del libro ha sido muy alabado. A mí me parece que de aquí se puede sacar una película entretenida y ya.

Francesc Bon dijo...

Pues ya ves, Anónimo que los Grandes Señores Otorgadores de Premios Literarios de Relumbrón no están de acuerdo con tu tibieza ni con la mía. Aún así, el mejor Loriga que he leído (lo tenía muy fácil, XD)

Anónimo dijo...

Mala y aburrida. A la larga, las imposturas se notan.

Francesc Bon dijo...

Hola: y es la más buena de Loriga que he leído. Imagina.

Anónimo dijo...

"Héroes" y "Tokio ya no nos quiere" son dos obras maestras, novelas que todo escritor desearía escribir antes de ser viejuno.