miércoles, 25 de octubre de 2017

Colaboración. Roland Barthes: La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía



Idioma original: Francés
Título original: La chambre claire. Note sur la photographie 
Traductor: Joaquim Sala-Sanahuja
Año de publicación: 1990
Valoración: Recomendable para interesados


Roland Barthes ha trascendido con La cámara lúcida. Uno no se percata de esto al ver que se cita esta obra en muchos textos académicos, sino al asimilar lo que ha leído vuelta la última página. Y es que es innegable su aportación en el ámbito de la teoría de la fotografía. 

Es curioso lo humano que es este ensayo. Eso no sólo se plasma en el punto de partida del mismo, el de la muerte de su madre, sino en cómo el autor habla en el mismo desde sus sentimientos, muy influenciado por ese suceso, entonces reciente. La erudición, seriedad y rigor intelectuales con los que aborda sus pensamientos no se ven obnubilados por sus emociones; más bien son reforzados, dotados de una conmovedora e íntima veracidad. Así pues, aquellos que piensen que una intromisión del corazón hará trastabillar el razonamiento de Barthes pueden quedarse tranquilos. 

El propio Barthes, de hecho, aclara otra cosa que, para los puristas, podría considerarse como una limitación. Él ni siquiera habla cómo fotógrafo, sino desde su experiencia como “sujeto mirado y (...) mirante”. En ningún momento teme que esa posición como “sujeto” desacredite su discurso en torno a la imagen; simplemente, lo encauza desde otro ángulo, no por ello menos válido que el de un experto en el campo de la fotografía. 

Sin ser extremadamente retadora (hay algunos ensayos sobre arte que son mucho más herméticos), La cámara lúcida requiere una lectura comprometida. Es una reflexión sobre el valor de las imágenes que parte de una fotografía de la madre del autor; foto que, por cierto, nunca nos es mostrada. En esa foto, a la que Barthes se refiere como “la foto del invernadero”, su madre tiene cinco años y él, al mirarla, atisba decenas de interrogantes. ¿Por qué le fascina tanto una imagen que a los demás apenas interesaría? ¿Qué hace que esa imagen sea para él tan importante? ¿Qué hace, en definitiva, que una imagen agite algo en nuestro interior? ¿Cual es nuestra relación con las imágenes? 

Durante el transcurso del libro, Barthes usa una serie de términos que él mismo concibe y define. Algunos de ellos, como “punctum” y “studium”, son omnipresentes en textos especializados de corte académico. Es en este esfuerzo por conceptualizar sus ideas con su propio vocabulario es donde brilla el ingenio de Barthes, ya que sus preguntas hallan respuestas sin caer en un discurso autocomplaciente o forzadamente conveniente. 

En definitiva: va muy bien tener La cámara lúcida como un libro de cabecera si estás interesado en la teoría de la fotografía, pero debo advertir que recurrir a él sin antes cribar un poco su información puede ser problemático, ya que ha llovido mucho desde que Barthes lo escribió y el paradigma de la imagen ha cambiado. Aunque tenga todavía puntos vigentes, este ensayo no es infalible. Por ejemplo, su noción sobre el sujeto que, sabiéndose mirado (fotografiado), se constituye “en el acto de «posar», transformándose “por adelantado en imagen”, ya ha caducado. O, al menos, esa es la impresión que yo tengo, ya que a día de hoy, tan acostumbrados a que una cámara, propia o ajena, nos capture, posamos (en términos barthianos) en todo momento. 

Firmado: Oriol Vigil

3 comentarios:

Interlunio dijo...

Gracias por la reseña, Oriol.
En primer lugar y por tu valoración: "(...)para interesados", estaba descartando la obra; me gusta la fotografía pero no lo suficiente como para invertir más tiempo que lo que su menú "automático" me da.
Sin embargo, leyéndote, creo interpretar que el libro tiene una pincelada bastante gorda de filosófico. ¿Es así? Me parece entender que se acerca más a nuestra actitud como proyectores de una imagen o receptores de las de los demás. Que su título se refiere al fotógrafo y no al instrumento.

Y respondiendo a tu pregunta final. Supongo que te refieres a que en todo intentamos dar una "buena" imagen, incluso, al reseñar o comentar. Que es inevitable.
Si es así. Mi opinión es que hay mucho de eso, mucho de pose en casi todo, por supuesto. Pero no creo que esta y las demás reseñas sean movidas por dar una imagen personal, por mostrarse. Creo que en primer lugar responden a mostrar una obra, una "fotografía". Que hacéis más fotorgafías tradicionales que selfies. Y que una buena fotografía nos indique que detrás hay un buen fotógrafo, es consecuencia, no responde tanto a la vanidad del fotógrafo, sino a su admiración por lo que ve.
En los tiempos del selfie, vuestras fotografías con cámara trasera son de agradecer.

Marc Peig dijo...

Hola, Oriol. Después de leer tu reseña, coincido con Interlunio: parece que el "para interesados" va dirigido, no únicamente a los interesados en fotografía sino también a la filosofía. Los temas planteados son más que interesantes, así como las reflexiones abiertas que dejas en tu reseña. Sin duda el arte tiene un componente psicológico inherente y su valoración o impacto va estrechamente ligado a la subjetividad del "observador".
Aprovecho para dejar una cita de mi admirada Siri Hustvedt, que en su última recopilación de ensayos publicada "La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres" apunta, en este sentido: "La creación del arte acontece en la frontera entre el yo y el otro".
Este hecho explica que todos y cada uno apreciamos y vemos las cosas a nuestro modo, de forma única e inigualable. Y puesto que el "yo" cambia, también lo hace nuestra percepción de lo que vemos, aún habiéndolo visto en otras ocasiones.
Perdón por el rollo filosófico, pero la reseña me ha abierto un camino demasiado tentador.
Felicidades por la reseña, Oriol.
Saludos
Marc

Oriol dijo...

Hola a los dos, gracias por los comentarios y disculpad la demora de la respuesta. Lo bueno se hace esperar ;)

Interlunio: Como muy bien has detectado, el libro tiene una carga conceptual muy alejada de lo que podría entenderse como meramente fotográfico. Es por eso que, creo, puede interesar a gente que no frecuente el ámbito, o incluso, a gente que quiera aplicar estas conclusiones a sus respectivos campos. Debo recalcar, además, que mi reseña es muy escueta y no hace justicia a la complejidad con la que el autor aborda tantos temas; temas que de refilón entran en el jardín del vecino, como cuando trata la identidad indirectamente hablando del "sujeto" y la "pose".
Sobre la pregunta final, quizás me ha quedado un poco pretenciosa, aunque tú les has dado una lectura menos pedante. Me refería a que el qué reseñamos, cómo, etc... pueden ser factores que condicionen la visión de los demás sobre nosotros. Y mientras que antaño, en la época de Barthes, esta "pose" era premeditada, ahora se ha convertido en una parte integral de nuestra vida, y la esgrimimos de forma inconsciente.
Por cierto, muy bonita (y halagadora) tu metáfora.

Marc: Me alegro (y celebro) que una reseña chapucera como la mía pueda abrir semejantes reflexiones. No tienes de qué disculparte; en absoluto.
Me miraré a Hustvedt.