jueves, 21 de abril de 2016

TochoWeek #4. Marcel Proust: El mundo de Guermantes (En busca del tiempo perdido III)

Idioma original: Francés
Título original: Le côté de Guermantes
Traducción; Pedro Salinas y José María Quiroga Plá
Páginas: 744
Año de publicación: 1920-1921
Valoración: Muy recomendable


Si tuviera que elegir el “tocho de todos los tochos”, elegiría “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Compuesto, a su vez, de siete tochos, en los que las frases y los párrafos son, por lo general, nuevos “sub-tochos”. Quizá por eso, cuando llevaba leída ya la mitad del libro, apunté por ahí que iba avanzando por él a machetazos. Y es que la prosa de Proust tiene momentos en los que parece la más impenetrable de las selvas. Avanzas por párrafos y frases eternos, cada vez más retorcidos, densos, en los que has de volver atrás, coger impulso, pero sigues, a veces a duras penas, porque sabes que al final el esfuerzo merecerá la pena.

Total, que para celebrar la “TochoWeek” vamos a reseñar el tercer tomo de “En busca del tiempo perdido”: “El mundo de Guermantes”, el cual, a su vez, se subdivide en dos partes separadas por un suceso trágico. Ja, ¿alguien decía que en las novelas de Proust no pasaba nada? Pues sí, en este libro, aunque no lo parezca, sucede algo.

Vayamos al grano.

Si los dos primeros tomos (“Por el camino de Swann” y “A la sombra de las muchachas en flor”) estaban ambientados en la infancia y adolescencia de Proust, en "El mundo de Guermantes" nos encontramos a un Proust ya en su juventud. Pese al paso del tiempo, los temas siguen siendo, básicamente, los mismos: el amor (como idealización de la persona amada y de lo que la rodea), la soledad, el arte, las relaciones sociales y, sobre todo, el tiempo y su influencia en la percepción de las cosas.

Pero el personaje evoluciona y aparecen nuevos temas, como la política, el antisemitismo o la homosexualidad. Prueba de esta evolución del personaje la encontramos ya al comienzo del libro. En él, tras regresar de su retiro con fines medicinales en Balbec, vuelve a disfrutar de la vida en la ciudad. Allí acude al teatro y tiene la oportunidad de ver actuar, de nuevo,  a la Berma, que tanto le había decepcionado (de tanto como había ansiado verla) en su adolescencia, quedando en esta ocasión completamente maravillado.

La verdad es que el comienzo del libro nos trae a Proust en estado puro, con unas detalladísimas y bellísimas descripciones de los palcos y de los ambientes del teatro. En estas páginas nos encontramos con un Proust absolutamente desatado.

Como hemos comentado, el amor vuelve a ser importante (recordemos que se trata de un amor más ideal que carnal). Si en los dos primeros tomos eran Gilberta y Albertina las adolescentes objeto de su amor no correspondido, en este caso es Oriana, duquesa de Guermantes, la mujer objeto de sus intentos de acercamiento. Intentos torpes y tímidos de acercarse a ella y al mundo del que forma parte y que precisarán de la colaboración de su amigo Roberto de Saint-Loup, pariente a su vez de la duquesa. A raíz de las relaciones que Saint-Loup mantiene con Raquel, prostituta de “a 20 francos”, Proust aprovecha para reflexionar sobre el amor, en otra de las partes más interesantes del libro.

Los citados intentos de acercamiento acaban con la entrada de Proust en los círculos aristocráticos, a través de la ya conocida marquesa de Villeparisis. En casa de ésta, asistirá a una reunión con multitud de personajes, entre ellos la duquesa de Guermantes (con la que apenas intercambia unas breves palabras), que entran y salen de la reunión, exponiendo sus puntos de vista sobre las relaciones sociales, el asunto Dreyfus, tan en boga en aquel momento, y la cuestión judía. Pero no os asustéis. No estamos ante un Proust político, ni mucho menos. Él es un mero testigo, sin más. Utiliza el “caso Dreyfus” únicamente para definir a los personajes.

Finaliza esta primera parte del libro con la salida de nuestro protagonista de la reunión y unos extraños comentarios por parte del barón de Charlus acerca de una “misión secreta” para él.

La segunda parte del libro comienza con unas de las más bellas páginas de todo "En busca del tiempor perdido", al menos hasta ahora. Son las que narran la enfermedad, agonía y muerte de la abuela (¡ay, esas freudianas relaciones entre Proust, su madre, su abuela y su sirvienta Francisca!). Sencillamente, son impresionantes.

Y tras un pequeño salto en el tiempo, Proust se reencuentra con una, en esta ocasión, servil Albertina, su amor de Balbec. Ese amor, para él, ha pasado a mejor vida, lo que no es óbice para que, cruelmente, se aproveche de Albertina (porque Proust era muy sensible, pero también un poco "golfo").

Por último, consigue, cuando menos lo deseaba ya, entrar en el círculo más íntimo de la duquesa de Guermantes. Acude, entre príncipes, duques, condes, embajadores..., a reuniones sociales de lo más elitista pero también de lo más mundano con sus charlas insustanciales, falsedades, cotilleos y envidias. Comprueba cómo ese mundo, en realidad, es completamente diferente al que él había imaginado, igual que ya le ha ocurrido con el amor o con el arte.

Concluye el libro de forma abrupta y sorprendente, con dos hechos. Por un lado, el barón de Charlus, el de la extraña proposición al final de la primera parte, le retira inesperadamente su amistad. Por otro, reaparece Swann, ya avejentado y enfermo, en casa de la duquesa de Guermantes. Quizá me equivoque, pero da la impresión de que el barón de Charlus y Swann serán importantes en el siguiente tomo.

En definitiva, el libro contiene páginas absolutamente geniales como muchas descripciones (de personas y ambientes), la parte de la enfermedad y muerte de la abuela o las reflexiones sobre cómo influye el paso del tiempo y las circunstancias en nuestra forma de ver y sentir cosas como el amor, el arte o la propia vida. En ellas se manifiesta de forma clara la extremada sensibilidad de Proust.

Pero también contiene páginas bastante farragosas y extensas, como las dedicadas a las reuniones sociales, en las que el lector puede terminar agobiándose ante tanta genealogía y tanta vacuidad. De ahí que no lo haya calificado como “Imprescindible”, sino como “Muy recomendable”·

De todas formas, anímense. Lean a Proust. Poco a poco. Con calma. Como a los grandes tochos de la literatura, se le amará o se le odiará. No habrá termino medio.

Por mi parte, sé que seguiré con mi particular “año Proust”. Ya sólo quedan cuatro tomos. Me tomaré un pequeño descanso, pero “Sodoma y Gomorra” (otro tocho) espera.

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6 comentarios:

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

El "tema" de la Recherche es la subjetividad, la expresión lingüística de la vivencia interna, y esa sorprendente posibilidad de poner en palabras emociones y sentimientos que no nacieron para ser verbalizados. La historia o trama (si puede llamarse así) que cuenta es un simple pretexto. Proust tuvo una abuela, pero pudo no haberla tenido, y en tal caso expresaría otra vivencia, otra experiencia... igualmente interesante, porque lo de menos es lo que narra: lo importante es la "puesta en palabras" de emociones interiores producidas por la vida de fuera. Las páginas escritas a la muerte de su abuela podrían dirigirse a cualquier muerte de un ser querido. (Recuerdo con qué dulzura habla de cuando a su abuela le aplicaban sanguijuelas, método terapéutico que ¡todavía a fines del XIX! seguía usándose.) Es habitual, para el lector de Proust, reconocerse en él: "Yo soy Proust porque yo he sentido -siento- eso mismo... ¡aunque no sabía que pudiera ponerse en palabras!".

Sergio Sánchez dijo...

No son "El mundo de Guermantes" ni "Sodoma y Gomorra" mis favoritos, por jugar, porque leídos todos es un indivisible, creo que me quedaría con "La prisionera" y "La fugitiva" como campeonas, seguidas de "A la sombra de las muchachas en flor" y "El tiempo recobrado" como plata y "Por el camino de Swann" como bronce. Pero por jugar, simplemente por jugar. Es una experiencia indivisible, y si de Joyce decía que no sabía si me gustaba pero me parecía un imprescindible, con Proust lo tengo clarísimo. El amo.

Rosa Berros Canuria dijo...

Leí "En busca del tiempo perdido" entre los años 1997 y 2002. Me lo tomé con calma porque cómo dices, su prosa es intrincada como la más intrincada selva y los machetazos cansan y hay que dejar un tiempo, pero qué placer el ir desbrozando el camino y avanzando por esta historia maravillosa que es la del narrador de la novela de Proust. No descarto volver a leerlo.
Una reseña que me ha transportado por un momento al mundo proustiano. Gracias.

Koldo CF dijo...

Zumo de poesía: Poco más que añadir. Chapeau

Sergio: Me quedan 4. Pero sí que es cierto que "El mundo de Guermantes" está un poco por debajo de los dos anteriores. Todas esas páginas sobre las reuniones sociales son, cuando menos, difíciles de digerir, al menos para un lector de 2016

Rosa: 14 años desde que leíste "En busca del tiempo perdido"!!!! Corriendo inmediatamente a la estantería o a la biblioteca a por los 7 tomos. O, al menos, a por el primero!!!

Gracias a los tres

Dionisio García dijo...

Casualmente la he terminado de leer hace unos días. Aun gustándome es la que menos me ha gustado de las tres de la serie —que pienso leer completa y aun puede que releer, ya veré— leídas hasta ahora. Con esta obra me está pasando algo que quizás resulte extraño —no se lo he oído decir a nadie— y es que me produce cierta intriguilla. Hombre, no vamos a decir que el suspense de una novela policíaca, pero algo de esto si percibo.
Efectivamente, la gran cantidad de páginas que Proust dedica a las reuniones de sociedad resulta algo pesada. Por cierto que la edición que manejo es también la de Alianza, aunque con cubierta nueva. Me ha llamado la atención que, siendo la de esta editorial lo que pudiéramos llamar la edición de toda la vida, la que he visto siempre por las librerías, contiene errores, y que nadie se haya preocupado de corregirlos. A veces dudo de si son erratas de imprenta o errores del traductor —Salinas o Quiroga—. Por ejemplo: en las páginas 532 y 559 de la edición que manejo aparece 'deleitante' en vez de 'diletante', que es lo que corresponde al original —que me molesté en consultar— 'amateur' y 'dilettante'.

Rosa Berros Canuria dijo...

Yo lo leí también en Alianza y me pasaba que dudaba de si sería una buena traducción. Ahora me he comprado la edición de Valdemar que viene en tres tomos. Valen como 43 euros cada uno, pero viene lleno de notas, contexto histórico etc. Es en esa edición donde espero releerlo. De hecho he releído ya "Por el camino de Swan". Sí, Koldo. Después de catorce años, se hace imprescindible una relectura.