sábado, 19 de marzo de 2016

Colaboración: La vida ante sí de Émile Ajar

Idioma original: Francés
Título original: La vie devant soi
Traducción: Ana Mª de la Fuente
Año de publicación: 1975
Valoración: Recomendable


Émile Ajar es el heterónimo que usó Romain Gary/Roman Kacew (1914-1980), judío lituano, nacionalizado francés, hombre polifacético y con una vida muy intensa: piloto durante la segunda guerra mundial, diplomático, guionista de cine, además de escritor. Estuvo casado con la actriz Jean Seberg (À bout de souffle, de Godard), y se suicidó en París en 1980 poco tiempo después de que ella también se quitara la vida. Para los interesados en la historia de Gary hay una biografía de Myriam Anissimov, de 2004: Romain Gary, le caméleon).

Con La vida ante sí Ajar/Gary ganó por segunda vez el Premio Goncourt, cosa que legalmente impiden las bases del premio. La autoría no se desveló hasta después de su muerte y sirvió al autor para tomar distancia de esos críticos que lo habían rechazado como Gary pero que se mostraban entusiasmados por el nuevo descubrimiento literario.

Momo (Mohamed), un niño musulmán, que cree tener diez años (en realidad, 14), y que apenas conoció a sus padres, vive con Madame Rosa, una anciana judía, superviviente de Auschwitz, en un sexto piso sin ascensor del barrio de Belleville en París. Lo comparte con otros niños, Banania, Moïse, hijos de prostitutas que pagaban a la señora Rosa para que los mantuviera. Con el único calor de Arthur, un muñeco-fetiche que se fabrica con un paraguas, y el de la señora Rosa, Momo se va a volcar en el cuidado de la madame cuando ésta empieza a deteriorarse con la vejez, y la acompañará hasta su muerte. Junto a él otros vecinos del barrio: Monsieur Hamil, un árabe ciego apasionado por Víctor Hugo y el Corán, Madame Lola, un travesti senegalés, Monsieur N'Da Amédée, proxeneta de Nigeria...mostrarán su solidaridad con Rosa y la ayudarán no solo económicamente. Solo Nadine, y su familia, dedicada al mundo del cine, y que acogen finalmente a Momo, no pertenecen a ese mundo.

En la novela se plantean dos temas fundamentales: la mirada desde -y hacia- la marginalidad, que conlleva necesariamente una crítica social, y la relación de cariño entre el niño y la anciana: generaciones y culturas distintas. También se tratan otros subtemas como el de la vejez, la enfermedad y la eutanasia, la convivencia entre distintas culturas y religiones, el concepto de familia, la solidaridad...

Está contada por un narrador en primera persona, Momo, con un lenguaje sencillo, con coloquialismos y algunas construcciones incorrectas, que tratan de reflejar la forma de hablar del niño (quizás no se aprecia igual en la traducción).

 La obra es interesante por esa mirada que presenta, a la vez ingenua y políticamente incorrecta, sobre el mundo que nos rodea, con un protagonista provocador y rebelde:
"Cuando tenga mayoría de edad legal es posible que me haga terrorista para el secuestro de aviones con rehenes como en la tele..." -"Mientras corría entre los coches para meterles miedo, porque a nadie le gusta atropellar a un niño...me sentía importante al pensar que podía darles miedo"
pero, a la vez, capaz de darlo todo por esa anciana, "gorda y fea", que lo había cuidado desde pequeño:
-"Creo que tenía razón el señor Hamil cuando todavía tenía toda su cabeza y decía que no se puede vivir sin alguien a quien querer, pero no les prometo nada. Ya veremos. Yo quería a la señora Rosa..."

El autor se centra en ese París de la marginalidad, desconocido para la mayoría, y que en los años 70 se situaba en Belleville, reconvertido actualmente en un barrio popular, con muchos restaurantes y población asiática, y con presencia cada vez más de la clase media, siendo ahora  Saint-Denis o Clichy sous bois, en la periferia ("banlieue") de París, los que concentran una población más desarraigada y marginal.

A pesar de todo, el mensaje que transmite el autor no es de desesperanza, pues nos muestra un mundo solidario en dos niveles: el que representan los vecinos y amigos de Madame Rosa, a pesar de las diferencias culturales y religiosas, y el de Nadine y su familia, con la acogida de Momo.

Cuarenta años después de la publicación de la novela, y con la experiencia de nuestra historia reciente, podríamos plantearnos si no es, desgraciadamente, ¿una visión ingenua? de la condición humana la que nos plantea La vida ante sí.


Firmado:  Wincell

Del mismo autor: Lady L.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno de los factores tal vez influyó en que su valoración de este estupendo libro —que tuve la suerte de leer y disfrutar en su versión original en francés— no llegara a "muy recomendable", es la deficiente versión al español, que ya de partida queda de manifiesto cuando la traductora opta por llamar a la protagonista "la señora Rosa", en lugar de "madame Rosa", con todas las múltiples connotaciones que posee la palabra "madame" (a la vez gran dama y prostituta), las cuales se aprecian en el personaje. Una verdadera lástima.

Anouka dijo...

Gracias por tu reseña. Es un libro estupendo, que desde luego, yo también disfruté. Aprovecho para recomendar otro libro apasionante de un autor argelino, que descubrí hace unos meses: "Mersault, caso revisado", de Kamel Daoud, y viene a ser una reelaboración de El extranjero" de Camús.