Título original: Topics of our Times
Año de publicación: 2003
Valoración: Recomendable
Por lo que se ve, Gombrich –que confiesa responder al denostado tópico del erudito enclaustrado- agotó todo su ingenio en los ensayos que componen este volumen, y nada le quedó para pensar un título digno, que no pareciese un magazine de principios del XX. Pero mereció la pena, sin duda.
Que alguien empiece contando que su madre era pianista en Viena, que tocó con Schönberg y conocía personalmente a Bruckner y Mahler, es algo que casi nos hace levitar. Estas cosillas y muchas otras nos relata este intelectual de la historia y el arte en la ‘Nota autobiográfica’ que abre el libro, y sirve para situarnos ante un tipo cabal que conoce muy bien aquello de lo que nos va a hablar.
Aunque no todo es tan fácil. Quizá sea la falta de costumbre, pero los dos o tres primeros ensayos, que atacan temas como el relativismo cultural o la problemática de la enseñanza de las humanidades (bastante lejos, desde luego, de enfoques políticos maniqueos) o algunos aspectos de la historia de las ideas, se hacen bastante difíciles de digerir. Porque al autor, pese a sus largos años de actividad en ambiente británico, se le ve impregnado hasta los huesos de esa terrible inclinación germánica hacia lo abstracto, que nos pone las cosas muy cuesta arriba.
Sin embargo, superado este primer golpe, los trabajos posteriores se adentran en cuestiones más concretas y asequibles relacionadas con la historia del arte, y es aquí donde uno empieza realmente a disfrutar.
Sólo alguien que domina completamente la materia es capaz de seducirnos de esta manera con exposiciones sobre por ejemplo las relaciones (reales o supuestas) entre el cubismo y el neoplatonismo, o con un inesperado y emocionante recorrido histórico sobre el arte del dibujo, desde Leonardo hasta nuestros días. Igualmente interesante es el trabajo sobre Kokoschka (una de mis debilidades, reconozco) y las corrientes artísticas y culturales de Viena a principios del XX, o el original y exhaustivo examen de las relaciones entre la palabra y la imagen. Y como remate, el subyugante ensayo –el más subjetivo de todos- sobre la fotografía como arte, vía Cartier-Bresson.
A lo largo de toda la obra subyacen además algunas de las ideas-fuerza del maestro en torno al arte, singularmente, el énfasis en el artista como individualidad, en contraposición a su consideración como mero reflejo de una época o de una situación social.
Vale, un poquillo conservador parece el hombre, no sé si en lo político, pero sí cuando valora ciertos procesos creativos. Aunque, bien mirado, también se agradece alguna disonancia con el pensamiento rectilíneo.
En definitiva, una lectura vivificante por la que merece la pena el pequeño esfuerzo que requiere ponerse a la altura.
Firmado: Carlos Andia
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