sábado, 12 de noviembre de 2011
Ayn Rand: El manantial
Idioma original: inglés
Título original: The Fountainhead
Fecha de publicación: 1943
Valoración: recomendable
Ayn Rand, novelista de origen ruso nacionalizada estadounidense y firme defensora del objetivismo, consiguió con El manantial su primer éxito literario y se convirtió gracias a esta novela en una de las escritoras más importantes de su generación. Parte del mérito, sin duda, recae en que este libro, además de ser una interesante obra literaria, sienta –bajo la figura del creador– las bases del pensamiento objetivista y muestra el enfrentamiento entre el individualismo y el colectivismo.
El protagonista de esta historia (y hombre ideal para Rand), Howard Roark, es un intransigente arquitecto que roza la genialidad y defiende firmemente sus principios sin dejarse doblegar por nada o por nadie, a pesar de los problemas profesionales y personales que esto le acarrea. Peter Keating, su antagonista, es un arquitecto de segunda que ha sabido venderse y establecer los contactos necesarios para triunfar profesionalmente y conseguir aparentar ante la galería estar satisfecho consigo mismo. Acompañando a estos dos hombres, la autora nos presenta a Dominique Francon, una mujer independiente y de ideas tan firmes como las de Roark que, sin embargo, no puede desprenderse de la sociedad que odia y le alimenta; Gail Wynand, el dueño del periódico más importante de Nueva York; y Elsworth Toohey, un "pensador" socialista que hará todo lo que está en su mano para acabar con Roark y su obra.
Alrededor de estos cinco personajes se desarrolla esta historia de juegos de poder y superación personal que, como la propia autora afirma en el prólogo, pretende mostrar al "hombre que utiliza su propia mente sin intermediarios y se convierte así en el manantial de la realización". Dejando a un lado las ideas de Rand (con las que se podrá estar de acuerdo o no), no podemos negar que ésta sea una de las grandes novelas del siglo XX.
Si he de decir algo malo de ella, sería, sin duda, que sus diálogos son en ocasiones un tanto teatrales. Por lo demás, no tengo ni media queja (y eso que en las casi 700 páginas que la conforman lo normal sería lo contrario). Es más, tengo que señalar el discurso final del protagonista como uno de los mejores que he leído en mucho tiempo. Claro, contundente y sin concesiones, el perfecto broche final para un libro como éste.
También de Ayn Rand en ULAD: Himno, Los que vivimos
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3 comentarios:
Me pareció una lectura interesante en estos tiempos de copia y pega. Nunca me imaginé a Roark como el Gary Cooper de la versión cinematográfica, pero sí un ideal admirable hasta que, no se sabe porqué, va y viola a Dominique Francon, que se queda tan contenta. O no entendí el episodio, o hay que tomarlo como dato ilustrativo de una época, tipo el machismo en Mad Men, o se trata simplemente de un personaje que detesto de mujer decidida y segura de sí misma, pero al servicio del protagonista. En fin, que se me cayeron los palos del sombrajo de la lectura que estaba disfrutando.
Saludos
Howard Roark no viola a Dominique Francon. Si lees bien el capítulo te darás cuenta de que Howard se da cuenta de que Dominique lo desea, y mucho, tanto que cuando Howard no fue a arreglar la chimenea (la cual rompió Dominique solo para volver a ver a Roark, y de esto Roark se da cuenta) como había prometido, Dominique lo golpea en la cara. Entonces Howard Roark, sabiendo esto (que Dominique lo desea fervientemente) simplemente va a "tomar" lo que ya sabe que es 'suyo'. Roark la toma solo porque sabe que ella así lo desea (y él también quiere hacerlo). En ningún momento actúa contra la voluntad de Dominique.
Mismo anónimo de antes
Sí creo que la autora deja claro que es algo que ocurre con acuerdo mutuo en dejar a un lado toda convención. Es complejo querer saber cómo funciona el inconsciente en el sexo y a cada uno le gusta lo que le gusta, pero ficción o no, a mí me inquieta leer que un tipo, a pesar de golpes y dentelladas, sigue a por lo suyo, parece que el mensaje es '¡pero si ellas lo quieren!'. En fin, espero que no se me rompa dos veces seguidas la lavadora... aunque quien venga no se habrá leído El Manantial.
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