Año de publicación: 2010
Valoración: ¿Repugnante?
Hoy me voy a permitir cometer un delito como crítico: reseñar un libro que no he leído, o mejor dicho, un libro del que solo he leído fragmentos: Cartas a los Jonquières, una recopilación de cartas de Julio Cortázar a un amigo de toda la vida, Eduardo Jonquières, que abarcan más de 30 años, de 1950 a 1983, y ocupan más de 600 páginas en su edición actual. Pues bien, el motivo de que hable de esta obra sin haberla leído, y sin tener de hecho ninguna intención de leerla, es que este tipo de publicaciones me producen siempre una incomodidad abismal: me parecen, por decirlo claramente, un alarde de voyeurismo obsceno y necrofílico, y una invasión injustificable a la intimidad del escritor. Como no soy jurista, no sé si el derecho a la privacidad caduca cuando estiras la pata, pero en todo caso, el derecho moral a que no revuelvan tus intimidades debería ser inquebrantable...
"El Cortázar más privado", titula el País el artículo-anuncio publicado hace unos días (no hay que olvidar que Alfaguara y El País forman parte del mismo grupo empresarial). Y tan privado: como que estás publicando sus cartas personales, no escritas con intención literaria sino simplemente comunicativa. No estamos hablando de las epístolas de Cicerón, sino de la posibilidad de que algún día alguien publique esos emails cachondos, depresivos o confesionales que le acabas de mandar a tu mejor amigo, porque, en opinión del crítico futuro "informan con esmero y puntualidad casi semanal sobre un período del que apenas sabíamos nada". Va a resultar que al final todo escritor necesita una María Kodama que le cubra las espaldas después de muerto.
Y lo que yo me pregunto es, dado que Julio Cortázar falleció hace apenas 25 años, ¿quién tiene los derechos de esas cartas? ¿A quién corresponde la potestad para decidir que se publiquen? Y también, ¿quién se está lucrando con toda esta retahíla de "papeles encontrados" de Cortázar que está saliendo a la luz en los últimos años?
También de Cortázar en ULAD: Aquí
10 comentarios:
Totalmente de acuerdo en todo. Lo de lucrarse a costa de que todo el mundo meta las narices en la intimidad del que ya no puede defenderse me parece un crimen, sea legal o no, eso da igual.
Y, como tú, diferencio totalmente al escritor de sus escritos. A veces es mejor el primero, otras los segundos. Por eso en muchas ocasione la desilusión está cantada. Se me ocurren un montón de ejemplos de cada pero la discrección es un valor, aunque ahora cotice a la baja según podemos ver.
Sí, de acuerdo también. Recuerdo el cabreo que me agarré con un libro abominable titulado Borges, la posesión póstuma. Un periodista ávido de notoriedad escarbaba sin ningún escrúpulo en el basurero personal de Borges, mirando debajo de todas sus alfombras y sacando los muertos de todos sus armarios. Las peleas con los amigos, el conflicto entre Kodama y los sobrinos, la polémica sobre su tumba... En fin, asqueroso. No pude acabarlo, y si lo conservo todavía, sin haberlo entregado al fuego que merece, es como recuerdo de lo que no debe hacerse jamás en el campo de la cultura. ¡Muerte al buitrerío y la necrofilia!
Es el efecto Belén Esteban: la irrelevancia nos tranquiliza.
las chicas embarazadas causan.....
los guapos salidos del closet causan.....
los asesinatos causan....polemica las inconquistables ¿...te atreves a entrar...?
Según este artículo de Babelia, por las cartas de Byron podemos saber que sufrió "calenturas & gonorrea y almorranas, todo a la vez". Sin comentarios.
Yo estoy de acuerdo, en principio, pero ¿pensaríamos lo mismo si publicaran cartas privadas de Cicerón que descubrieron en una excavación? Probablemente no, porque el paso del tiempo deshumaniza y las personas se convierten en personajes...
Permítame decirle que quien tiene todos los derechos sobre los textos de Cortázar es su primera mujer, que aun vive en Paris, Aurora Bernárdez. Que esas cartas dirigidas a su amigo Eduardo Jonquieres, estaban en posesión de la familia Jonquieres, como un tesoro familiar. Que fueron donadas o sea, no percibieron los Jonquieres ni un solo centavo por ellas, considerando que constituían un rico testimonio sobre uno de los mejores autores del siglo XX. Que la decisión de publicarlas fue de Aurora Bernardez, su heredera legítima, que no necesita lucrar con la obra de Julio. Y que si usted se dio el trabajo de leerlas, lo cual dudo, es un maravilloso registro de la cotidianidad de su autor, de su personalidad y genio, de la vida que llevaba mientras escribía su obra. No entiendo que le moleste tanto.
Como verás, en la reseña no hablo del tema del dinero; no es una cuestión de enriquecerse o no enriquecerse, sino de privacidad, de intimidad, de pudor si se quiere. Desde luego que esas cartas pueden tener una información preciosa o incluso estar maravillosamente escritas. Pero siguen siendo cartas privadas que una persona envió, no con la intención de que las conociera el mundo, sino de que las leyera el destinatario, una persona concreta. Sigo sin verlo claro...
Hola vengo a flotar, juro chau 🙋
Aguante boca y la yerba .
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