Título original: LTI. Notizbuch eines Philologen
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 1947
Valoración: muy recomendable
Siempre he pensado que el lenguaje condiciona en gran parte nuestro pensamiento, hasta el punto de que a veces llega a pensar por nosotros. Antes de leer este libro ni me imaginaba con qué concreta eficacia puede suceder esto. No se trata en absoluto de una metáfora: el uso de unas palabras nos delata, nos hace decir cosas que ni siquiera sabemos que queremos decir. En realidad, lo que documenta este libro es la enfermedad de un idioma, entendida no como síntoma, sino como causa del delirio de un pueblo. En casos menos extremos, su lección no deja de ser valiosa.
Victor Klemperer era un filólogo alemán, felizmente dedicado a la investigación de la literatura francesa del XVIII en la universidad de Dresde. Todo esto, hasta enero de 1933. A partir de entonces, tras el ascenso del partido nazi al poder, Victor Klemperer pasó a ser una única cosa: un judío. Afortunadamente para él, su esposa no era de origen judío, lo que no les ahorró miserias y humillaciones a ninguno de los dos, pero a él, al menos, lo salvó de la cámara de gas. Pronto le privaron de su ciudadanía y sus labores académicas, y poco después de sus bienes y su casa, pero lo que no pudieron arrebatarle fue su inquietud de espíritu y su sentido crítico. Sólo seguir siendo, ante sí mismo, el filólogo que era, le ayudó a no abandonarse a la fatalidad.
Desde el mismo año de 1933 Klemperer empezó a tomar notas sobre las transformaciones que el idioma alemán padecía bajo influencia nazi. Les atribuyó un rótulo secreto que sólo él entendía: LTI, Lingua Tertii Imperii, la lengua del Tercer Reich. Después de la guerra pudo reunir todos estos apuntes en un libro que no sólo es un diario de la tiranía, sino un minucioso diagnóstico cotidiano de la degeneración del idioma. Porque ésta fue la principal arma en el asalto nazí al poder: una decidida manipulación del lenguaje que se inflitraba sutil e implacablemente en el pensamiento de todos, víctimas y verdugos.
El idioma nazi fue una extraña mezcolanza entre arcaísmo y modernidad, connotaciones orgánicas y jerga técnica, que buscaba en todo momento la exaltación emocional y la confusión deliberada. Mientras el lenguaje burocrático se inundaba de siglas, los padres se devanaban los sesos buscando un nombre lo suficientemente étnico ("völkisch") para sus hijos. El adjetivo "fanático" adquiría un aura heroica que nunca había tenido, y toda referencia al Führer o al Reich se teñía de misticismo. Como contrapartida obligada, Einstein, por ejemplo, era siempre "el judío Einstein". Algunos de estos tics, u otros similares, siguen repitiéndose hoy, en circunstancias bien distintas. El de Klemperer es todavía un mensaje de imprescindible lucidez.
2 comentarios:
Tenes el libro en formato digital?
Me serviria de mucho.
Gracias
Si alguien lo tiene por favor a pigonzo@gmail.com
muy agradecido.
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