Título original: The cry of the sloth. The Mostly Tragic Story of Andrew Whittaker, Being his Collected, Final, and Absolutely Complete Works.
Año de publicación: 2009
Valoración: Muy recomendable
El lamento del perezoso es una especie de novela epistolar, aunque con varias diferencias. En primer lugar, solo tenemos una parte de la correspondencia (las cartas que Andrew Whittaker, Andy, envía a todo bicho viviente), aunque las respuestas del resto del universo hacia el pobre Andrew pueden deducirse muy fácilmente. Por otra parte, esta correspondencia es de lo más variopinta, y nos muestra al protagonista en un avanzado estado de descomposición mental, psicológica y social: como escritor en estado de bloqueo; como editor de una diminuta revista literaria, Soap; como agente inmobiliario que nunca consigue cobrar el alquiler a sus inquilinos; como hijo, y marido, y hermano fracasado.
Pero todo esto se hace con un sentido del humor desbordante: dado que el protagonista no siente pena de sí mismo (bueno, a ratos), y que mantiene, pese a su aislamiento, una capacidad verborreica asombrosa, la novela resulta divertidísima y muy fácil de leer (a pesar de que su título en inglés hable de mostly tragic story). Por supuesto, podemos plantearnos lo de siempre: ¿nos encontramos ante un clásico, ante uno de esos libros que aquí denominamos "imprescindibles"? Pues probablemente no, pero sí estamos ante una de las lecturas más amenas y agradables que he tenido la suerte de llevarme a los ojos en mucho tiempo: sin las pretensiones grandilocuentes de La elegancia del erizo, por ejemplo, y con mucha mayor inteligencia y humanidad. A mí, personalmente, me ha gustado más que Firmin.
También de Sam Savage en ULAD: Cristal, Firmin y El lamento del perezoso.
3 comentarios:
Pues nada, habrá que leerlo. Especialmente si dices que es mejor que Firmin, que a mí me gustó muchísimo.
Sí, ya digo que el argumento es menos original que el de Firmin, pero yo me lo pasé como un enano leyéndola. A ratos, me recordaba incluso a Sin noticias de Gurb. Ahí es nada...
Lo siento, pero a mí de dejó mas bien indiferente. Quizá fue por el momento en que la leí, lo que para mi es fundamental; o simplemente no me llegó.
Puestos a leer cosas sobre Ignatius Reilly, prefiero al propio Ignatius Reilly.
Un saludo.
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