Idioma original: inglés
Título original: The Devils of Loudon
Fecha de publicación: 1952
Valoración: muy recomendable
Un sacerdote cultivado y elegante que seduce a sus jóvenes feligresas, una priora con delirios de mística y un obispo herido en su orgullo buscando venganza; de fondo, la Francia de Descartes y Richelieu, que es preparada a conciencia para la monarquía absoluta. Estos resortes pusieron en marcha un monstruoso mecanismo de pasiones mórbidas, interesadas calumnias y ansias de poder que acabaría produciendo el episodio más famoso en la historia de las posesiones diabólicas: el caso de las endemoniadas de Loudon.
La versión sentada por las actas del proceso proclamaba que Urbain Grandier, párroco de la iglesia de San Pedro en Loudon se había servido de sus poderes de hechicero, logrados por un pacto con el diablo, para endemoniar a toda la comunidad del convento de las ursulinas y así cometer con ellas actos impúdicos. La sentencia, de muerte en la hoguera, se cumplió el 18 de agosto de 1634. En este ensayo, Aldous Huxley repasa los muchos testimonios de la época para narrar los hechos en toda su complejidad y trata de hacerlos comprensibles revelando los móviles ocultos bajo el folklore milagrero y satánico. Relata los amoríos de Grandier con las más bellas muchachas de su parroquia, que le valieron el odio de los ultrajados padres, y explica el enfrentamiento con el obispo de Poitiers y su fatal oposición a los planes de Richelieu, que se proponía derribar la antigua fortaleza de Loudon.
Los enemigos de Grandier maceraron su inquina durante años, hasta que se les presentó la ocasión que esperaban. Se llamaba Sor Juana de los Ángeles. Esta joven y ambiciosa priora de las ursulinas, mezcló sus pretensiones místicas con una inconfesable obsesión por Grandier, a quien nunca había visto pero cuyos lances amorosos todos conocían. Su negativa a convertirse en confesor de las monjas envenenó la imaginación de Sor Juana, volcando el caudal de sus figuraciones sobrenaturales en una siniestra dirección. Esa carga erótica sublimada que siempre alimenta la mística se tradujo, por obra del resentimiento, en perturbadoras fantasías lascivas con Grandier como íncubo.
La conducta escandalosa de la priora cundió entre las monjas como un contagio satánico, y pronto fueron llamados los profesionales. Exorcismos públicos, flagelaciones y ayuno: el tratamiento no ayudó precisamente a que la situación se calmara. Las monjas eran visitadas por personajes ilustres y masas de curiosos llenaban la iglesia en los exorcismos. Los escépticos eran legión, pero el testimonio de las posesas convenía al poder, y ellas lo sabían. En sus trances satánicos, por ejemplo, blasfemaban contra Dios, la Virgen y el Papa, pero jamás insultaban al Rey o al Cardenal Richelieu. Esta locura colectiva, tan bien dirigida, culminó en las horribles torturas infligidas a Grandier, el cual se negó a declararse culpable. Su figura superficial y algo pedante cobra así una grandeza final que sigue admirando.
Huxley sabe mantener el crescendo narrativo sin perder el rigor histórico del ensayo. Lástima de las breves digresiones esoterizantes que entorpecen, por momentos, un trabajo excelente.
Otras obras de Aldous Huxley en ULAD: Viejo muere el cisne
3 comentarios:
Vaya! Suena muy, muy interesante. Me encanta este autor, así que gracias por la recomendación, Jaime. Otro libro para la lista! Es increíble lo que puede hacerse y deshacerse con las posesiones y los maleficios.Un ejemplo que se ve muy claro en la peli El crisol, con Winona Rider y Daniel Day Louise. Basta hacerse el poseído, la creencia ciega de la población y sus ganas de torturar y ver sufrir al prójimo, para que se desencadene la locura. Lástima que hoy en día siga pasándonos exactamente lo mismo, aunque ya no hece falta ni recurrir a los maleficios para provocar lo mismo: basta con utilizar el miedo al otro.
Qué miedo...Me recuerda a este filme, "The Convent", El convento maldito:
http://dreamers.com/indices/foros.cgi?indice=peliculas/2673&mostrarforo
Lo que pasa es que a veces no puede estarse seguro de si alguien "se hace" el poseído o se lo cree totalmente y se deja llevar. En el caso de las monjas de Loudon, por ejemplo, hubo de todo. Por momentos creían fielmente las explicaciones de su confesor y los demás exorcistas, pero en otras ocasiones se derrumbaban, se hacían conscientes del mal que estaban causando a Urbain Grandier y se retractaban de lo dicho hasta entonces. La priora, por ejemplo, dejó cartas de su puño y letra firmadas como "Asmodeo", pero también se pasó varios días haciendo penitencia a la intemperie e intentó ahorcarse tras afirmar que todo había sido un montaje.
Para esos casos, los exorcistas encontraron su propia salida: un sacerdote católico puede obligar a un demonio a decir la verdad, por lo que su testimonio durante el exorcismo es irrefutable; fuera del exorcismo, en cambio, la víctima queda a merced de las mentiras diabólicas. El argumento les resultó muy útil en el juicio contra Grandier, pero recibió todo tipo de varapalos teológicos, porque lo ortodoxo es que a Satanás, Padre de la Mentira, no puede creérsele jamás.
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