jueves, 18 de junio de 2020

Hiromi Kawakami: Los amores de Nishino


Idioma original: japonés
Título original: ニシノユキヒコの恋と冒険 
Nishino Yukihiko no koi to bôken 
Año de publicación: 2003
Valoración: Está bien
        


Al final de la edición que he manejado se recogen comentarios de varias publicaciones, una de ellas dice: “Si te gusta Haruki Murakami, adorarás Los amores de Nishino” No sé si será cierto, pero conmigo se cumple. Murakami, ni fu ni fa, y lo mismo podría decir de la obra que nos ocupa. En cuanto a su autora, tengo que matizar. En primer lugar, no podría afirmar que se copie constantemente a sí misma, tal como hace el eterno candidato al Nobel, pues de ella solo he leído El cielo es azul, la tierra blanca hace ya bastantes años. En su momento, me gustó: contaba una historia sencilla y sincera, transmitía emoción con gran sobriedad narrativa y, en la fecha de su publicación, aún no tenía un gran recorrido como escritora. Aquella novela obtuvo un premio importante, luego llegaron otros, Kawakami se ha convertido en una celebridad en Japón tras haber publicado unas cuantas obras, pero es difícil saber cómo ha evolucionado ya que tardan bastante en llegar a España. Esta en concreto no se ha traducido aquí hasta 2017. El asunto amoroso sigue siendo el eje argumental, aunque en este caso parece haber un propósito más ambicioso, la acción ya no gira en torno a dos únicos personajes y, además, se propone analizar los caracteres. Tanto Nishino como sus amores se exponen a la mirada del lector. Ellas son las que hablan, y hablando se retratan a sí mismas.
Ya sabemos que la literatura oriental es elusiva en lo que aquí consideraríamos primordial, y se fija mucho en lo inanimado, logrando así un efecto poético y ralentizando de paso la acción. Eso es lo que admiro de algunos grandes autores de ese país y algo de esa tradición encuentro en Kawakami, que hace brillar ciertas escenas con su mirada delicada y sutil aunque eso no justifica una inconsistencia y un vacío de contenido evidentes.
Para empezar, su personaje central, el tal Nishino, no suscita tanto interés como para ser objeto de la mirada de todas esas personas y menos aún justifica tanto conato de enamoramiento. O ellas no han sabido explicarse o él es aburrido hasta decir basta. Y mira que hay seductores legendarios en la historia de la literatura. De ambos sexos, y muy bien caracterizados, tanto físicamente como en su forma de ser, sin olvidar la pormenorizada descripción de sus artimañas y el efecto que estas producen en sus víctimas. Aquí, en cambio, no logramos identificar al personaje más allá de su afición por las conquistas, ni estas se distinguen tanto entre sí, hablando en general, como para que resulten fácilmente reconocibles. No obstante encuentro dos rasgos de interés.
La mayoría de las rupturas tienen el mismo origen, o muy parecido: ellas son las que le dejan pero él aparece como culpable. Lo hacen por desconfianza: cuando comprenden que no juega limpio prefieren abandonar el barco antes de sufrir una traición en toda regla. Un enfoque original y muy bien justificado en todos los casos, que, por cierto, son tan parecidos entre sí que se confunden y acaban resultando algo tediosos.
También es original –y a la vez interesante y escabroso– el motivo que ha dado lugar a un comportamiento repetido durante cuarenta años y que solo averiguaremos al final. Nos lo cuenta su último amor, describiendo una de los pocos romances que se apartan de la tónica común y que encuentro bastante inverosímil, aunque en este caso puede que mi desconocimiento de la mentalidad japonesa me impida comprender sus reacciones.
De todas formas, no me hagan mucho caso. A mí, tanto las historias de amor como las de guerra, cuando no contienen otros elementos que rebajen un poco su inevitable monotonía, me aburren. No puedo evitarlo.

3 comentarios:

Gabriel Diz dijo...

Hola Montuenga:

Gracias por la reseña. Intento leerla y después te cuento.

Saludos

1984 dijo...

Parece que ahora están de moda los Murakami a precio de saldo. A mí Murakami no me parece gran cosa, aunque entretiene, a veces, y es muy inferior a Mishima, Kawabata o Tanizaki, los peces gordos. Y los discípulos de Murakami, pues bueno; como bien dice Montuenga: resultan tediosos, como este Kawakami. El esteticismo y estatismo de la literatura japonesa se pueden aguantar en Tanizaki, pero no en Banana Yoshimoto. Si esta belleza de las cosas inanimadas y la suspensión narrativa están al servicio de una trascendencia artística etc, vale; pero como sea recrearse en lo inanimado por narices y sacar profundidad de pega del puro tedio, el inanimado acaba por ser el sufrido lector. Mucha de esta literatura japonesa es de pega y de baja calidad, a mi juicio.

Montuenga dijo...

Hola Gabriel. Antes de nada aclaro que no todos los libros que traigo aquí son exactamente de mi gusto. El blog sería muy parcial si hiciera eso. Intento además reseñar con toda la objetividad posible, aunque mi opinión queda clara en la reseña, sobre todo al final. Por otra parte, nunca hubiera dicho que te fuera a interesar este libro, pero si es así, adelante y ya nos contarás.

Y contigo, 1984, estoy totalmente de acuerdo. Antes, de la literatura japonesa sólo nos llegaban los grandes (Kawabata, Mishima, Tanizaki, Kenzaburo Oe... todos excelentes), pero desde que se pusieron aquí de moda hace años están aprovechando el filón y nos inundan los productos comerciales que, como es lógico, son los que tienen éxito allí. Por algo son comerciales, ¿no? Y Murakami, como Kawakami, son productos con pretensiones, que es todavía peor porque eso los hace aburridísimos.

Y, otra cosa, esto para todos: una vez publicada la reseña, he caído en la cuenta de lo ambigua que resulta la portada. Otra más que induce a engaño. Así que me apresuro a repetir que Nishino es un HOMBRE. Tendrían que haber retratado a un grupo de mujeres para ser fieles al contenido, sobre todo porque aquí la mayoría no sabemos distinguir los nombres propios japoneses por sexos. Creo que queda claro en la reseña, pero nunca viene mal insistir.

Saludos a los dos.