sábado, 28 de marzo de 2020

Jürgen Osterhammel: El vuelo del águila


Idioma original: alemán

Título original: Die Flughöhe der Adler: Historische Essays zur globalen Gegenwart
Año de publicación:2017
Valoración: Muy recomendable para interesados


Este es un volumen construido a base de fragmentos, pero se trata de artículos muy amplios, de algunas decenas de páginas, divididos en capítulos. El historiador alemán Jürgen Osterhammel repasa aquí las cuestiones que han sido objeto de toda una vida de estudio: fundamentalmente la historiografía como disciplina y el concepto de globalización. Este último inicia abruptamente el texto con dos capítulos, algo áridos pero también muy ilustrativos para el lector profano en la materia. Afortunadamente, tanta erudición se compensa con su faceta de observador curioso y atento.
Estamos acostumbrados a utilizar el concepto globalización en singular pero, según dice, no existe una sola sino muchas, y sus efectos pueden ser de signo positivo (ej: exportación del concepto derechos humanos) o negativo (tráficos ilegales diversos). Lo evidente es que, desde los años 90, el mundo se ha convertido en una gran urbe donde toda comunicación es posible. La globalización  no solo tiene efectos positivos, también altera, destruye y produce desequilibrios. Lo que entendemos por tal tiene precedentes históricos (religiones, imperios, redes comerciales) que se han intensificado con el tiempo, por eso cabe preguntarse si se trata de una realidad definitiva o puede experimentar retrocesos.
En este primer apartado, el autor analiza las transformaciones que se produjeron en el mundo a partir de la Primera Guerra, la mayor o menor influencia mutua dependiendo del momento, el papel que jugaron las nuevas técnicas de comunicación y transporte o las normas legales de alcance internacional en la progresiva uniformización de las costumbres, sin olvidar otras, como el hundimiento de la URSS, que también han transformado el panorama global aunque su origen sea de otro tipo.
De paso, critica la idea excesivamente optimista del progreso como fuerza irreversible cuyo poder transforma y perfecciona las sociedades sin posibilidad de retorno. Y, entre otros aspectos, resalta que las asimetrías, tanto nacionales como internacionales, ni se han erradicado ni llevan camino de hacerlo.
En la actualidad, el hecho de que determinadas conductas indeseables puedan ser divulgadas a través de las fronteras no ha conseguido erradicarlas, ni mucho menos, aunque la jurisdicción penal internacional las pueda frenar en cierto modo. Por otra parte, ni siquiera Internet ha sido capaz de eliminar cien por cien las fronteras, ya que la censura de algunos países ha logrado restringir el flujo de datos con éxito. En cambio, existen hábitos de consumo y ocio, así como referencias culturales que ya han sido adoptadas por la mayoría de las culturas.
La situación actual favorece el cosmopolitismo, aunque no de forma automática. Esto es obvio pues actitudes cosmopolitas son las que eliminan etnocentrismos diversos o las que anteponen el bienestar general a la acumulación de beneficios, superando afortunadamente la mentalidad racista y salvadora de los que, en el s. XIX y principios del XX pretendían adoctrinar y civilizar a determinados territorios. Las primeras iniciativas para el cambio partieron de líderes concienciados de un lado y del otro. Reflexiona  también sobre el concepto de Occidente (Europa + América) frente a Oriente (todo lo demás), la prepotencia del primero, su ocasional fascinación por el exotismo de los otros o la autoproclamada necesidad de cerrar fronteras para salvaguardar privilegios o como signo de inseguridad. Oriente, a su vez, ha tenido que defenderse de su superioridad militar, intentar igualarla, o bien, como actualmente, mimetizarse en cierto modo, al formar parte de la omnipresente sociedad de consumo. Osterhammel no olvida analizar al detalle lo que denomina “el ascenso de Asia” desde el inicio del siglo XX hasta hoy. Esto incluye fases muy diversas, principalmente: colonialismo, su superación y el actual aprovechamiento de las oportunidades que proporciona la actual situación política y económica.
Asimismo, se definen términos cuyas fronteras son difusas, guerra, revolución, guerra civil, ilustrando sus similitudes y diferencias con el análisis de sucesos históricos. Pero su objetivo no es meramente teórico, tiene también una intención ética: encontrar la mejor manera de eliminar tensiones y mejorar la convivencia entre países. Él propone como grandes directrices la comunicación constante de unas áreas y otras, así como la protección de los derechos humanos (exclusión social, refugiados, trabajos insalubres o peligrosos) no solo en las zonas más pobres, también en países prósperos, sobre todo a partir de 2007 y su crisis hipotecaria. O bien estrategias diversas de protección nacional, entre estados o en defensa de los recursos naturales. De paso, menciona la protección de datos y la del individuo frente a manipulaciones virtuales de origen dudoso.
Con solo una mirada a la historia, es fácil deducir que lo que ahora consideramos fronteras incontestables y naciones construidas de una pieza no son más que el resultado de movilidades más o menos masivas y alianzas diversas entre grupos. Para entender lo que hemos sido y dónde estamos ahora, hace falta apartarse del punto de vista único y adoptar un enfoque amplio (“La historia de todos los pueblos y sociedades de la Tierra es igual de valiosa, y ninguna merece más atención que otra, aunque desde el punto de vista de unos intereses particulares, su importancia pueda no ser la misma”). Aquí llama la atención sobre el hecho de que todo lo que ocurre tiene su efecto, no solo en épocas futuras, sino sincrónicamente, en cualquier lugar del globo.  
En esta suerte de miscelánea no faltan los puentes y su valor simbólico como lugar de paz opuesto al concepto de frontera, ya que trascienden “el abismo que separa al paisaje de la técnica”, son aliados del comercio e inspiración permanente de artistas. Tampoco olvida a su admirado Holderlin -cuya época estudia someramente- o la fascinación hacia el tigre como especie, tan temido como venerado, y necesitado ahora de protección política.

“Friedrich Hölderlin prefiere el vuelo intermedio de las golondrinas y cigüeñas, y el aún más elevado del águila, altura desde la cual puede reconocer tanto los espacios menores de los seres humanos como los mayores de los continentes. , como afirma en su “Elegía del caminante”: «Donde yo, libre como alado, jugaba por las altas ramas…»

Traducción: Gonzalo García

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay una película con el mismo nombre? Con guión del libro gracias. Mayor Thompson

Montuenga dijo...

No, Thompson. Este es el análisis que un historiador hace de cuestiones que le interesan especialmente. O sea, no es de ficción, es un libro teórico.

Además, hay una novela histórica con el mismo título, y una serie o película también histórica. Pero no tienen nada que ver entre ellas, solo tienen en común que son históricas.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por sacarme del error.... Montuenga.. Mayor Thompson