jueves, 12 de marzo de 2020

Jorge Carrión: Contra Amazon


Idioma original: español
Año de publicación: 2019
Valoración: recomendable con pequeños peros 

A favor de Contra Amazon

Carrión es, por encima de todo, un cronista. Me reitero en opiniones vertidas anteriormente pues le veo cómodo ahí, narrando conforme viaja o viajando mientras narra en una simbiosis que se me antoja bastante indisociable, le veo llegando al hotel de turno y usando esa silla que los demás usamos para que la camisa del día siguiente no se arrugue, sentándose en el escritorio y poniendo sus notas en limpio antes de empezar a redactar un texto que suele tener trazas de definitivo, pero que retocará hasta que luzca perfecto, porque sabe que la concisión no está reñida con la forma y es admirador (Sebald obviamente en cabeza) de mucho viajero y cronista que han resultado ser escritores de primera categoría. 
Así que el estilo es impecable, los conceptos son claros y sin reiteración que fatigue al oyente, la transcripción de testimonios y diálogos siempre justificada y proporcionada, el equilibrio entre razonamiento y desarrollo ajustado, el vertido de datos dosificado para que el lector continúe sin fatigarse. Contra Amazon no es, exactamente un ensayo ni una crónica, más bien es un híbrido cuyas partes se apuntalan entre ellas. Aquí expongo cuáles son los peligros inherentes al abrumador dominio del gigante distribuidor estadounidense, aquí hablo de quienes están amenazados por ese monopolio inmoral que avanza como ola gigantesca absorbiendo lo que le interesa y arrasando lo que no. Un planteamiento inapelable desde el sentido común e incluso desde una cierta pose sentimental que no discutiría si no fuese que

(Algo) en contra de Contra Amazon

Está claro, desde luego sería absurdo que aquí yo me expresara de otra manera, aquí nos gustan los libros. Aunque yo me vaya curando de esa obsesión tan particular, que si el olor de la tinta, que si el tacto, todo ello respetable, pero un tanto añejo. No soportamos reducirlos a la condición de productos, de mercancía, de meros objetos. Y nos revienta, claro, que Amazon (por cierto: el propio libro en cuestión está disponible en esta plataforma, entrañable paradoja) los trate como tal cosa. En las estanterías de sus enormes y modernos almacenes tendrás una copia del más preciado de los volúmenes de tu biblioteca junto a recambios para cepillos de dientes eléctricos, camisetas con logos estúpidos, sartenes, guantes de boxeo. Confieso que yo he comprado de todas esas cosas ahí. Y no me siento culpable ni tengo la convicción de que Amazon se esté cargando a tanto entrañable tendero que te cierra la persiana a las 20:00 h. porque él también tiene una vida, pero aunque sea caro, es del barrio y merece sobrevivir. Ahí está la trampa de Contra Amazon. No es un libro que denuncia que los trabajadores de Amazon están sometidos a duras presiones o que sus repartidores cobran cuatro duros por repartir incluso los domingos, o que los proveedores son obligados a reducir sus márgenes. No. Contra Amazon se queja de que Amazon no tiene prescriptores literarios sino big data y que sus recomendaciones las programa un algoritmo basándose en montones de millones de datos que tú has contribuido en tu ridícula parte infinitesimal a completar. Eso es una parte del libro, digamos que un artículo inicial, un listado de argumentos algo sesgado pues no tiene en cuenta, por ejemplo, que para muchos de los que no tienen la suerte de residir cerca de alguna librería bien surtida, Amazon es la única opción para obtener ciertos libros de perfil minoritario. Ah, perdón, es que no sabía que sufrir para conseguir un libro también es parte de su disfrute. Siempre pueden consolarse con la nauseabunda oferta de best-sellers del Carrefour más cercano, claro. A esas personas, va, diles que para obtener un libro de alguna editorial como Impedimenta o Sexto Piso, recorran veinte o treinta kilómetros e inviertan un par de horas de las pocas libres de que disponen. 

Carrión alterna puntuales diatribas adicionales con un envoltorio un poco tramposo. El uso del término libresco, (con un sufijo más seductor que la palabra bibliófilo). Más visitas a librerías y bibliotecas de todo el mundo (Corea del Sur, USA, Japón), templos indiscutibles en lo que parece una segunda parte del brillante Librerías, contrapeso que refuerza ese título que parece un clickbait, porque nada hay más feo que un algoritmo ejecutado en una fría sala de servidores en la quinta puñeta (oscura, con unos pilotos multicolores que hacen pip-pip y el ruido de un hard-disk que hace skrt-skrt) ejecutando de forma sanguinaria el puesto de trabajo de esa librera mona y simpática con la que hemos sintonizado, que nos ha psicoanalizado en dos minutos de conversación y va a recomendarnos el LIBRO QUE CAMBIARÁ NUESTRA VIDA. Pues no: el planteamiento me ha parecido demasiado reduccionista. Me gustan tanto los libros como al que más y disfruto tanto en una buena librería o en la biblioteca de mi barrio como el que más. Pero el fetichismo no me va, o no creo que solo el individuo fetichista del "objeto" (toda esa jerga tan onanista a que me refería, el olor, el tacto, joder, alguno se va a zampar un libro en una tortilla un día) pueda atribuirse la exclusiva de la bibliofilia. Y opino que, desde luego, la industria, la de edición, la de producción, la de distribución, va a tener que adaptarse. Igual, ya que el objeto de este blog es la mera divulgación, se trata de convencer sobre leer buenos textos, como sea y de donde sea. Y aunque yo no tenga Kindle digo yo que será mejor leer en Kindle un texto digno que repantingarse en el sofá a ver Telecirco. Así que bien por Carrión y su algo ingenua labor, pero mal por los snobs (otro día hablaré en otro blog de la nueva fiebre del vinilo) que acaban siendo clasistas agarrados a sus tótems indiscutibles e inamovibles. Por supuesto, siempre tendremos el derecho de ser unos viejales que mueren en un rincón abrazados a su vieja y raída primera edición de 2666. Opción, como todas, la mar de respetable. Pero Carrión es demasiado joven para centrarse exclusivamente en esa línea. Por favor, no te vuelvas un llorica como Pérez Andújar  o Vilas. Mira adelante y pregúntate si la elegía constante es la manera de atenuar ese proceso. Seguro que puedes.

Y ahora, que empiecen las hostias.

14 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Pido perdón por ser el primero en comentar algo, pero me siento impelido a hacerlo porque justamente estoy en la situación que dice Francesc en la reseña: vivo en una localidad donde no hay librerías (sólo papelerías e incluso alguna que otra ya ha cerrado) y para poder visitar una librería digna de ese nombre me tengo que desplazr al menos 25 kms. Luego, entiendo perfectamente que Amazon sea un servicio cómodo e incluso adecuado para mucha gente. Ahora bien, yo no lo utilizo (sólo lo he hecho un par de veces, para comprar discos); prefiero esperar a ir a una librería o si no, comprar por medio de otras plataformas 8o como se diga), o librerías independientes que también ofrecen esa posibilidad o incluso a la propia editorial, directamente.
La razón, o una de ellas, es que también vivo enfrente de una empresa de paquetería donde se pasan el día repartiendo paquetes y más paquetes, muchos de ellos de Amazon y, supongo, algunos de ellos con libros. Mientras tanto, en el resto del pueblo muchos locales están vacíos y los comercios de toda la vida acaban cerrando, no digamos los que llevan poco tiempo. Al final, me temo, se trata un poco del tipo de sociedad en la que queremos vivir, más aún en tiempos de coronavirus: una abierta y viva donde la gente se relacione entre sí en la calle, las tiendas, las librerías, u otra donde cada cual se recluya en su casa y solo salga para ir a trabajar, al centro comercial y el resto del tiempo, lo pida todo por internet, incluyendo la comida durante un temporal, como vimos hace poco que sucedía, con los repartidores de Glovo casi ahogados por la lluvia. Y no caigo en la idea romántica de la librería cuqui donde me van a recomendar el libro de mi vida, porque, aunque para mí los libros, en general, sean algo de primera necesidad, no creo que haya ningún libro en concreto que sea de prrimera necesidad y menos que me vaya a cambiar la vida. Por eso mismo, no me importa esperar y comprarlo en una librería, a gusto, mientras ojeo otros libros, etc... y no sentado en pijama en el sofá o con el móvil mientras me zarandeo en un transporte público. Es cuestión de gustos, supongo...

Juan G. B. dijo...

A ver si alguien más comenta algo, cago es sos, que si no voy a quedar yo como el único friki que suelta su rollo...

Lupita dijo...

Suscribo lo dicho por Juan total y absolutamente; las librerías y las bibliotecas son mis lugares predilectos y prefiero pasarme la tarde cruzando la ciudad yendo a buscar "El aliado"a una biblioteca, como ayer, que pedirlo por internet y pasar dos horas viendo la tele. El esfuerzo tiene su premio: pasar por delante del local de crossfit con los veinteañeros entrenando.
Los libros los toco, huelo, beso, y los meto debajo de la almohada para dormir. Son como amigos.

¿ Esto hace daño a alguien?

Òscar dijo...

Hola, Juan. Al contrario, es evidente que no estás solo. Estoy de acuerdo con todo lo que dices y también me parecen muy coherentes las observaciones de Francesc sobre el enfoque del autor del libro. Todos sabemos que este no es más que uno de los aspectos del gran cambio tecnológico de Internet. Somos los usuarios/consumidores/lectores quienes podemos actuar de acuerdo con nuestros valores y convicciones. Habrá a quien le parezca fantástica la concentracion del comercio y la cultura en una empresa que puede actuar casi como un monopolio, porque les resultarà más còmodo. Y aunque seamos muchos los que estamos preocupados, son menos los que están dispuestos a prescindir de la facilidad que proporcionan estas multinacionales tecnológicas. Depende en gran parte de nosotros que puedan coexistir varios modelos e incluso que surjan nuevos. Yo he comprado libros inencontrables a través de una plataforma en línea que, probablemente, muchos conoceréis y que da acceso al catálogo de librerías de viejo de toda Europa. No sé cuánto tiempo durará,
pero a estos comercios también les está ayudando.

Diego dijo...

Como "hostia" a Francesc decir que:
"Aquí expongo cuáles son los peligros inherentes al abrumador dominio del gigante distribuidor estadounidense, aquí hablo de quienes están amenazados por ese monopolio inmoral que avanza como ola gigantesca absorbiendo lo que le interesa y arrasando lo que no. Un planteamiento inapelable..." es un fragmento que da para muchísimo. Si el libro te dejó la sensación de que todo lo que se incluye en ese fragmento se puede comparar a la comodidad que nos ofrece el gigante o a la necesidad de adaptarse a los tiempos que corren, pues, bien el libro no es muy bueno o bien tú, libremente, has optado por buscarle la quinta pata.

 "Al final, me temo, se trata un poco del tipo de sociedad en la que queremos vivir" dijo Juan y me parece una frase formidable. Porque si Amazon tiene tanto poder, Amazon es quien marca los tiempos que van a correr. No estamos hablando solo de quién vende más y provoca el cierre de viejas librerías, estamos hablando que estos grandes poderes son quienes invierten en la investigación científica que les interesa o fomentan las políticas que les interesan. Hoy el fenómeno Amazon no solo nos da la posibilidad de acceder a más cosas en nuestro poco tiempo libre, es que está diseñado para que la gente invierta su tiempo libre en comprar más cosas. Gran diferencia. Lo que estos grandes monopolios han invertido en neurociencia para buscarnos en el cerebro el botón de "comprar" es realmente sorprendente. Por eso la cosa, creo yo, no va únicamente de saber adaptarse a los tiempos, también va de construir esos nuevos tiempos.

Diego dijo...

Ahora voy a por la "palmadita en la espalda" a Francesc:
Tu reseña es estupenda porque apelas a la complejidad que, parece, brilla por su ausencia en el libro. Reducir todo a Amazón malo o Amazón bueno es esa clase de reduccionismo que atenta contra la inteligencia.
Y voy a aumentar eso que dices de que si uno vive en una población pequeña debe esperar a conseguir el libro vaya a saber cuándo. Ya estamos en los tiempos en que hay libros que uno no los consigue si no es con Amazón. Yo sí uso Kindle, y no empecé a usarlo por cuestiones económicas o de espacio como la mayoría, empecé a usarlo porque era la única manera de leer a algunos autores que no despiertan interés por las editoriales españolas. Ahora mismo podría nombrarte tres o cuatro escritores uruguayos, dos colombianas, algún argentino y algún cubano que jamás hubiera leído si no tuviera el Kindle. Y no solo se trata de que yo sepa que si me pierdo esos libros mi vida no va a cambiar, también se trata de que si esos autores, más que minoritarios, no pudieran vender sus copias al norte en Kindle, por no podrían vender sus copias al norte y punto. O sea, más allá de mi interés por esos libros, es necesario tener en cuenta que si me niego a darle pan a Amazón, también me niego a darle pan a esos autores.
Triste, pero real.
Eso solo pensando en Amazón. Ahora, si dejamos de  lado Amazón y extrapolamos a cualquier plataforma que quita el pan a la vieja y querida librería, pues, yo no tendria en casa ni la tercera parte de los libros que tengo. Considero que es digno de aplauso lo que dice Juan y lo que dice Lupita, no solo por nostalgia, también por la convicción de que " hice el viaje Barcelona Paris" es infinitamente más valioso que "viajé a París". Yo se lo leí a Kundera, a Morin, a Jürgen Habermans; el ocio pierde valor sin el trabajo y es real que las cosas materiales que cuestan poco son menos ricas que las que requieren sacrificio. Por eso es admirable la opción Juan Lupita.
Pero también hay otras prioridades comprensibles. Por ejemplo, algunos ponemos la prioridad en comprar libros de segunda mano. Sin determinadas plataformas de Internet mi capacidad como comprador de libros se vería enormemente disminuida.

Por todo esto te felicito por la complejidad de tu publicación y creo que es necesario hacerse ese tipo de cuestionamientos que tú te has hecho para intentar mantener un mínimo de coherencia.
Personalmente, soy de los que va a la carnicería y a la frutería. También decido comprarme poca ropa y poder hacerlo en aquellas pequeñas tiendas que sobreviven, no en Zara. Pero eso sí, si hay un libro que me interesa y solo Amazón me lo ofrece, no me privo de él.

Marc Peig dijo...

Interesante cuestión la que expone el libro y la reseña. Puestos a opinar, diré que en mi caso siempre he comprado los libros en librerías de proximidad,u que también es cierto que tengo la suerte de disponer varias de ellas cerca de casa. Pero, si no fuera así, también lo haría ya que hay varias de ellas que también admiten compras a través de internet y te la mandan a casa. Únicamente recurro a plataformas de venta cuando no encuentro el libro porque está agotado y en las librerías no me lo pueden conseguir (confiad en ellas si no encontráis el libro, tiene recursos para hacerlo); en este último caso, pruebo con Libelista que “conecta” varias librerías independientes de manera que se mandan libros entre ellas para que estén a tu alcance. Casi siempre hay soluciones antes de recurrir a Amazon. Para mí, ese es el último sitio donde ir. Para libros, y para el resto de cosas, pues creo que hay que cuidar la comunidad, cuidar las tiendas de barrio, fortalecer el tejido social.
Saludos, y felicidades por la reseña.
Marc

Lupita dijo...

Desde el interés específico que tengo por el fomento de la lectura, el debate libro electrónico- de papel es apasionante, o así me lo parece. Cuando vienen padres a preguntarnos qué formato es mejor, tampoco nos decantamos por uno u otro únicamente, cada uno tiene sus pros y sus contras. Sin embargo, el libro de papel es muy bueno para educar en la concentración (no hay links, ni lucecitas), en las texturas, en la paciencia y en algo muy importante: el libro de papel no necesita energía, no tiene que estar conectado a nada y no precisa nada ajeno a él mismo para su uso.

Yo no tengo ningún soporte digital para leer libros, ni lo quiero. Va en gustos.

No sé quién lo dijo, pero el libro de segunda mano es genial!!
¿Hay re-read en vuestra ciudad?
¿Tenéis bookcrossing?
¿Nevera de libros?

Saludos

Diego dijo...

Es bueno tener un sitio donde venir a protegerse de la gente protegiéndose de pandemias.

Tengo un hijo de 14 años que es un friki de la tecnología, cosa que me llevó a interesarme en el tema adolescentes y adicciones a ella.
Aparte de lo que dices, seguro que el papel es mejor opción para ellos por ser un objeto de ocio que les haga soltar unos minutos las pantallas. No se trata de que leer en digital sea malo. En el caso de las nuevas generaciones se trata más de que conozcan alternativas, en este sentido el libro de papel entra en el mismo equipo que patear una pelota en la calle, entiendo yo.

Va a resultar que para los emigrantes que quieren seguir leyendo la "literatura del montón" de sus países, el Kindle es una opción más aceptable que viajar allí y conseguir un volumen de esas escasas ediciones en papel, o pagar una media de 25 euros de envío por un libro que "vale" la mitad. Es comprensible que alguien de aquí no note ese valor; Carrión decía a la gente que no compre libros autoeditados vendidos por Amazon porque Amazon no tiene ética y esos libros son un copia y pega... Bueno, Carrión no tiene en cuenta a muchísimos autores con menos suerte que él.
No me va a cambiar la vida dejar de leer a Sara Mesa o a Milton Fornaro. Pero a la hora de elegir elijo leer a Fornaro tanto como elijo que Fornaro pueda vender o divulgar su obra.

A los libros de segunda mano les suelo encontrar un encanto que va más allá de hacer valer las dos principales eRRes de la mentada triple R, cada tanto vienen con dedicatorias o algunos apuntes al márgen y eso invita a imaginar una comunión con antiguos lectores del mismo volumen. Recuerdo más unas hermosas dedicatorias que tiene la página de cortesía de mi volumen del cuaderno dorado, que la propia lectura del cuaderno dorado.

Sí, en la ciudad que tengo más próxima: Castellón, hay un Re-Read que regenta una chica francesa de manera entusiasta. Es pequeño pero una vez cada dos meses me paso una mañana dentro.

Lupita dijo...

Mis hijas tienen casi 14 y 11 (cosa que no interesa a nadie, pero estoy a punto de gritar) y siguen leyendo en papel, cosa que está bien, porque tienen algo que hacer cuando las "desenchufamos" de lo demás.
En realidad, Diego, me refería a edades tempranas, para desarrollar habilidades lectoras en una época en la que el niño está afianzando hábitos.
Lo de tener o no kindle sólo responde a mi hartanza particular, ya que convivo con un informático de alto nivel de conocimientos y frikismo. Esto conlleva negociar y encontrar puntos de contacto, aceptando él mis pilas de libros, muñequitos y tonterías y yo sus placas base y cacharritos mil.
Lo de que desde aquí no podamos entender, pues en parte tienes razón, porque por muy empáticos que seamos, hasta que no vivimos algo, es imposible entenderlo del todo. Pero, por otro lado, te entiendo perfectamente en lo literario.

Y hablando de literario, ¿no estamos todos viviendo en una película de ciencia-ficción?
¿Qué pensaremos de nosotros mismos en el futuro?

Saludos

Pablo GP dijo...

Pues a mí el Kindle me ha salvado la vida: Es cómodo, práctico, lo llevo a todas partes; si me voy de viaje no estoy preocupado, dentro va todo lo que necesito, o si no me lo descargo. Me ha solucionado el problema de mi alergia al polvo con los libros usados o viejos (me era imposible leerlos). Puedo leer por la noche, en la cama y sin molestar a nadie. Subrayo más que antes. Libero espacio en mi casa,...en fin, las ventajas son infinitas.

Eso sí, soy un mal cliente de Amazon en este apartado.

Saludos.

Anónimo dijo...

Juan g b acabo de recibir un pedido de una librería vía seur. Han venido media docena comprendo a los que no les queda otro remedio y tienen que pedir a Amazon los que vivimos en pueblos donde no hay nada.. Incluso en ciudades grandes castellanas donde. Nos criamos con cine y ahora hay ruina... Un mundo que agoniza. Qué diría delibes. Mayor Thompson

Francesc Bon dijo...

Gracias por los comentarios. Contra lo que esperaba, esto se ha convertido en una especie de controversia entre libro físico y electrónico y mi intención (ja, como si uno pretendiera que las intenciones se cumplan) iba más por confrontar el fetichismo del libro-objeto con todas las alternativas presentes para acceder a la lectura de un modo u otro. Pues bueno, adaptándome a ello diré que esperaba más vísceras y sangre o a lo mejor es que mis argumentos (gracias Diego) han sido bien armados. Me gustaría saber a qué plataforma se refería Óscar (pues hay algunas, como Iberlibro, que pertenecen a Amazon) y echarle un pequeño envite a Marc porque la cuestión esa tan renombrada del comercio de proximidad me empieza a sonar a soniquete ecopijo: en mi barrio (no me refiero obviamente a HOY) solo hay abiertos supermercados de grandes superficies (Mercadona y Eroski) y, para ir a minoristas, con la excepción de pakistaníes siempre dispuestos a cobrarte fortunas por yogures de fechas dudosas y plátanos ennegrecidos, he de acudir a un mercado de horarios restringidos donde el "botiguer" de toda la vida me cobra el gusto y las ganas, porque todos se han subido a la parra y ahora el señor que regenta un puesto de fruta y verdura te tratará en función de lo que compres y o tiene un Cayenne y una casa en la Cerdanya o se lo miran mal sus competidores.
Y el kilómetro cero y cosas de esas, pues otra utopía. Piñas y aguacates y plátanos desde luego si los quieres de aquí no vas a poder consumirlos cuando quieras, y si se ha generado esa oferta ahora no puedes dejar de satisfacer la demanda.
No hay punto intermedio, y hablamos de un barrio céntrico de clase media en Barcelona. Las librerías, claro, algo mejor, aunque haya que andar diez minutos y con la ley de precios no hay queja, pero en general la oferta se ha polarizado y soy partidario de no enfrentarme a un conflicto ético cada vez que compro un kilo de tomates. Esto es el capitalismo salvaje y al comerciante que no se espabile se lo va a llevar por delante o Amazon o el próximo en cinco años del que ahora ni sospechamos, si es que ya existe.
Para acabar esta reseña pretendía simplemente señalar que con unas estadísticas lectoras que, en general son para echarse a llorar, empezar a ponerse pejigueros con lo que es, simplemente, una empresa distribuidora, me parece algo demasiado recurrente. Lo que hay que hacer es empujar de todos los frentes para que se vendan y se lean cada vez más y mejores libros.
Pero en general no hay que hacerme mucho caso.

Marc Peig dijo...

Hola, Francesc. Acepto tu envite y te diré que lo que compro de alimentación lo hago en el mercado municipal o en alguna tienda pequeña. No sé si es ecopijio, pero sí de calidad y buen trato. Y sí la fruta la puedo comprar ecológica al payés, pues mejor. Con los libros, lo mismo: librería independiente, pequeña y que lucha por subsistir. Me gusta dar vida al barrio y si con ello ayudo a la gente que regenta un comercio pueda seguir con el negocio en estos tiempos difíciles, y además disfrutar de la calidad y el trato, pues mejor. Cada vez vemos más a menudo como pequeños comercios deben cerrar por culpa de las grandes superficies o Amazon. Y puede que suene a utópico o idealista pero espero que la globalización no se lleve por delante el esfuerzo de las familias que viven de su pequeño comercio.
Saludos
Marc