martes, 17 de diciembre de 2019

Rachel Cusk: A contraluz

Idioma original: inglés
Título original: Outline
Traducción: Marta Alcaraz
Año de publicación: 2014
Valoración: entre recomendable y está bien

Hay novelas difíciles de reseñar, no por su contenido, sino porque sé de antemano que puede que la reseña no encaje con la opinión de muchos lectores, algunos de ellos de los que me fío enormemente. Y podría ser perfectamente el caso de esta novela. Pero aquí se pide honestidad y sinceridad, así que vayamos a ello.

En primer lugar, debemos ser conscientes de lo que plantea la novela: un viaje de la protagonista a Grecia que sirve de vehículo para narrar, a partir de él, un conjunto de conversaciones entre la narradora y varias personas (no demasiadas) que, fortuitamente o de manera buscada, encuentra en su camino. Y vemos de entrada que sabemos poco de la protagonista, únicamente que se encuentra en un avión, camino a Atenas. La conversación inicial con su vecino de vuelo ya apunta de manera clara hacia donde la historia se dirige, pues, a través de la historia de su interlocutor, habla sobre las relaciones sentimentales, de pareja y de padres a hijos. Así, en una conversación en apariencia distendida, la autora la usa para mostrar un estilo donde se dice más de lo que se expresa, y utilizando una voz externa para tratar estos temas.

En los diferentes capítulos que conforman la novela, la protagonista conversa con distintos personajes que, de manera natural, le cuentan su vida o episodios de ella, y es en esas charlas de tono coloquial donde la autora utiliza los personajes de intermitente presencia (en alguno caso repetida) para poner un espejo ante ella y contrastar, de esa forma, diferentes visiones de ver el mundo y, especialmente, de las relaciones. Así desfilan, no únicamente los personajes, sino especialmente los puntos de vista, que divergen entre ellos y conforman un caleidoscopio a través del cual observar la siempre compleja vida sentimental.

El tono de Cusk es distendido, pero pulcro, preciso y afilado, y deja reflexiones que continúan mucho más allá de lo que la propia conversación establece. Así, encontramos perlas como «el amor lo cura casi todo, y cuando no puede curar, borra el dolor. Tú, por ejemplo, me dijo mi vecino, ahora estás triste, pero si estuvieras enamorada, la tristeza desaparecería» o «Lo que Ryan había aprendido de todo aquello era que tus fracasos nunca dejan de regresar a tu lado, mientras que tus éxitos son algo de lo que siempre tendrás que convencerte» o «son curiosas las ganas con las que los demás te animan a hacer cosas que ellos no harían ni en sueños, ese entusiasmo con el que te guían hacia tu propia destrucción». Así, en esta mirada caleidoscópica de personajes, vemos desfilar por el diorama de la narración a personajes de personalidad muy bien definida, como una madre quien dejó de lado su profesión para dedicarse al completo a su familia y darse cuenta a la postre que una vez la pierde no le queda nada «Lo único que te queda es otorgarles a tu marido y a tu hijo una importancia tal que tu ego pueda alimentarse de ella».

Con este estilo cuidado, la prosa de Cusk nos invita a viajar con ella a Grecia, pero nos insta especialmente a viajar por las múltiples vidas que retrata, de modo distendido, casi accidental y aleatorio, y que permite a la autora abrir diferentes escenarios en torno a las relaciones humanas, a los vínculos que establecemos con amigos y familiares, a las pequeñas luchas libradas en esas relaciones que a veces terminan en derrotas. Su estilo diáfano, abierto y nítido, expone sin juzgar situaciones sobre las que reflexionar, y se sitúa ella como receptora también de esas historias que ponen, a cada uno, en un contexto dialéctico y reflexivo del que sacar, como las instantáneas de un viaje, recuerdos que nos permitan pensar en aquello que somos o fuimos.

Estilísticamente, la narración de Cusk es sobria y elegante, y a pesar de la narración en primera persona ella misma se sitúa a cierta distancia de la historia narrada que deja totalmente en manos de sus interlocutores (algunas veces ella misma prácticamente ni interviene en el diálogo). Así, su visión de las diferentes historias es cercana a la que obtiene el lector, una distancia que permite a la autora prácticamente desaparecer del relato y situar justo en ese sitio desocupado por ella al lector, quien acaba conociendo a la protagonista por contraste con sus interlocutores. De esta manera, las historias narradas por los personajes parece que vaya dirigidas prácticamente al lector, y el juicio o análisis que debería hacer la protagonista de manera explícita los deja al lector, en quien recae la reflexión sobre lo leído. Este aspecto, y las pinceladas conceptuales de los personajes es lo más destacable de un libro que, en ocasiones, puede acercarse a la monotonía o desinterés, por la ausencia de una trama que se sustenta principalmente por compartir un mismo eje sobre el que giran los diferentes temas tratados: maternidad, relaciones de pareja, aspiraciones profesionales y vida propia.

Y si os preguntáis el porqué de una valoración no tan generosa como la reseña insinúa, la respuesta está en que el libro cae en la monotonía. Porque no cabe duda que está bien narrado y la prosa de Cusk es precisa, estrictamente perfecta, sin aristas ni puntas que hieran la lectura, pero a pesar de acertadas reflexiones, pocas de las historias narradas tienen impacto por lo que cuentan y ahí radica el principal escollo del libro ya que no es el cómo está narrado (ahí Cusk sobresale y cumple perfectamente con el propósito), sino el qué, pues más allá de alguna historia donde sí tiene interés por sí sola, la lectura del libro se desliza por las páginas buscando un impacto, en modo de acertada reflexión, que justifique la historia contada. Y eso para mí no es suficiente, por más bien que esté narrada.

También de Rachek Cusk en ULAD: Segunda casa

5 comentarios:

Anónimo dijo...

"Monotonía", de acuerdo contigo, Marc. Lo "saboreé" desde las primeras páginas... Primer abandono del año.

El Arpa Birmana

Marc Peig dijo...

Hola, Anónimo.
Me alegra saber que no soy el único al que le ha parecido monótono. A ver sia certamos en próximas lecturas ;-)
Saludos
Marc

Anónimo dijo...

Pues a mí me ha gustado mucho, sabiendo que no hay trama y que son reflexiones sobre la vida recogidas en varias conversaciones.Si vamos con otras expectativas entiendo que resulte monótono pero siendo un libro relativamente breve merece la pena leerlo por la precisión y agudeza de los pensamientos de la autora.

Marc Peig dijo...

Hola, Anónimo. Celebro que te gustara más el libro que a mí (siempre me alegro que alguien disfrute de un libro más, o “aún más”, que yo).
Las expectativas sobre el libro eran altas, pero sabía de qué trataba y lo leí con precisión, calma y todo lo necesario para intentar que me entusiasmara. Pero no fue así en este caso. Cuestión de gustos.
En cualquier caso, la propuesta es original y contiene algunas reflexiones interesantes, aunque a mí me supo a poco.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc

Antonio R. dijo...

Decepcionante lectura. Esperaba mucho más pero la verdad es que no me ha aportado nada. Un texto muy plano, en el que es difícil saber qué pretende realmente su autora.