domingo, 26 de noviembre de 2017

Quincy Troupe: Miles y yo


Idioma original: inglés
Título original: Miles and me
Año de publicación: 2001
Traducción: Gian Castelli
Valoración: muy recomendable

Para los que no son muy mitómanos Miles y yo parece un libro hecho a la medida de corroborar sus convicciones. Nada más ejemplar que un músico taciturno y arisco hasta con sus personas más cercanas, casi peor cuanto más cariño y cercanía estas le manifiestan, el arquetipo del lunático excéntrico que ha construido un muro a partes iguales de timidez, prepotencia, vulnerabilidad y cierto aire de chulería.
Como complemento a la autobiografía autorizada que escribió para el músico, Quincy Troupe, poeta y periodista, relata aquí todo el proceso de acercamiento al trompetista por el cual consiguió ser su biógrafo, y en ningún momento (y no por el hecho de la necrofilia tan acostumbrada) contradice esa sensación. Miles Davis era un tipo huraño, errático, humano en el sentido de estar sometido a caprichos y contradicciones, pero sobre todo, capital cuando hablamos de libros de este tipo, era una persona obsesionada por su trabajo como músico y por no seguir otros dictados que los emanados de esta obsesión.
Un músico entregado en cuerpo y alma a su obra y que no perdonaba a nadie que tuviera una actitud distinta a esa, cuestión que le empujaba a comportamientos extraños guiados por arrebatos de intuición e impulsos completamente inexplicables, cambios de actitud que afectaban a su entorno cercano y a sus relaciones con otros músicos, en especial aquellos que colaboraban con él o eran sus competidores. Una personalidad compleja, claro, caprichosa y volátil como se supone que ha de ser la de los genios, pero, al final, en el fino retrato que Quincy Troupe dibuja, el típico chalado al que se le perdona todo mientras su obra alcance con frecuencia esos lugares a los que los artistas mortales sueñan con llegar alguna vez en su carrera. Cuestión que aporta un ligero toque novelesco, pues la tensión en la relación entre Troupe y Davis vertebra y guía y muestra tanto el lado humano o el ego de ambos, con salidas de tono que empiezan desde el lado de Davis (curiosa su manera de responder de primeras a los admiradores, que convierte al Fernán Gómez del "a la mierda" en poco menos que el abuelo entrañable de las películas navideñas de Hollywood), pero que, progresivamente, surgen también del lado de Troupe, que a medida que conoce al mito y lo ve en el día a día empieza a tantearlo y a poner a prueba sus límites. Por lo cual, mitomanía y curiosidad musical al margen, acaba tomando en algún momento un muy atractivo aire de buddy-movie, y justo al acabar esta reseña, acabo recordando el famoso libro de la entrevista a DFW en que se basó The end of the tour. No deja de ser curioso.

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