martes, 15 de noviembre de 2016

Antón Chéjov: La gaviota / El jardín de los cerezos

Idioma original: ruso
Título original: Чайка (Chayka) / Вишнëвый сад (Vishniovy sad)
Traducción: Augusto Vidal
Año de publicación: 1.896/1.904
Valoración: Recomendable


Empieza uno leyendo ‘La gaviota’ y de golpe aparecen unos diez personajes con nombres como Iliá Afanásievich Shamráiev, Nina Mijáilovna Zariéchnaia, o Yevgueni Serguiéievich Dorn, a los que Antón Pávlovich Chéjov llama casi siempre (tampoco siempre) por el apellido, pero que a veces (la mayoría) se llaman entre ellos por el nombre de pila, cuando no mediante diminutivos. O sea, todo un currelo para el lector abrirse paso en ese galimatías eslavo. Pero no importa. Dejamos la marca en el dramatis personae y con paciencia vamos consultando quién es quién. De momento, las sensaciones no son demasiado buenas: la primera impresión es la de unos individuos de clase acomodada, dedicados a las artes o a profesiones liberales, y de rasgos predominantemente anodinos. Vamos, que prometen pocas emociones.  

Pero los libros tienen a veces sus misterios. Porque a lo largo del segundo acto, o sea, más o menos a mitad del libro, sin darnos cuenta esos personajes parecen volverse nítidos, y ya casi los distinguiríamos en caracteres cirílicos. El grupo se ha reunido para presenciar el estreno informal de la obra teatral del joven Trépliov. Tras el rotundo fracaso, los asistentes mantienen charlas cruzadas, en las que distinguimos dos líneas principales: la de los amoríos más o menos soterrados y nunca correspondidos, y las conversaciones sobre literatura, que enfrentan a Trépliov con el reconocido escritor Trigorin.

Es llamativa la naturalidad con que se expresan los personajes, mostrando en conjunto un ambiente ligeramente decadente bajo el que discurren pasiones que casi siempre parecen pequeñas, propias de seres aburridos y velados por el cinismo. Pero lo más llamativo es la habilidad con la que Chéjov presenta la corriente argumental, incluso los sucesos más relevantes de la historia, no en escena, sino en un segundo plano. De hecho, el citado Trépliov, sobre el que pivota el resto del elenco, es seguramente el personaje que menos interviene, e incluso creo que ni siquiera llega a aparecer en el segundo acto.

Por lo demás, esos personajes que empezaron por parecer insípidos, acaban por constituir un cuadro interesante de su segmento social (que veremos mejor dibujado en el siguiente drama), y apuntan algunos elementos del ideario creativo de Chéjov.

Más interesante me resulta ‘El jardín de los cerezos’, donde se muestra a una familia aristocrática arruinada. Al hermano mayor, Gáiev, se le empieza a ir un poco la olla, y su hermana Liubov Andriéievna Raniévskaia acaba de regresar de París sin un céntimo. Así que, ante la inminencia del embargo, el comerciante Lopajin les propone algo tan moderno como una operación inmobiliaria: construir casas de veraneo para alquilar, en el jardín donde languidecen los viejos cerezos a los que nadie hace caso desde hace décadas. Sí amigos, no se trata de la España de principios del siglo XXI; esto es Rusia, y estamos en 1.904. 

La grieta económica define la crisis del viejo sistema y el choque con la llegada de los nuevos tiempos: mientras nuestros aristócratas hacen equilibrios para no perderlo todo, la burguesía –muchos de ellos descendientes de los mujiks- muestra su pujanza, y algunos de sus miembros se convierten en banqueros y prestamistas de sus antiguos amos. Entretanto, el estudiante Trofímov (un personaje ligeramente bohemio, que tiene que ver con el Trépliov antes comentado) elucubra sobre Rusia, critica sin piedad a sus intelectuales y clama por romper con su pasado, su brutalidad, su ignorancia.

De esta forma, el planteamiento queda mucho más patente que en ‘La gaviota’ –tal vez es también más simple-: el tal Trofímov es una especie de faro que, en una época donde se ponen en tela de juicio los fundamentos del sistema, intenta guiar hacia el camino correcto. A diferencia de sus amigos, parece haber entendido la situación, e intenta afrontarla sin verse superado. 

Como digo, las dos obritas constituyen dos retratos de esa sociedad rusa de principios del siglo XX en que las cosas parecen llamadas a cambiar, aunque las resistencias son poderosas y muy arraigadas. En ese contexto, personajes sumamente humanos intentan conservar sus sueños, alcanzar sus amores o hacer valer sus opiniones literarias o artísticas. El mundo se mueve, pero sus protagonistas están todavía perplejos y descolocados, deseando creer que pueden conservar algo de su antiguo estatus.

Otras obras de Anton Chejov en ULAD: Tres años

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Partiendo del hecho de que soy un fanático de chejov, un "chejoviano", y por lo tanto mi opinión no es muy objetiva, creo que las obras citadas son extremadamente buenas, con personajes muy profundos con ese toque minimalista, directo y tan bien ejecutado por chejov. Pero como dijo, mi "populismo chejoviano" jejeje es demasiado.

Carlos Andia dijo...

Vamos, que tu valoración habría ido muy por encima de mi tibio 'recomendable'. Eso quiere decir que has encontrado cosas que quizá yo no he sabido ver.

Gracias por tu comentario, y un saludo.

Sergio Sánchez dijo...

Al margen de la valoración, ya era hora de que empezáramos a reconocer con sinceridad los verdaderos problemas que acarrean grandes clásicos de la literatura. Lo de los nombres, apellidos y diminutivos de Chejov en particular y de la literatura rusa en general es de traca, jeje...

Carlos Andia dijo...

Además de un problema lingüístico, es una cuestión matemática: si de repente nos aparecen un buen montón de nombres tan complicados, pues se requiere un periodo de aclimatación. Pero con todo, creo que Chéjov tiene habilidad para definir a los personajes de formas que no tardamos en identificarlos.

No creo que sea un problema de la literatura clásica. Tal vez sí de la rusa, aunque tampoco siempre.

Un placer charlar contigo, Sergio.

Marcela dijo...

Acabo hace 8 días de releer Crimen y Castigo de Fiodor Dostoyevski (el cual me ha vuelto a cautivar) . Pero a lo que voy, es que la hermana de Raskolnikof - personaje principal- también llamado Rodia, tiene una hermana Dunia, en la página 120, le llaman Dunetchka y juegan un rato con ésos dos nombres, pero por la página 522 le llaman Avdotia Romanovna!!!!!
Así escriben generalmente los rusos.
Me gusta mucho Chejov, escribió una muy buena cantidad de.cuentos para sobrevivir y son un deleite, para cuando uno padece insomnio!
Por cierto, Chejov escribe mucho entre líneas, y describe en sus parlamentos, situaciones, que la sociedad; ni siquiera se atreve a mencionarlas hasta hoy.
Saludos!

Carlos Andia dijo...

Bueno, lo de la nómina de personajes no deja de ser una anécdota. Y en realidad, es también una cuestión cultural porque, si se tratase de nombres anglosajones, seguro que no tendríamos tanta dificultad. No sólo porque sean más simples (que también), sino por la información que ya tenemos inoculada durante décadas.

Efectivamente, Marcela, la naturalidad con que se expresan los personajes de Chéjov requiere una lectura atenta para descubrir claves que pueden pasar inadvertidas en una primera impresión.

Una saludo y gracias por pasarte por aquí.

Anónimo dijo...

¿Bernardo Atxaga resulta ser "muy recomendable" y Chéjov se queda en un "tibio recomendable"? Pues si que está en venta el Jardín de los Cerezos...

Carlos Andia dijo...

Entiendo, Anónimo, que las valoraciones como tales no son lo más importante. Como es lógico, con una escala de siete u ocho calificaciones, no ha lugar a mucha sutileza. Creo que lo que importa de verdad son las opiniones que se contienen en la reseña. A partir de ahí es donde se puede valorar bien si la opinión del reseñista es correcta o no.

En todo caso, gracias por tu aportación.