sábado, 9 de julio de 2016

Javier Marías: Corazón tan blanco

Idioma original: español
Año de publicación: 1.992
Valoración: Muy recomendable

En mi opinión Javier Marías escribe rematadamente bien. Si me permiten ustedes que me ponga un poquito cursi, diría que su prosa es como un río, tranquilo pero caudaloso: lleva mucha agua, razonablemente transparente, y sigue un curso lógico, pausado pero constante. A veces se remansa en una orilla antes de seguir corriente abajo, y hasta forma algún pequeño remolino, que le da gracia al conjunto. Se podrá decir que algunas frases suenan demasiado redondas, o que en algunos momentos a Marías se le puede ir la mano al retorcer los razonamientos. Pero a mí me gusta su discurso, me parece agradable, elegante y, sobre todo, eficaz.

A veces (pero sólo a veces) sus personajes hablan de forma poco natural, se marcan peroratas que entroncan mejor con la voz del narrador que con un diálogo normal entre individuos más o menos corrientes. Pero también esto se le disculpa. En realidad, creo que para Marías el diálogo no es más que una variante formal dentro del todo que constituye el relato, de manera que la expresión del personaje carece de importancia por sí misma porque, no siendo sino un elemento más del conjunto, lo fundamental es que fluya en armonía con él. 

Podrá alegarse también que en Corazón tan blanco (por cierto, qué preciosidad de título) en realidad no ocurre nada, que tenemos por tanto un argumento débil, un hilo que no nos lleva hacia ninguna parte. Bien, ya sabemos que tampoco es imprescindible que exista acción, ni siquiera un desarrollo, para que la novela se sostenga. En este sentido, lo que hace Marías, sin llegar a formular del todo una tesis, es ir proponiendo secuencias alrededor de cuestiones que en principio desconocemos por completo, y se van haciendo inteligibles poco a poco.

Ah, bueno, pero ¿de qué estamos hablando? Pues hablamos –tras la detonación de un inicio poderoso como pocos, de esos que se quedan grabados en la memoria- de un joven (deducimos que treintañero), intérprete en foros internacionales y recién casado que, a partir de una anécdota inocua y una peculiar situación vivida en uno de sus viajes, se ve sumergido –sin buscarlo realmente, quizá sin quererlo en el fondo- en el descubrimiento de algunos extraños sucesos ocurridos en la familia años atrás. 

Todo es no obstante un pretexto para plantear lo que realmente constituye el motor del relato: la comprensión de los secretos, los silencios, la falta de certezas sobre uno mismo y sobre los demás. Damos vueltas al problema de la comunicación, casi siempre instrumentado alrededor de la profesión del protagonista, pero utilizado como metáfora: traducimos aquello que vemos, interpretamos las imágenes tanto como las palabras, sobreentendemos los silencios, y del recuerdo, del conocimiento de los demás, se termina deduciendo lo que es real, o lo que entendemos como real.  

Esa búsqueda es en realidad un ir y venir de intuiciones y sospechas que a mi juicio el autor conduce con maestría, manteniendo siempre un ritmo moroso, proponiendo posibilidades que el lector –que a su manera también traduce- cree adivinar, sin conseguirlo casi nunca. Así que, aunque la novela tenga un fuerte carácter introspectivo, tampoco nos ahorra enseñarnos a veces el engaño, para sorprender luego en la resolución de estas crisis. 

La sensación que deja, al margen de disfrutar de esa prosa fluvial que decía el principio, es de una construcción perfectamente medida y ensamblada, un trabajo sólido y coherente que no defrauda, salvo que esperemos fuegos artificiales. De eso no hay en Corazón tan blanco, sencillamente porque no lo necesita. 

Otros libros de Javier Marías reseñados en Un Libro Al Día: Los enamoramientosMientras ellas duermenLos dominios del loboTodas las almasVidas escritas

15 comentarios:

Ariel dijo...

En su día me encantó Corazón tan blanco y la leí poco después de la colosal "Mañana en la batalla piensa en mí", con lo que ya iba predispuesto a que me gustase. Tal y como dices, la escritura de Javier Marías incorpora muchas cosas y hay que estar atento para no perdértelas, con lo que exige un cierto esfuerzo por parte del lector.

Te doy la razón en la fuerza del inicio impactante, aún ahora sigue siendo uno de los inicios de libro que recuerdo con mayor claridad.

Gracias por la reseña.

Pedro Carbonell dijo...

Leí ese libro de Marías y desde luego no voy a leer más obras suyas. Me pareció una pálida imitación de Marcel Proust. Encontré en ese libro aclaraciones que me hacían pensar que el autor toma por idiota al lector, como por ejemplo cuando se sienta un personaje en una cama y comenta que ésta hace ruidos, y acto seguido te explica qué tipo de ruidos emite. Creo que todos, cuando leemos que una cama hace ruidos, sabemos perfectamente qué ruidos son, no nos hace falta que especifique entre paréntesis que si los muelles, etc. Y como eso, muchas más cosas. En fin, acabo ya muellirruidosamente, no quiero extenderme sobre obras y autores que desde mi punto de vista están sobrevalorados.

Carlos Andia dijo...

Esto está bien, opiniones encontradas para que cada uno elija con quién coincide más. En mi caso, está claro que mi opinión está más cerca de la de Ariel: me gusta cómo escribe Marías aunque reconozco que puede no ser del gusto de otro tipo de lector.

Sería el caso de Pedro, de quien discrepo amistosamente. Ese demorarse en la descripción de un detalle nimio es un recurso que emplean y han empleado multitud de autores, y creo que es aceptable -puede ser incluso brillante- cuando resulta oportuno para el relato. Cada narración tiene su tempo y requiere de elementos que en otros casos son superfluos. Y en el caso de esta novela me parece que está justificado y es muy coherente. Así al menos lo veo yo.

Saludos a los dos y gracias por vuestras opiniones.

Santi dijo...

Yo estoy más cerca de Pedro que de Carlos: Javier Marías me empacha soberanamente. Corazón tan blanco, como varias otras novelas de Marías, tiene un buen principio, pero luego se pierde; en mi opinión Marías no sabe construir una trama decente. Y su estilo, pues tampoco me convence. Se gusta demasiado a sí mismo, se pone a hacer divagaciones sobre la acción que muchas veces no pasan de banalidades, y como la propia reseña dice, no es capaz de hacer que sus personajes hablen con voz propia: todos hablan como Javier Marías.

Y que conste que le he dado bastnates oportunidades, pero ese gran bluff que es Los enamoramientos me ha terminado de convencer. ¡Y que le dieran el Premio Nacional de Narrativa por ese libro! En fin...

telefono expedia mexico dijo...
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Carlos Andia dijo...

Santi, admito en alguna medida tus reparos sobre el estilo, pero a mi la novela sí me parece bien construida, aunque sea mediante situaciones más que mediante acción. De hecho, me parece construida de forma muy inteligente, ensamblando esas tres o cuatro secuencias en torno al asunto principal de los secretos, la sospecha o la incertidumbre.

Pero bueno, tengo la impresión de que no voy a convencerte de ninguna manera.

Saludos.

Mel Toledo dijo...

Este es un título que tengo pendiente y que, gracias a mi primer, única y desilusionada experiencia con Marías (Los enamoramientos), lo he ido dejando en suspenso. Son fatalidades que nos suceden con los autores, lo sabemos.
Sobre cuánto se explaye un autor en sus descripciones, concuerdo contigo en que, además del estilo propio, cada construcción precisa un ritmo y una velocidad. Es parte de la experiencia narrativa que se nos ofrece y hay que saber disfrutarla. Al lector le queda el saberse cómodo o no con ella y el reconocer a un narrador efectivo.
Gracias por la reseña, Carlos. Me has dado razones suficientes para ir a por mi edición este fin de semana.
Saludos limeños.

Carlos Andia dijo...

Gracias por tu comentario, Mel (me viene bien que me echen una mano teniendo enfrente a Santi). No conozco ese título que veo que os ha decepcionado a unos cuantos, pero creo que este 'Corazón tan blanco' te gustará. Y estaremos encantados de que nos lo cuentes -te guste o no, claro.

Saludos.

Reve Llyn dijo...

Pues yo, aunque tarde en el hilo, defenderé la prosa de Marías simple y llanamente (ni soy académica ni cerca de serlo) porque me gusta. Me pirran los libros suyos que he leído (Corazón tan blanco***, Mañana en la batalla piensa en mí***, Los enamoramientos**, Así empieza lo malo**…vaaaaale, no todos igual de "tanto": *).

Me resultan, si me permitís el símil, como un caramelito de los de antes que rechupeteo con deleite: duro, dulce, sabroso y duradero (porque le salen largos...jajaja).

Carlos Andia dijo...

Como comentaba antes, ese estilo peculiar de Marías está claro que seduce a unos y suscita el rechazo de otros. Por mi parte, puedo decir que me gusta aunque le reconozco puntos débiles (más bien algunos excesos).

Muchas gracias por tu opinión, Reve.

Ana dijo...

Lo he leído también este verano. He disfrutado mucho, más con la forma de contar que con lo que cuenta en si. Eso si, me ha llevado a lugares comunes, siendo tan distintos los del libro y los mios y eso me ha gustado. Había leído hace poco Así empieza lo malo, me ha parecido muy similar, pero no por ello he disfrutado menos. Realmente era lo que iba buscando. Saludos.

Carlos Andia dijo...

Me alegro de que te haya gustado, Ana. La forma, ya se sabe, no convence a todo el mundo por igual, pero coincidimos en apreciarla en este caso.

Muchas gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

Es cierto que ha sonado para nobel literatura?

Santi dijo...

Es verdad, sí, casi todos los años su nombre aparece incluido en las quinielas del Nobel. Personalmente, me parecería tan despropósito dárselo a Marías como dárselo a Murakami, no creo que ninguno de los dos tengan la originalidad ni el peso intelectual o literario que se supone a un Nobel (y claro, tampoco lo tienen en mi opinión muchos de los que lo han ganado...)

Anónimo dijo...

Imprescindible. Un clásico de Marías. Una pena que cada vez más mucha gente se deje influenciar negativamente en su crítica literaria por su carácter cada vez más agrio y por su empeño casi enfermizo de cornear a todo lo que se mueve. Creo que hay que separar las filias o fobias que, con o sin razón, pueda despertar la persona con la calidad del artista ( ya sea escritor, actor, músico, etc. etc.).