Año de publicación: 2014
Valoración: recomendable
Como dice Paco Roca en el prólogo de este libro, casi resulta sacrílego utilizar palabras para hablar sobre un cómic que no tiene ninguna en los diálogos. Ni siquiera onomatopeyas. Toda la narración se sustenta, pues en las imágenes, lo cual, sin duda, no ha resultado fácil para los autores, pero también requiere un cierto esfuerzo por parte del lector. Un esfuerzo muy llevadero y gozoso, hay que decir, y que incluso resulta bastante gratificante, cuando se le coge el tranquillo.
Bien, solventado ya el asunto, que en realidad es anecdótico de la peculiaridad expresiva de esta obra, vamos a lo que importa, que es su contenido: la historia que nos cuenta, en una tono algo naïf y decididamente simpático, es la de un viejo pescador bretón que sale a faenar con su pequeño barco y, debido a unas peripecias que no desvelaré, para no destriparle la lectura a nadie, se ve perdido y arrastrado a una serie de aventuras, quizás menos inverosímiles de lo que pueda parecer. Entre tanto, su esposa que, al no volver él, está cada vez más preocupada, decide tomar la iniciativa y, en vez de quedarse esperándole, como la loca del muelle de San Blas, va a su encuentro o a lo que ella cree que lo es, viviendo unas peripecias no menos extravagantes y divertidas. Los protagonistas, pues, no son precisamente los típicos de las relatos de amor y aventuras: ni jóvenes, ni guapos, ni ricos... más bien todo lo contrario, pero eso es lo que le da más encanto a su historia. Al tener que salir de su medio habitual, un pueblecito de la costa bretona, los dos tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias y adaptar sus capacidades, basadas en la tradición, a ese mundo moderno que parece habérseles echado encima. Para ellos, la aventura resulta doble, por tanto. El libro, en el que el mar es un tercer protagonista, que aparece en casi todas las viñetas, es también un toque de atención ecologista, sobre el estercolero en el que estamos convirtiendo los océanos. Eso sí, todo contado, denuncia y momentos azarosos incluidos, con un sentido del humor delicioso y vitalista. No quiero dejar de comentar que además nos encontramos en este cómic con un "personaje invitado" de lo más inesperado... (no revelaré de quién se trata para no chafarle a nadie la sorpresa).
Se pueden buscar referencias, claro está, a esta entrañable historieta. La más obvia, quizás, en la aparte que atañe al pescador, sea la de la novela El viejo y el mar (recientemente reseñada en ULAD, por cierto); yo añadiría además la de la película La tormenta perfecta (basada en una novela homónima de Sebastian Junger, al parecer). Y, por lo que respecta a la historia de su esposa, me ha recordado, salvando las distancias, Largo domingo de noviazgo, aunque quizás más la película que la novela, pues los protagonistas de aquélla son también bretones, mientras que en el libro de Japrisot, al desaparecido Manex sus compañeros le creen bretón... porque es de Capbreton, en las Landas (dejando aparte, que el estilo del cómic y su humor, basado en los detalles y la reivindicación de las pequeñas cosas, así como cierto ternurismo, recuerda también el del cine de Jean-Pierre Jeunet, o parte de él: Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos, Amélie...).
En todo caso, sólo quiero reiterar que, más allá de la circunstancia anecdótica de que se trate de una narración "muda", nos encontramos ante una estupenda obra gráfica (magníficas las viñetas que reflejan la tormenta marina, por ejemplo) y una historia divertida y emocionante, de las que da lástima cuando se llega a la página final... Eso sí: abstenerse los alérgicos a las sardinas en lata; que conste que yo ya aviso...
Bien, solventado ya el asunto, que en realidad es anecdótico de la peculiaridad expresiva de esta obra, vamos a lo que importa, que es su contenido: la historia que nos cuenta, en una tono algo naïf y decididamente simpático, es la de un viejo pescador bretón que sale a faenar con su pequeño barco y, debido a unas peripecias que no desvelaré, para no destriparle la lectura a nadie, se ve perdido y arrastrado a una serie de aventuras, quizás menos inverosímiles de lo que pueda parecer. Entre tanto, su esposa que, al no volver él, está cada vez más preocupada, decide tomar la iniciativa y, en vez de quedarse esperándole, como la loca del muelle de San Blas, va a su encuentro o a lo que ella cree que lo es, viviendo unas peripecias no menos extravagantes y divertidas. Los protagonistas, pues, no son precisamente los típicos de las relatos de amor y aventuras: ni jóvenes, ni guapos, ni ricos... más bien todo lo contrario, pero eso es lo que le da más encanto a su historia. Al tener que salir de su medio habitual, un pueblecito de la costa bretona, los dos tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias y adaptar sus capacidades, basadas en la tradición, a ese mundo moderno que parece habérseles echado encima. Para ellos, la aventura resulta doble, por tanto. El libro, en el que el mar es un tercer protagonista, que aparece en casi todas las viñetas, es también un toque de atención ecologista, sobre el estercolero en el que estamos convirtiendo los océanos. Eso sí, todo contado, denuncia y momentos azarosos incluidos, con un sentido del humor delicioso y vitalista. No quiero dejar de comentar que además nos encontramos en este cómic con un "personaje invitado" de lo más inesperado... (no revelaré de quién se trata para no chafarle a nadie la sorpresa).
Se pueden buscar referencias, claro está, a esta entrañable historieta. La más obvia, quizás, en la aparte que atañe al pescador, sea la de la novela El viejo y el mar (recientemente reseñada en ULAD, por cierto); yo añadiría además la de la película La tormenta perfecta (basada en una novela homónima de Sebastian Junger, al parecer). Y, por lo que respecta a la historia de su esposa, me ha recordado, salvando las distancias, Largo domingo de noviazgo, aunque quizás más la película que la novela, pues los protagonistas de aquélla son también bretones, mientras que en el libro de Japrisot, al desaparecido Manex sus compañeros le creen bretón... porque es de Capbreton, en las Landas (dejando aparte, que el estilo del cómic y su humor, basado en los detalles y la reivindicación de las pequeñas cosas, así como cierto ternurismo, recuerda también el del cine de Jean-Pierre Jeunet, o parte de él: Delicatessen, La ciudad de los niños perdidos, Amélie...).
En todo caso, sólo quiero reiterar que, más allá de la circunstancia anecdótica de que se trate de una narración "muda", nos encontramos ante una estupenda obra gráfica (magníficas las viñetas que reflejan la tormenta marina, por ejemplo) y una historia divertida y emocionante, de las que da lástima cuando se llega a la página final... Eso sí: abstenerse los alérgicos a las sardinas en lata; que conste que yo ya aviso...
2 comentarios:
Pinta muy muy bien...No lo conocía, así que gracias por el chivatazo!
Hola Alimaña:
Es un cómic, historieta, novela gráfica o como diablos se diga, muy bonita.
Un saludo y gracias por pasarte por aquí!
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