Idioma original: español
Año de publicación: 1976
Valoración: muy recomendable
Y aunque la segunda parte se abra con una cita de Cesare Pavese, de donde Osvaldo Soriano tomó prestado este título es de un tango de Carlos Gardel. ¿Hay algo más argentino que un tango? No me nombren a los jugadores de fútbol que han hecho carrera en Europa. Ah. Perón. Claro. Pues aquí lo tenemos. Ya me advirtió el gran Horacio Aragona sobre esta novela. Que arrojaba cierta luz, pero que esa luz generaba nuevas sombras. Y, para los ajenos, eso tan extraño llamado peronismo y eso otro llamado justicialismo. Con lo cómodos que estábamos (hasta que llegó Albert Rivera) con eso tan claro de izquierda, derecha, y el engendro llamado centro. Pero el peronismo es un concepto que nos cuesta asimilar. Populismo, personalismo, golpes de estado que parecen autoinflingidos para perpetuarse, peronismo de derechas, peronismo de izquierdas. Muy curioso y muy difícil de entender.
Pero, desde luego, esta novela ayuda. En un giro rulfiano, la pequeña e imaginaria población de Colonia Vela cuenta con una de esas estructuras de poder propias de provincias. Delegado del gobierno, secretario, comisario, comerciantes locales, habitantes de a pie. Todo en calma. Pero entonces irrumpe la política. Las dudas sobre los mandatarios, no sobre lo que hagan o no hagan, sino sobre su adecuado alineamiento ideológico, se precipitan. La sombra alargada del comunismo, años 70 en el Cono Sur: el miedo al mimetismo de los vecinos o a la ruptura de vaya a saber qué equilibrio basado en vaya a saber qué intereses de poder. Todo salta por los aires, en una especie de locura colectiva que, miren, si no hubiera cadáveres, pues bueno, las heridas curan tarde o temprano. Pero los cadáveres son un mal elemento para que haya vuelta atrás. En cuanto hay cadáveres, esos diálogos que parecen de broma, con cambios de bando merced a subidas de sueldo, con fidelidades a prueba de la oferta más alta, empiezan a teñirse de rojo y marrón, empiezan a apestar a DDT o a algo peor. Perón o muerte, reta el adversario, Perón o muerte, contesta el desafiado. Te cambias de bando, te asciendo a cabo, te asciendo a sargento, saque el secretario un papel con el nombramiento, que entre bala y bombazo encuentro el momento de firmarlo. Todo reflejado en diálogos cuajados de un humor ácido y surrealista, que darán paso a un final donde la acción toma el mando en una especie de masacre absurda y descontrolada.
Está claro que solo es posible comprender en su integridad No habrá más penas ni olvido desde una arraigada argentinidad. Pero ello dista mucho de convertir esta magnífica novela en un artefacto localista. Seguro que habrá muchas analogías bajo muchas banderas para esos individuos que, en medio de balas, hablan de prepararse un mate o de dónde sería adecuado que los destinasen si salen bien parados del conflicto. Seguro que hay muchos sitios donde los hechos son manipulados por el poder para alinearse con sus perversos objetivos.
Soriano, que tuvo que exiliarse a raíz del golpe militar que esta novela aventura en sus últimas páginas, fue (falleció, ya de regreso a Argentina, en 1997), como Rodolfo Walsh, una especie de periodista abocado a verter a ficción circunstancias que no podía retratar con demasiado detalle.
Año de publicación: 1976
Valoración: muy recomendable
Y aunque la segunda parte se abra con una cita de Cesare Pavese, de donde Osvaldo Soriano tomó prestado este título es de un tango de Carlos Gardel. ¿Hay algo más argentino que un tango? No me nombren a los jugadores de fútbol que han hecho carrera en Europa. Ah. Perón. Claro. Pues aquí lo tenemos. Ya me advirtió el gran Horacio Aragona sobre esta novela. Que arrojaba cierta luz, pero que esa luz generaba nuevas sombras. Y, para los ajenos, eso tan extraño llamado peronismo y eso otro llamado justicialismo. Con lo cómodos que estábamos (hasta que llegó Albert Rivera) con eso tan claro de izquierda, derecha, y el engendro llamado centro. Pero el peronismo es un concepto que nos cuesta asimilar. Populismo, personalismo, golpes de estado que parecen autoinflingidos para perpetuarse, peronismo de derechas, peronismo de izquierdas. Muy curioso y muy difícil de entender.
Pero, desde luego, esta novela ayuda. En un giro rulfiano, la pequeña e imaginaria población de Colonia Vela cuenta con una de esas estructuras de poder propias de provincias. Delegado del gobierno, secretario, comisario, comerciantes locales, habitantes de a pie. Todo en calma. Pero entonces irrumpe la política. Las dudas sobre los mandatarios, no sobre lo que hagan o no hagan, sino sobre su adecuado alineamiento ideológico, se precipitan. La sombra alargada del comunismo, años 70 en el Cono Sur: el miedo al mimetismo de los vecinos o a la ruptura de vaya a saber qué equilibrio basado en vaya a saber qué intereses de poder. Todo salta por los aires, en una especie de locura colectiva que, miren, si no hubiera cadáveres, pues bueno, las heridas curan tarde o temprano. Pero los cadáveres son un mal elemento para que haya vuelta atrás. En cuanto hay cadáveres, esos diálogos que parecen de broma, con cambios de bando merced a subidas de sueldo, con fidelidades a prueba de la oferta más alta, empiezan a teñirse de rojo y marrón, empiezan a apestar a DDT o a algo peor. Perón o muerte, reta el adversario, Perón o muerte, contesta el desafiado. Te cambias de bando, te asciendo a cabo, te asciendo a sargento, saque el secretario un papel con el nombramiento, que entre bala y bombazo encuentro el momento de firmarlo. Todo reflejado en diálogos cuajados de un humor ácido y surrealista, que darán paso a un final donde la acción toma el mando en una especie de masacre absurda y descontrolada.
Está claro que solo es posible comprender en su integridad No habrá más penas ni olvido desde una arraigada argentinidad. Pero ello dista mucho de convertir esta magnífica novela en un artefacto localista. Seguro que habrá muchas analogías bajo muchas banderas para esos individuos que, en medio de balas, hablan de prepararse un mate o de dónde sería adecuado que los destinasen si salen bien parados del conflicto. Seguro que hay muchos sitios donde los hechos son manipulados por el poder para alinearse con sus perversos objetivos.
Soriano, que tuvo que exiliarse a raíz del golpe militar que esta novela aventura en sus últimas páginas, fue (falleció, ya de regreso a Argentina, en 1997), como Rodolfo Walsh, una especie de periodista abocado a verter a ficción circunstancias que no podía retratar con demasiado detalle.
7 comentarios:
Osvaldo Soriano supo reflejar la política y la vida diaria de Argentina como pocos. Ya sea en sus novelas, en sus cuentos o en las tiras dominicales del periódico Página/12 que muchos extrañamos. No te/se pierdas/n El Ojo de la Patria.
En una entrevista que le hicieron el decía que no puede ser peronista por muchas razones de formación ideológica y de deriva del Partido Justicialista, pero que de niño le escribió (a escondidas de sus padres) una carta a Evita, y que a los pocos días recibió una pelota de fútbol. "Soy un niño peronista, eso si" dijo. Quizás, si viviese, hoy disfrutaría mucho de vivir en Argentina.
Me va a resultar difícil juzgar tu reseña, la obra o el autor prescindiendo del sentimiento que en mí hace surgir ese "movimiento" denominado peronismo.
Pero intentaré hacerlo. Por partes.
1. Tu reseña: si es difícil para nosotros, los argentinos, comprender qué significa ser peronista, imagino que mucho más lo es para ustedes, europeos. Aunque siendo españoles, algo más sencillo es, ya que vuestro generalísimo Franco no solo acogio en su exilio al general Perón, sino que también fue uno de sus faros ideológicos, junto con Mussolini (y aunque los peronistas se indignen, no hay que olvidar que Perón brindó refugio en Argentina a muchos criminales de guerra nazis, entre los cuales estaban nada menos que Adolf Eichman y Josef Mengele). Creo que haces bien en no intentar profundizar en tu analisis, ya que ello requeriría, para ser bien hecho, de centenares de folios.
Recomiendo leer "La novela de Perón", de Tomás Eloy Martínez, a aquellos que quieran conocer más sobre Perón y el peronismo-
2. La obra: "No habrá más penas ni olvido" es una estrofa del tango "Mi Buenos Aires querido", de Gardel y Lepera. Gardel, uno de los dos grandes mitos de la argentinidad (el otro es Evita), compuso la letra de este maravilloso tango. Y yo creo que Soriano no elige al azar este título, ya que de su autor persisten aún hoy numerosas intrigas, entre ellas, tal vez la mayor, el lugar donde nació. Francia? Uruguay? No se sabe. Pero casi con certeza, un paradigma del "ser argentino" no sería argentino. Y para cerrar el círculo, murió trágicamente en Medellín, Colombia! Entonces, la metáfora del confuso gran drama argentino estaría planteada desde el vamos.
La novela es extraordinaria. Describe con maestría las contradicciones de un pueblo, de una nación, de su dirigencia. Nos cuenta con humor, y haciendo uso de entrañables personajes, la tragedia que comenzaba.
3. El autor: por décadas, Osvaldo Soriano ha sido uno de los escritores argentinos más subestimados por el establishment literario. Tal vez por envidia, ya que cada una de sus novelas fue bestseller. Tal vez porque venía del periodismo escrito. y eso no se perdona, es un arte menor. Pienso que últimamente, y con justicia, su estatura literaria ha sido reivindicada. Lo celebro.
Perdón por la extensión, y saludos desde las pampas australes.
Buffff, me ha hecho tantísima ilusión ver que había una reseña de Osvaldo Soriano que me he lanzado a comentar antes incluso de leerla. Gracias por su simple presencia. Ahora la leo...
En realidad no quiero añadir nada más, suscribo tus comentarios y animo a continuar en Colonia Vela con "Cuarteles de invierno". Y a descubrir a este gran tipo de luces y sombras que fue Osvaldo Soriano. Saludos
Gracias por los comentarios. Desde Kapuscinski o desde Truman Capote considerar al periodista como un literato impuro o incluso parvenu es algo completamente injusto. Leeré más a Soriano, faltaría.
Francesc,
No pude seguir adelante con la reseña cuando leí: "golpes de estado que parecen autoinfligidos para perpetuarse". Te referís al golpe del 55, al del 76? Te aclaro que ambos golpes lejos estuvieron de ser autoinfligidos y sumieron a la Argentina en períodos oscuros y sangrientos en los cuales murieron cientos de militantes. Me parece una frase escrita a la ligera y realmente desafortunada.
Saludos
Lo siento Gabriel: por eso puse "parecen". Resulta todo extraño y enigmático desde la distancia, y no creas que no le tengo el más absoluto respeto a todo ese dolor infligido por políticos salvapatrias adictos al poder y a la relevancia. Gracias por el comentario.
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