Título original: Une Saison en enfer
Año de publicación: 1873
Traducción (y notas): Juan Abeleira
Valoración: muy recomendable
Terrorífico riesgo el que tomo reseñando, por primera vez en ULAD, un libro de poesía. Bueno, eso pone en la portada, eso proclama la portada. Y de uno de los clásicos malditos franceses: menuda empanada tengo yo con esos nombres tan rimbombantes que se gasta todo el grupito (el heterodoxo y confuso grupito que yo me he montado): Verlaine, Rimbaud, Flaubert, Apollinaire, Proust, Mallarmé. Todos (algunos no deben estar ahí, lo sé) liados y todos tan evocadores de fotos o daguerrotipos en blanco y negro de señores de perilla y guedejas, de camisas de chorreras que parecen raídas, pero dignas, de noches atormentadas agarrados al dulce néctar que es la absinthe.
Pero es que resulta que uno cae rendido ante el espíritu de lo escrito por Rimbaud. Sí: cursiva en ese lo. Porque aunque tanto la colección en que se publica esta enésima edición como toda la leyenda insisten en esa condición de poeta, Una temporada en el infierno contiene prosa, mucha prosa. Los especialistas me disculparán: me siento extraño reseñando algo que está alejado de mis lecturas usuales, ya saben, ensayos con un discurso en progresión, tramas con una estructura clásica de un modo u otro. Pero me voy a reivindicar, creo que es normal en un lector sin demasiados prejuicios el darse de tanto en tanto un garbeo fuera de los géneros habituales. Voy a auto-recriminarme no incluir ni un par de líneas como ejemplo, porque si he de ser fiel a la verdad, el nivel es parecido en todo el texto, y el nivel viene muy marcado por una especie de tensión lírica latente por doquier: un texto desafiante, chulesco, acanallado. Una tensión que amaga lascivia, provocación, y rebeldía a raudales, como convenciendo al más escéptico (un siglo y medio más tarde) de que muchas veces el viaje es el destino. Así que Rimbaud habla por igual de miseria y desesperación, de Dios y de Satán, de pasión y de indiferencia, en un texto muy abierto que puede ser interpretado (un indudable valor añadido) a muchos niveles, tanto como una exaltación de individualidad, como una proclama de libertad, como una especie de tortuosa llamada de atención. Añadir a ello todo lo que nos puede sugerir la historia personal de Rimbaud, que dejó de escribir antes de llegar a la veintena, dejando una exigua obra en la que Una temporada en el infierno resplandece por méritos propios. Intuyo, renovando lenguaje y técnica lírica.
Bueno: una frase incluiré aquí, aquella de "es preciso ser absolutamente moderno", cuestión que viene como anillo al dedo para definir esta lectura que representa perfectamente la condición humana, la del creador torturado y la del estereotipo romántico y atormentado que tanto nos gusta identificar, pero que supera, década tras década, sus distintas guisas para ser, siempre, actual y contemporánea.
3 comentarios:
Apabullante nómina de gabachos maravillosos la que has puesto, todos ellos pululaban en desorden en mis épocas diríamos juveniles y arrebatadas. Por eso quizá no me atrevo a hacerles una visita en los tiempos actuales, mejor dejarles en su estatus original... o no?
Y de ellos, Rimbaud, tan jovencito y excesivo, quizá era mi favorito. Qué ilusión que alguien se acuerde de él.
La reseña me ha parecido fantástica, Francesc. Gracias por traerlo al siglo XXI de forma tan brillante.
Carlos Andia.
Rimbaud siempre se me ha colado en las charlas sobre la relación esa de edad-obra y de como un futuro puede ser precedido por extrapolacion en base a lo vivido, a la entera primera vivencia... Dejar de escribir por el cierre de un ciclo y abandonarse hacia el inevitable devenir de especie.
Quizá por eso sea que obras como estas son eternas y cosecharan edición tras edición, la demanda por la sensibilidad en almas siempre a lucrado y dado en cuenta que la lucida franqueza arrebata a cualquier futuro habitante predispuesto a recordar que es parte de las dichas y condiciones que apremian a la especie.
Genial la reseña. :)
Muchísimas gracias por los comentarios, pues estaba bastante acojonaíco con esta mi primera incursión en reseñar poesía. Igual me habéis infundido ánimos para repetir un año de estos. Claro que he jugado con ventaja: Rimbaud es un clásico, un jodido clásico concretamente.
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