Año de publicación: 2006
Valoración: Recomendable
Cuando estaba en tercero de arquitectura nos hicieron leer un fragmento de La deshumanización del arte de Ortega y Gasset. Un ensayo de 1925 en el que analizaba la desafección del público por el arte contemporáneo. No solo no me gustó lo poco que leí si no que me produjo rechazo. Cierto que solo era un fragmento y que no he vuelto a acercarme a esa obra desde entonces, pero la imagen que se me quedó fue la de un filósofo cultivado instando al pueblo en esforzarse en la contemplación del arte contemporáneo.
Y había que esforzarse porque quedaba claro que el arte contemporáneo no iba a poner nada de su parte. Afortunadamente para mí, meses más tarde di con La palabra pintada de Tom Wolfe en la librería de la facultad y no muchos años después, supe de la publicación de esta obra de Juanjo Sáez que me ganó ya solo con su título y su subtítulo.
Resumen resumido: un joven dibujante profesional mantiene con su madre una serie de conversaciones a caballo entre el mundo real y el mundo imaginario. Su objetivo, mostrar de un modo sencillo y sin grandilocuencia a su madre (una ama de casa sin apenas formación) y de paso al lector, qué es para él el arte moderno y cómo ha evolucionado hasta nuestro días, con todas sus virtudes y todos sus vicios.
Ni que decir tengo que en su momento el efecto de esta lectura en mí fue absolutamente liberador; la re lectura para la reseña, por su parte, ha sido reconfortante. El arte. Conversaciones imaginarias con mi madre es un ejercicio de desmitificación desde la generosidad y la humildad, con un discurso nada erudito ni elitista, algo a lo que no estamos acostumbrados cuando nos aproximamos a esa espinosa cuestión que es el ARTE MODERNO. Pero ¿qué es lo más característico de este libro?
- El estilo gráfico, sin duda, que ya es un sello propio del autor que huye deliberadamente del realismo, del detalle y de la perfección: los personajes están dibujados prácticamente de un solo trazo y no tienen cara, el texto es caligrafía a mano no exenta de tachones y de renglones irregulares, y el trazo a menudo desafía a las leyes de la perspectiva. Pero Juanjo Sáez no dibuja así porque no lo sepa hacer «mejor», si no que adopta este estilo como manifestación de lo que él cree firmemente que debe ser el arte, tal como explico en el siguiente punto.
- El discurso sobre el arte como algo sensorial, personal y al alcance de todos, con independencia de formación, ideología o estatus. Un arte democratizado, a fin de cuentas. Y a pesar de la visión personal y terrenal del asunto, el discurso se sustenta sobre una gran cantidad de ejemplos y datos de artistas, obras y movimientos que facilitan al lector el acercamiento a conceptos complejos que de otro modo resultarían inaprensibles y correosos.
- El punto de vista y el tono con el que se desarrolla el discurso está muy bien elegido ya que si el arte está ahí para cualquiera que quiera disfrutarlo, qué mejor que explicarlo del modo más sencillo y cercano posible, como si charlaras con tu propia madre. De ese modo ya no es solo un discurso teórico si no una narración repleta de humanidad, emotividad y pequeños conflictos cotidianos con los que resulta muy fácil empatizar. El personaje de la madre es todo un arquetipo.
Así que por lo menos, Recomendable, para interesados en el Arte Moderno y para no interesados también. Porque al final no deja de ser una narración honesta, certera y muy simpática, cargada además de sensibilidad y empatía. No como Ortega y Gasset.
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