Título original: Gunshot Lovesongs
Año de publicación: 2014
Traducción: Marta Alcaraz
Valoración: muy recomendable
Que nadie se asuste: ésta no es otra de esas reseñas que, ante la indiferencia generalizada, me da por escribir sobre músicos y música. No va a unirse a los Byrne, Garnier, Sakamoto y compañía. No nos dejemos engañar por el título y la apariencia neo-grunge de la ilustración de la portada.
Hace muchos años leí, en una escéptica entrevista, una curiosa conclusión de entrevistador sobre entrevistado: no había nada mejor en el mundo que ser amigo de Enrique Iglesias: que pertenecer a la cohorte de acompañantes de algún famoso adinerado y de padecer los beneficios de su arrastrada vida sin disfrutar del agobio de la fama. Algo así pensé cuando vi a la cuadrilla que acompañaba a Neymar (recién fichado por el Barça, proliferaron fotos de sus acompañantes en un sonrojante posado) y también me vinieron a la memoria las ocho temporadas de la excelente serie de HBO Entourage.
Porque de amistades entre personas con destinos desiguales y de amor entre personas con orígenes comunes es de lo que habla Canciones de amor a quemarropa. Más que de música. Normalmente el que esto escribe saldría huyendo de un libro que proclame que habla de eso. Aviso. Pero también suelo dar más de una oportunidad a las lecturas. A algunas, demasiadas oportunidades. Pero éste no es el caso. Porque las primeras veinte páginas de esta novela ya permiten una cierta familiaridad con sus personajes, que no nos va a abandonar a lo largo de sus 330 páginas que, empecemos a definirnos, se nos van a hacer bastante cortas. En ellas, conoceremos, entre otros, a Henry y a Beth, feliz matrimonio residente en Little Wing, pequeña localidad agraria del estado de Wisconsin, cuna de sus personajes y, sobre todo, de Leland, o Lee, o Corvus, nombre artístico del músico de gran éxito planetario que intenta no olvidar sus orígenes o, mejor aún, intenta reivindicarlos ayudando, a veces desde el anonimato, al grupo de amigos que le ayudó antes de su salto a la fama. De ahí la cuestión de la amistad, preeminente aquí. Pues los conflictos naturales entre las personas vienen agudizados por la complicada coexistencia del éxito avasallador frente a la rutina del común de los mortales. El altruismo con que Lee actúa no siempre es comprendido o bien encajado. Entre los varones, causa por igual orgullo de contar con su amistad como un cierto temor hacia cómo ha afectado su éxito a su forma de ser. A partir de esas premisas, con la pequeña ciudad como escenario de entradas, estancias, y salidas, Butler teje una red de relaciones sincera, coherente y creíble. Y los prejuicios se desmoronan: como lectores, no nos queda otro remedio que contemplar sus actos y ser testigos de sus reflexiones. La sinceridad con que éstas se desarrollan, las buenas intenciones que sus actos albergan. Aquí quizás podríamos tildar un poquito al autor de barrer para casa, pues la vida en las ciudades no sale muy bien parada de la experiencia de los personajes. Pero es, en cualquier caso, mérito del autor, que lo percibamos de forma tan nítida, así como la velada crítica a una sociedad basada en el ensalzamiento de la fama y la vacuidad por encima del anonimato y el mérito del esfuerzo sordo y diario.
Aires de Franzen, sí, en ese desplazamiento del protagonismo de la narración, en esa duda tan corrosiva en según qué generaciones de estar haciendo lo correcto. También en cierta meticulosidad a la hora de cuadrar las distintas versiones (cosa que hace que el lector siga sintiéndose en casa). Estupenda ópera prima de un autor cuya edad se elude mencionar en la edición de Libros del Asteroide, pero cuya madurez como narrador es indiscutible, de esa dimensión que genera expectativas para el futuro.
Ya casi estamos en octubre, por cierto. Aún no habíamos empezado a especular con aquello tan sobado de los candidatos a libros del año, ¿no? Pues, aún jugando en ligas diferentes, pongan El jilguero y, a su lado, éste.
También de Nickolas Butler en ULAD: Canciones de amor a quemarropa (contrarreseña), El corazón de los hombres
Hace muchos años leí, en una escéptica entrevista, una curiosa conclusión de entrevistador sobre entrevistado: no había nada mejor en el mundo que ser amigo de Enrique Iglesias: que pertenecer a la cohorte de acompañantes de algún famoso adinerado y de padecer los beneficios de su arrastrada vida sin disfrutar del agobio de la fama. Algo así pensé cuando vi a la cuadrilla que acompañaba a Neymar (recién fichado por el Barça, proliferaron fotos de sus acompañantes en un sonrojante posado) y también me vinieron a la memoria las ocho temporadas de la excelente serie de HBO Entourage.
Porque de amistades entre personas con destinos desiguales y de amor entre personas con orígenes comunes es de lo que habla Canciones de amor a quemarropa. Más que de música. Normalmente el que esto escribe saldría huyendo de un libro que proclame que habla de eso. Aviso. Pero también suelo dar más de una oportunidad a las lecturas. A algunas, demasiadas oportunidades. Pero éste no es el caso. Porque las primeras veinte páginas de esta novela ya permiten una cierta familiaridad con sus personajes, que no nos va a abandonar a lo largo de sus 330 páginas que, empecemos a definirnos, se nos van a hacer bastante cortas. En ellas, conoceremos, entre otros, a Henry y a Beth, feliz matrimonio residente en Little Wing, pequeña localidad agraria del estado de Wisconsin, cuna de sus personajes y, sobre todo, de Leland, o Lee, o Corvus, nombre artístico del músico de gran éxito planetario que intenta no olvidar sus orígenes o, mejor aún, intenta reivindicarlos ayudando, a veces desde el anonimato, al grupo de amigos que le ayudó antes de su salto a la fama. De ahí la cuestión de la amistad, preeminente aquí. Pues los conflictos naturales entre las personas vienen agudizados por la complicada coexistencia del éxito avasallador frente a la rutina del común de los mortales. El altruismo con que Lee actúa no siempre es comprendido o bien encajado. Entre los varones, causa por igual orgullo de contar con su amistad como un cierto temor hacia cómo ha afectado su éxito a su forma de ser. A partir de esas premisas, con la pequeña ciudad como escenario de entradas, estancias, y salidas, Butler teje una red de relaciones sincera, coherente y creíble. Y los prejuicios se desmoronan: como lectores, no nos queda otro remedio que contemplar sus actos y ser testigos de sus reflexiones. La sinceridad con que éstas se desarrollan, las buenas intenciones que sus actos albergan. Aquí quizás podríamos tildar un poquito al autor de barrer para casa, pues la vida en las ciudades no sale muy bien parada de la experiencia de los personajes. Pero es, en cualquier caso, mérito del autor, que lo percibamos de forma tan nítida, así como la velada crítica a una sociedad basada en el ensalzamiento de la fama y la vacuidad por encima del anonimato y el mérito del esfuerzo sordo y diario.
Aires de Franzen, sí, en ese desplazamiento del protagonismo de la narración, en esa duda tan corrosiva en según qué generaciones de estar haciendo lo correcto. También en cierta meticulosidad a la hora de cuadrar las distintas versiones (cosa que hace que el lector siga sintiéndose en casa). Estupenda ópera prima de un autor cuya edad se elude mencionar en la edición de Libros del Asteroide, pero cuya madurez como narrador es indiscutible, de esa dimensión que genera expectativas para el futuro.
Ya casi estamos en octubre, por cierto. Aún no habíamos empezado a especular con aquello tan sobado de los candidatos a libros del año, ¿no? Pues, aún jugando en ligas diferentes, pongan El jilguero y, a su lado, éste.
También de Nickolas Butler en ULAD: Canciones de amor a quemarropa (contrarreseña), El corazón de los hombres
5 comentarios:
Pues no puedo estar más de acuerdo contigo, Francesc. Lo has clavado :)
Igual esto os interesa:
http://www.eldiario.es/cultura/entrevistas/Nickolas-Butler-Canciones-quemarropa-nostalgia_0_309020087.html
Bueno Izas: ya sabes que, sobre el papel, esta reseña está moralmente incompleta: la precipitación y los nervios me han jugado una mala pasada, ya sabes. Me alegro de que suscribas mis palabras.
Juan, la novela está en plena fase de promoción apenas diez días tras su publicación, pero creo que no se está exagerando nada. Y lo de Bon Iver (nada que ver con Bon Iver, yo, por cierto) ni idea. Pero una recomendación entusiasta: tengo cierta tendencia a negarles el imprescindible a las óperas primas pero ha andado pululando.
Los invito a leer algunas de mis obras sin costo alguno y sin compromisos de ningún tipo en
http://creacionespersonalesjfc.blogspot.com/
Otras obras disponibles en
http://creacionespersonalesjfc.blogspot.com/2014/05/recomendaciones.html
¡Todo lo mejor!
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