jueves, 30 de octubre de 2014

[Libros y comida] Isak Dinesen: El festín de Babette

Idioma original: danés
Título original: Babettes Gaestebud
Año de publicación: 1952
Traducción: Francisco Torres Oliver
Valoración: se deja leer

Pero a ver: yo es que en esto de las lecturas soy la mar de anárquico. Y, si me aspan, y al margen de los tan necesarios libros de recetas, podría decir que escribir sobre comida debe ser como cantar sobre fútbol. O sea, una mezcla algo discordante de sensaciones de distinta índole, que no siempre funciona. Lo de elegir el libro fue, por cierto, una sugerencia de los jefazos de ULAD, desde su inalcanzable trono en las alturas, y yo llevaba como la mitad del libro pensando si no les había engañado la palabra en el título, y si esto era tanto un libro sobre comida como, no sé, Merienda de negros o Desayuno en Tiffanys. Pero bueno, yo estoy aquí para lo que manden. Toca Semana Gastronómica, pues aquí me tenéis. Obediente que es uno, y ya que estamos, como catalán, ya saben, aquí en Catalunya poco menos que tenemos que apartar las estrellas Michelin con los pies cuando vamos por la calle. Un agobio, de verdad.
Y otra mala preconcepción que les he de confesar: la constante mención a la condición aristocrática de Karen Blixen, la autora que usó este pseudónimo, Isak Dinesen, para publicar. Que sí, que mucho mérito que toda una señora de la nobleza se dedique a escribir, en vez de a jugar decadentes partidas de bridge, pero, republicano que es uno, a mí, que ya no tuve contemplaciones con todo un Alejandro Cao (de Benós y de no sé cuántas cosas más), me da bastante igual. Para escribir bien, aparte de leer bastante, qué más dará ser marqués que, no sé, chófer de furgoneta de reparto o neurocirujano en el paro. 
En fín, centrémonos de una vez.
El festín de Babette arranca de una manera que nos parece, casi, una fábula o un cuento de los Hermanos Grimm. Todo bien lejos de algo lujurioso. La tal Babette es llevada, en su juventud, a por un tal Monsieur Papin para que quede al cuidado de dos hermanas que viven en la austeridad más absoluta tras la muerte de una especie de pastor luterano, en una comunidad de estricta moral de profunda raigambre. La tal Babette parece tener un pasado turbio relacionado con alguna tumultuosa revuelta en su Francia natal y las hermanas que la acogen pronto se acostumbran a su buen hacer en la cocina. Un día le toca una lotería a la que lleva décadas jugando y decide premiar a la comunidad que la ha acogido con una opulenta comida que, parece, obrará maravillas en esa aburrida y conservadora gente.
Parece, sí. Me gustaría haberme enterado de qué narices tienen los manjares que les sirve (sopa de tortuga, vino y champany) que consiguen soltar a toda esa troupe de gente sencilla que, parece, acumula frustraciones que el  festín contribuye a liberar. Porque eso es, prácticamente, todo lo que pasa en este breve e insustancial novelita, de cuya edición hay que agradecer, ya que estamos, las magníficas ilustraciones de Noemí Villamuza que, ya me perdonaréis, me han parecido lo más brillante de esta poco excitante lectura.

6 comentarios:

Montuenga dijo...

Esta es una de mis pelis fetiche. El libro no he llegado a leerlo, pero hay algún caso (raro) en el que el cine ha sacado más partido a un historia que la propia novela.

Supongo que este es el caso, pero lo que a mí me transmitió la pantalla fue impactante. Una mujer fugada y refugiada que decide jugar a la lotería y, cuando se ve millonaria, no puede hacer nada con su fortuna porque tiene que seguir escondida (creo que la película no aclara bien por qué). Decide entonces agradacérselo a quien le ha dado cobijo haciendo lo que mejor sabe hacer por haber sido primer chef en el Café París, un restaurante de campanillas. Y elabora un montón de platos sofisticadísimos, vinos, postres... que debió costar millones, para una gente, de mentalidad calvinista estricta, que se sentía culpable cuando disfrutaba con cualquier comistrajo, gente que se vedaba a sí misma todo disfrute terreno.
En el cine, no se nos cuenta así, vamos cayendo en la cuenta por los gestos de culpabilidad, y de ansia a la vez, de los comensales y por otros detalles que no recuerdo. Pero es maravillosa, de verdad, y muy sabia: con cuatro recursos de nada nos habla de fundamentelismo, de agradecimiento incondicional, de terror por la condenación eterna y de otras muchas cosas.

Te la recomiendo, de verdad, para que se te pase el mal sabor de la novela a la que, por cierto, echaré un vistazo porque me has dejado intrigada.

Montuenga dijo...

"Fundamentalismo" quería decir.

Francesc Bon dijo...

Pues probaré si la película me transmite todos esos mensajes a los que fui insensible mientras leí el libro. A ver. Gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

El festín de Babette es una película de referencia a la hora de relacionar cine y cocina.
Es una delicia, por forma y contenido. Cuando a Babette le toca la lotería decide hacer una comida excelente para todo el pueblo, con los mejores platos y vinos de París.
Una historia de agradecimiento por la buena acogida.
Se restauró EL FESTIN DE BABETTE con motivo del 25 aniversario 2012.
En catalán se encuentra el relato en la colección "Clàssics moderns" de editorial Viena.
Reconocimiento para las ilustraciones de Nórdica.

Imma C.

Anónimo dijo...

Sí, Francesc ve la peli, para mi también es muy, muy especial, tanto que tengo cierto miedo de volver a verla y que, ¿15 años después?. se rompa el encanto.
En mi memoria, permanece como una película diferente y maravillosa, creo que en cierto sentido me pasó un poco como a los personajes de la peli: lo que ellos sienten disfrutando del festín de Babette, yo lo sentí como espectadora. Ya nos contarás!

Berta dijo...

Lamentablemente, aún no he leído el libro. Pero siendo la película la joya cinematográfica que es, no me cabe duda que el texto debe ser algo así como el super bajativo de una cena perfecta."El Festín de Babette" ganó muchos premios con toda justicia. Es cine-cine-, ése donde el juego de imágenes, un diálogo discreto y una escenografía ad hoc se sitúa en el centro de la escena, como un invitado más.