Idioma original: japonés
Título original: 美しさと哀しみと (Utsukushisa to kanashimi
to)
Año de publicación: 1965
Valoración: Recomendable
El
primer premio Nobel japonés cerró su carrera literaria con dos volúmenes de
relatos, esta obra, escrita inmediatamente antes, supone su despedida como
novelista. En ella insiste, una vez más, en presentar la obsesión de un hombre
entrado en años por alguna mujer extremadamente joven e inocente. El argumento
es digno del folletín más típico: el novelista Oki Toshio, ya en la treintena,
casado y con un hijo, seduce a la adolescente Ueno Otoko, la deja embarazada y,
cuando pierde al bebé la abandona sin más explicaciones; más tarde utiliza ese
episodio de su vida para conseguir hacerse un nombre en el panorama literario
sin ocultar la identidad de la mujer –que, entretanto, ha logrado despuntar
como pintora– impidiendo con ello que su reputación se restablezca del todo. A
pesar de ello, Otoko continúa incomprensiblemente enamorada de por vida.
Mientras tanto, la esposa de Oki, Fumiko, sobrelleva estoicamente los celos
pues parece considerarlo su deber. Años después, Keiko, joven y bellísima
pintora, discípula de Otoko y que mantiene con ella una tormentosa relación,
pone en marcha sus perversos manejos seductores con la intención de vengar a la maestra en las personas de Oki y de Taichiro, su único hijo varón.
El
tema central de la novela –que ha sido versionada por el cine japonés y
francés– es, a mi parecer, la venganza, enmarcado y propiciado por otros, como
el amor, la dignidad perdida, la ofensa, los celos, la fugacidad de la vida, la
pérdida del vigor varonil, la seducción engañosa, el victimismo inocente, el
dolor callado y pudoroso o la soberbia.
La
genialidad de Kawabata consigue que los hechos discurran con la pacífica
neutralidad que encontramos en la vida. Para ello se sirve, fundamentalmente,
de dos técnicas: la cronología y las descripciones. Gracias a la primera, se
evitan los dramáticos hechos del pasado, la acción comienza in media res, siendo Otoko ya una mujer
adulta a quien Oki decide visitar con el pretexto de escuchar el bello sonido
de las campanas de año nuevo en Kyoto, localidad donde ella reside. Este será
el desencadenante de la trama, al estimular con su presencia los celos de Keiko
e inspirarle sus maquiavélicos planes. El otro procedimiento consiste en
describir más que narrar, nada ocurre aisladamente sino en un lugar
perfectamente delineado cuyas peculiaridades adquieren un papel predominante.
Por tanto, la naturaleza y los monumentos artísticos, así como un delicado
erotismo, forman, parte fundamental de la trama, nos seducen con su embrujo,
contribuyen a disimular la perversidad y a restar dramatismo a los hechos, como
si contemplásemos una película cuya fotografía, excepcionalmente bella,
diluyese la imagen más terrible.
No
puedo librarme de cierta sensación de falta de lógica, la sospecha de que algo
no encaja en ese poético guión, una sensación que puede estar motivada por la
distancia, cronológica y geográfica, que me separa de aquel ambiente. La
patológica personalidad de Keiko subyuga y a la vez nos introduce en esa
atmósfera asfixiante que se extiende por toda la novela, pero creo percibir
cierta inconsistencia en sus reacciones. Por otra parte, la sumisión de Otoko
es excesiva, también la de Fumiko, como si Kawabata, en lugar de permitir que
los personajes se desenvuelvan con entera libertad, estuviese reflejando el
deseo de que todos ellos se encuentren a merced del protagonista. La línea
argumental no permite más que al hijo –y único varón del relato aparte de Oki–
comportarse de forma autónoma, aunque esto, como veremos, tampoco representa
ninguna ventaja para él.
Sobre
ellos parece aletear la sombra de un destino trágico, el que atraerá el castigo
que, presumiblemente, merece la antigua conducta de Oki. Una idea que parece
estar presente en todos los mitos, tanto de occidente como de oriente.
Del mismo autor: La bailarina de Izu, La casa de las bellas durmientes, Una grulla en la taza de té
9 comentarios:
Recién terminé de leerlo. En efecto, la lectura me sumergía en impaciencia y las reacciones femeninas me parecían tan neuróticas como autodestructivas, todo en torno a las débiles acciones masculinas de Oki, tanto en el presente como en el pasado. Me recordó a algunos persobajes femeninos de Murakami en Tokio Blues. Un apacible escenario dibujado con sutileza, lentitud, belleza...
Bien, pero recuerda que la chica es un personaje creado por Kawabata, no una persona de carne y hueso. Pienso que su misoginia es infinita, como demuestra esa otra novela suya, "La casa de las bellas durmientes", en la que se muestra un peculiar prostíbulo para ancianos ricos cuya mercancía son... ¡ADOLESCENTES! y además ¡DORMIDAS! Y no creas que lo reprueba, al contrario, lo cuenta con la mayor naturalidad, como si estuviese hablando de un restaurante de muchos tenedores.
http://unlibroaldia.blogspot.com/2014/04/yasunari-kawabata-la-casa-de-las-bellas.html
Compré este libro en los años 80, cuando estaba haciendo la mili, y lo compré únicamente por la portada, y varios años después de leerlo descubrí que Kawawata fue Premio Nóbel (supongo que no soy el único ignorante que le ocurren estas cosas)
La literatura oriental no se ha editado mucho en España hasta hace unos años. Y tampoco ahora hay demasiados títulos, conocemos a unos pocos autores y puede que los más importantes en sus países no nos lleguen nunca. Eso sin contar que muchos títulos se trasladan de la traducción inglesa, no directamente del chino, japonés, coreano... como sería de esperar.
Obra maestra. La última y mejor, en mi opinión, novela de Kawabata.
No me siento capaz de compararlas, literariamente son todas magníficas pero el contenido muestra una diferencia de mentalidad abismal, nos separa el tiempo y el espacio. Y si la comparación es difícil una vez concluida la lectura, imagina después de tantos años.
Muy recomendable como todo lo que escribió Kawabata. La exquisitez y poética de su prosa es una delicia. Quien haya conocido Japón lo saboreará todavía más. Un maestro.
Me aburrió. Una historia simplona a más no poder que no va más allá que la de una telenovela de la siesta. Descripciones que no llevan a ninguna parte y los personajes parecen de cartón. Concuerdo con lo de la inconsistencia de los mismos y la falta de lógica en sus reacciones.
Rodrigo, aunque coincidimos en líneas generales (solo en lo que respecta a esta novela), yo no diría tanto. El nobel japonés fue un escritor excepcional, y el resto de su obra lo demuestra con creces. Pero desde aquí es difícil entender a alguien tan alejado en tiempo y espacio de nosotros. La mente oriental siempre será un misterio para mí, y más la de esa época. Tienen un sentido más estático, visual y contemplativo, o así lo definiría yo desde mi óptica, que no tiene por qué ser la correcta.
Saludos.
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