sábado, 21 de septiembre de 2019

Yasunari Kawabata: Una grulla en la taza de té

Idioma original: Japonés
Título original: Senbazuru 
Traductor: Luis Salvador
Año de publicación: 1952
Valoración: Recomendable

Senbazuru (千羽鶴) es la quinta novela de Yasunari Kawabata. Reúne todos los elementos que caracterizan el buen hacer del Premio Nobel de Literatura japonés: prosa delicada, un uso exquisito del lenguaje, atención al detalle, un tono poético que lo empapa todo, descripciones atmosféricas y personajes dibujados con una densidad psicológica considerable. Así pues, pese a su brevedad, esta obra es literatura de alto voltaje.

Además de por su evidente calidad narrativa, al lector occidental puede interesarle este libro en tanto que puerta de acceso a las costumbres niponas. Sin ir más lejos, indaga en las complejas sutilezas de uno de los ritos más misteriosos del país del sol naciente, la ceremonia del té.

Y, ya que hablamos de la ceremonia del té, destaquemos la importancia que ésta tiene a lo largo de Senbazuru. Kawabata se sirve de ella como paralelismo de la vida. Igual que los objetos empleados en este rito pasan de generación en generación, también lo hacen el amor, el deseo y la culpa de las personas. Fatalismo en estado puro, sí señor.

En resumidas cuentas, esta historia me ha fascinado. Creo que tiene, eso sí, algunos problemillas:

  • Quizás el apartado más débil de la novela sean los personajes femeninos. Kawabata retrata a las mujeres que la pueblan desde una perspectiva bastante misógina; a veces las infantiliza usando diminutivos, otras las objetiviza convirtiéndolas en un arquetipo llano. Evidentemente, comprendo que el lugar y la época en que fue escrita Senbazuru influyó en este aspecto, pero debo advertir que, en este sentido, el libro no ha envejecido muy bien. 
  • Tampoco me acaba de convencer Chikako. Cuando Kawabata nos la presenta, resulta fascinante. Es una suerte de antagonista ambigua, que me recuerda a la temible Cathy Ames de Al este del Edén. Desgraciadamente, Kawabata, igual que le sucediera a John Steinbeck con su hija ficticia favorita, es incapaz de cerrar el arco de este personaje como se merece.  
  • El final de Senbazuru se estanca. Aunque su clímax es muy potente, las páginas que llevan a él se me hicieron demasiado lentas y carentes de acción. A esto súmale que, como ya he dicho, el autor no logra encontrar una forma digna de cerrar el conflicto de Chikako. 

En fin. Senbazuru es una novela con una innegable vocación estética y una bellísima muestra de la sensibilidad oriental. Quizás el énfasis que he puesto en el carácter marcadamente nipón de esta obra ahuyente a algunos lectores potenciales. Sin embargo, sabed que este libro presenta una historia de tintes universalistas, a los que ninguna barrera cultural puede opacar. De modo que lo recomiendo a todo aquel al que no se le atragante la narrativa pausada.

Por último, dejad que hable de esta edición de Círculo de Lectores que he leído. Fue publicada en 1969 y se titula Una grulla en la taza de té. Tiene errores ortográficos, fallos de puntuación y emplea una deficiente traducción de Luis Salvador que, sospecho, no fue directa del japonés. A la labor de Salvador puede reprochársele una predilección por las oraciones interminables y el uso de un léxico arcaizante. Actualmente, esta novela se reedita bajo su título original, Mil grullas. Según tengo entendido, esta nueva edición es más aconsejable.


También de Yasunari Kawabata en Unlibroaldía: La casa de las bellas durmientesLo bello y lo tristeLa bailarina de Izu

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Yasunari Kawabata era un gran escritor, pero no precisamente entretenido; de hecho, sus libros podrían resumirse con el título de Eugenio D`Ors "Oceanografía del tedio." La delicadeza de su prosa llena de meandros (por lo menos en algunas traducciones), los cuadros estáticos y como cristalizados en una estampa de Hokusai, las atmósferas psicológicas cargadas, el minimalismo, el tradicionalismo, el esteticismo, el erotismo etc tienen sin duda un gran encanto y belleza. Todo es muy japonés, en el sentido de lo que un occidental entiende por japonés." Pero quizás se trate de un Japón "de charanga y pandereta." Un Japón un poco de pega. Un Japón demasiado japonés. Además, tanta finura kawabatesca acaba resultando artificial, sin vida, y las tramas de sus mejores libros suelen ser sutiles y evanescentes, perdiéndose en un soplo de mil pequeños detalles aparentemente irrelevantes, pero que son nada menos que símbolos de lo fugaz que queda grabado en la memoria como un retazo vivo del pasado: grullas, amaneceres, atardeceres, la naturaleza, conversaciones a media voz, las ropas, las expresiones, el sonido de una campana cristalina en un monasterio budista una mañana nevada de invierno, la primera nieve en el monte Fuji. Estos primores son una bella alegoría melancólica del viejo Japón que se muere por la invasión occidentalizadora: prisa, ruidos, multitudes y luces de neón. No obstante, y admitiendo lo lícito y respetable de este enfoque reaccionario, el encanto de Kawabata supone asimismo una rémora, porque la proliferación de símbolos elegíacos puede aburrir al lector no adicto a cuadros románticos del viejo Japón. O puede que no entienda nada de lo que le cuenta sutilmente el maestro Kawabata (cuando leí hace muchos años "País de nieve" cerré el libro con cara de bobo; no entendí a qué venía todo aquello). Esta literatura oriental como en susurros y frufrús de kimonos de seda resulta bonita y tediosa. Quizá no convenza tanta profundidad letárgica. Pero el tedio también es hermoso cuando representa una apuesta estética sincera y brillantemente contada. Kawabata es digno de leerse. Y ganó merecidamente el Nobel en 1968.

Paco Castillo dijo...

Jolín, vaya ratito que llevo, añado una cosa y quito otra… en fin. Disculpas.

(Perdón por el borrón anterior, simplemente olvidé un aspecto, nada más.)

Cuando leo lo de que un libro ha envejecido algo mal … muchas veces lo que constato es que es el lector quien no ha hecho bien ese viaje de regresión al escenario y contexto que acontece en el libro, a ese pasado al que ha de trasladarse el lector con la “maleta vacía” y regresar con algún singular “souvenir”, y sino te ha convencido el viaje (la lectura) pues regresas con la consiguiente mala leche y a por otro libro. Aunque ya veo por tu valoración general que no es tu caso.

Considero que los libros ni envejecen ni rejuvenecen, son hijos de su tiempo, y como tales registran y “congelan” el sentir y el proceder de su época.

Así que esos “problemillas”, al menos la misoginia que señalas, por ejemplo, (tan presente en Japón por mor de esas reminiscencias feudales que coleaban, y aún hoy) en realidad son los problemillas de una sociedad en un período histórico determinado, un signo distintivo de la sociedad japonesa de entonces.

Por tanto no achacaría al libro un “pero” que no engendra per se, sino que responde, y le corresponde, a la época que lo vio nacer.

Son los problemas de una sociedad de la que forma parte Kawabata, y esto fluye por su escritura, obviamente, no puede desasirse de la cultura que lo amamanta, de una forma de concebir la vida.

No es el libro pretérito el que ha de adecuarse al pensamiento actual del lector, es justo al revés. Eso es lo fascinante de leer, asumir como cercana, (aunque no se comparta), a veces incluso como propia, la conciencia de aquellos años, no conozco mejor manera de interiorizar la lectura.

Por supuesto que luego se podrá argumentar que los personajes no tienen un recorrido tal, que el ritmo narrativo se estanca, que el recurso metafórico no sé qué, qué la traducción es deficiente, etc, etc, lo que vea cada cual.


Me pareció muy significativo el peso simbólico del joven Jukoki, que encarna a la incipiente modernidad de la que tanto recelaban Kawabata y su colega y amigo Mishima, cuando el joven protagonista manifiesta sin reparo la intención de deshacerse (vendiéndolo), de una parte del rico patrimonio paterno, una maravillosa colección de piezas de té, cuyo origen dinástico se sitúa varios siglos atrás.

Y con el dominio narrativo de Kawabata, uno tiene la sensación de que Jukoki está vendiendo, al mejor postor, parte de la memoria colectiva japonesa, de su tradición y acervo cultural, convirtiendo ese precioso legado en una mercancía al por mayor.

Gracias Oriol por la reseña, en verdad ha sido muy interesante leerla, y reflexionar sobre tus impresiones. Saludos, y perdón por los "tachones".

Anónimo dijo...

Kawabata acabó por convertirse en un símbolo del Japón ancestral. Vivía en Kioto en una casita tradicional de papel y madera sin calefacción. Vestía de kimono. Celebraba la ceremonia del té. Era budista zen. Se mató. Su muerte fue como la última página de su obra llena de serenidad y nostalgia. Mishima, amigo de Kawabata, también era un nostálgico de la vieja edad de oro. Pero en su caso optó por el activismo. Era, pese a todo, un moderno. Montó una banda fascistoide, la sociedad del escudo, que tenía algo de club homosexual, para, según él, defender al emperador de las fuerzas rojas. También se mató en un delirante harakiri con otros de sus seguidores-amantes. Kawabata era un romántico manso y Mishima un romántico activista, un verdadero fascista. Ambos eran grandes escritores.

Oriol dijo...

Anónimo, suscribo todas tus palabras. La prosa de Yasunari Kawabata es tan deliberadamente preciosista que lo que se nos cuenta puede parecer a menudo artificial. No ayuda, en este sentido, que las tramas brillen por su ausencia. Parecen, en efecto, "cuadros estáticos y como cristalizados en una estampa de Hokusai". Se antojan incompletas (en esto me recuerda a mi admirado Raymond Carver). Tampoco la idealizada y nostálgica versión de Japón de Kawabata hace muy creíbles a sus historias, que digamos. Y, pese a todo, este autor debe ser leído y es un merecidísimo Premio Nobel. La casa de las bellas durmientes es un ejemplo de lo sublime que puede llegar a ser el trabajo de este escritor.

Paco, quizás no me he explicado correctamente. Como bien dices, que me parezca que el libro no ha envejecido muy bien en algún aspecto no implica que lo valore negativamente. Y ni siquiera le reprocho este envejecimiento, ojo. Estoy de acuerdo contigo en que la literatura es hija de su tiempo, y sería injusto juzgarla estrictamente según nuestros estándares actuales. Pero, de todos modos, creo pertinente destacar lo de los personajes femeninos. Las tres que hay en esta novela sólo actúan en función del protagonista y su difunto padre, no tienen autonomia (salvo, quizás, Fumiko), y por tanto, me cuesta verlas como personas de carne y hueso; parecen más bien "plot devices" con patas. Es por esto que remarcaba que la construcción de personajes femeninos es deficiente (además de misógina). Por cierto, me encantan tus últimos dos párrafos, considero que das en el clavo en uno de los múltiples matices de Senbazuru que en mi reseña no había mencionado. Ah, ponías el nombre del protagonista como Jukoki. En mi edición se llamaba Kikuji, ¿quizás tú has leído otra distinta?

Anónimo, sabía alguna de las cosas que cuentas, pero otras tantas las desconocía... Habrá que investigar, porque lo que cuentas de Mishima es hilarante.

Paco Castillo dijo...

Hola de nuevo , Oriol.

Ainss... es que con tanto borrón se me ha ido la pinza y he "tuneado" el nombre cosa linda, jaja, claro que es Kikuji, no ¡¡Jukoki!!, fíjate que tenemos la misma edición de Círculo y todo. Te has explicado muy bien, un saludo, Oriol.

Anónimo dijo...

Me pasa similar con las novelas o relatos norteamericanos cuando se siente mucho los valores religiosos. Desde mi forma de ver la literatura, las ideas personales no deben irrumpir en el texto. Tengo la versión mil grullas. Ya te diré. Saludes. El arpa birmana.

Gabriel Diz dijo...

Hola Oriol:

Creo que ya se ha hablado del tema pero me parece que decir de una obra que envejece mal es por lo menos discutible. Estamos leyendo una obra del año 52 con la mirada (y las ideas) del 2019. Tal vez lo que hoy parezca aceptable en 50 años más sea intolerable. Creo que esto es lo qué pasa por ejemplo con el tema de la mujer y su lugar en la sociedad. Creo también que es opinable la construcción deficiente de un personaje porque no tiene autonomía......en mi vida me he cruzado con mujeres y hombres que no la tienen y asumo qué tal vez a Kawabata le pasó lo mismo. No comparto la idea de revisar obras de otro tiempo con un criterio que no sea comprensivo y tenga en cuenta su tiempo y circunstancias.

Saludos

eduideas dijo...

Hola
Entiendo lo que dicen de leer la obra en el contexto pero cuando se habla de que algo envejece mal se refiere a que no nos habla igual que un clásico no envejecido porque marca demasiado la distancia temporal. Y no solo por ideología. Kawabata es un autor "raro", sugiere, no siempre narra y o te gusta o no, muy oriental como se ha ido diciendo.

Unknown dijo...

Gracias Oriol por la reseña mayor Thompson

Oriol dijo...

Insisto en que no le reprocho a una obra el hecho de haber envejecido. Sin embargo, estoy de acuerdo con eduideas en que algunas se conservan mejor, y otras no tanto. En el caso de las segundas, esta marcada "distancia temporal" se puede constatar, y no por ello las estás criticando.

Gabriel, también yo valoro a ciertos personajes sin autonomía. Y en una novela como esta, fatalista a más no poder, esta caracterización tiene sentido. No obstante, los personajes femeninos de Senbazuru no me acaban de convencer. Se sienten como eso, personajes, y no como personas de carne y hueso; por añadidura, han sido demasiado esteriotipados en función de los prejuicios de la época.

Anónimo dijo...

También tengo esa edición del círculo de lectores.
Lo leí con 17 años aproximadamente( hace ya más de 40 ) pero recuerdo que me impresionó la meticulosa descripción de la delicada marca del rojo de los labios que las mujeres habían dejado, generación tras generación en la porcelana de la taza de té. Si después de tantos años recuerdo esa descripción es que debió ser fotográfica en mi mente.
Ahora tengo curiosidad por volverlo a leer, desde la perspectiva de mi ahora.
Gracias por las fantásticas reseñas.

Oriol dijo...

Si al final te animas a releerlo, ya nos contarás qué tal, Anónimo.