viernes, 6 de septiembre de 2019

Tom McCarthy: C

Idioma original: inglés
Título original: C
Año de publicación: 2010
Traducción: José Luis Amores
Valoración: bastante recomendable

Acostumbrado a que las novelas de Tom McCarthy abordaran siempre temáticas muy contemporáneas, incluso con un cierto aire futurista (los desarrollos hi-tech de la espléndida Satin Island), he de reconocer sentirme algo extraño en las primeras páginas de C, novela traducida recientemente para Pálido Fuego. Entre carruajes, partos en casa y métodos educativos decimonónicos, por un momento me veía situado en alguna de las partes de la Trilogía de Deptford, incluso en esas asequibles novelas de Jean Echenoz que parecen semblanzas de grandes personajes con cierto aire anacrónico, o los tanteos de Lemaitre con el periodo entreguerras. Pero no: McCarthy demuestra aquí porque, seguramente, sea de todos los escritores de la actualidad (justo cumple los 50) el que muestra una trayectoria más sólida y coherente, uno de esos cuyas obras generan eso tan tópico de expectativas crecientes. 
C es, se entiende, la inicial de Serge Carrefax, y esta es la historia de su vida, desde que, con dos años y medio, nos es presentado en una sorprendente escena que alterna a su madre, largo parto de un hermano, y a su padre, que mientras tanto experimenta en otra estancia de su propiedad, obsesionado con los materiales necesarios para sus descabellados hallazgos. Ya esta cuestión McCarthy la plantea, detalles que se van manifestando, no como una situación clásica de genio chalado o de científico excéntrico. Notamos algo ahí: una corriente subterránea de algo atípico, no sabemos si incómodo o perverso, que representa un presagio de que estamos en otra onda que la de un folletín convencional. Poco convencional es, desde luego, como McCarthy estructura la historia. Cuatro grandes capítulos con enormes boquetes narrativos completamente premeditados, elipsis que persisten con ligeras recurrencias y que puede que a ciertos lectores de perfil clásico ofusquen algo: esta no es una narración con planteamiento-nudo y desenlace. Y aunque pueda encuadrarse dentro de lo que viene a llamarse novela de formación, aunque los episodios definan perfectamente al personaje, es el lector quien tiene que completar esas lagunas, y la novela queda muy abierta a especulaciones, aspecto a tener en cuenta. Del Serge apenas un crío descrito en una primera parte brillante, de aire casi costumbrista, saltamos al tardoadolescente que será convocado, gracias a su pericia con la tecnología, a integrar la fuerza aérea británica en la Primera Gran Guerra. Una parte quizás demasiado detallada en las cuestiones puramente bélicas, pero que continua mostrándonos a un protagonista ajado, impasible, calculador. Un salto de una década y media que deja un primer misterio: la muerte de su hermana Sophie con diecisiete años. El siguiente salto, quizás más breve en el tiempo pero más profundo (la guerra como profunda cicatriz en una generación y una sociedad) nos lleva a Carrefax ya joven y ejerciendo como tal. Sexo y drogas coexisten en ella, en un Londres de los años 20 donde es fácil hacerse con cocaína o heroína y donde su uso representa casi un plus lúdico.
La cuarta parte del libro, la de la teórica resolución (si así puede considerarse) nos sitúa a Carrefax en el Egipto de la independencia y la descolonización, como empleado de una compañía que está interviniendo en los yacimientos de las tumbas en la ribera del Nilo.
C es una novela tanto más interesante cuando se considera que, a partir de ella, una narración con elementos clásicos, McCarthy ha ido sintetizando sus personajes, siempre hombres jóvenes que parecen desplegar una burbuja en torno a sí que condiciona su visión del mundo. Carrefax es, hasta el final, un absoluto misterio desde sus curiosos hábitos sexuales hasta su actitud poco implicada a ceder ante las emociones en su existencia. Sin ser una narración de difícil lectura, si que requiere ese plus por parte del lector, como una especie de tolerancia ante el hecho de no encontrarse con una historia al uso, más bien como un pretexto para encapsular cierta voluntad de experimentar sobre mimbres más o menos reconocibles.

2 comentarios:

Arkylian dijo...

McCarthy es un escritor arriesgado y transgresor, pero no por excesivamente opaco, como es habitual, sino por excesivamente transparente. Uno lo lee bizqueando (y perdón por la cursilería). Yo, contigo, recomiendo la EXTRAORDINARIA "Residuos".

Anónimo dijo...

He leído Satin Island y Hombres en el espacio de Tom. Ambas bastante interesantes, aunque si me decantase por una, sería hombres en el espacio. Espero pronto leer ésta que suena muy interesante.