Idioma original: inglés
Título original: How music works
Año de publicación: 2014
Traducción: Marc Viaplana
Valoración: imprescindible para interesados, muy recomendable para profanos
Pues sí: entre libros sobre música suelo sentirme como en casa. Y a David Byrne, aunque no acabe de explicarme su deriva desde los sonidos underground hacia los estilos latinos, se le debe un respeto y una veneración por encima de toda duda, por encima de los más que tolerables altibajos creativos de músicos con cuatro décadas de carrera a las espaldas.
Pero es que encima Byrne ha decidido darlo todo en este libro. Cuyo título, escueto, parco, pero a la vez aguerrido y algo soberbio, es absolutamente justificado. Como si fuera un manual de software escrito por los propios desarrolladores, Byrne se atreve con un título así, consciente de que es de los pocos que puede permitirse ese lujo. Porque aquí está casi todo: desde la mención a aves cantoras hasta los comentarios sobre la acústica de los locales hasta la extensa explicación de la influencia de las tecnologías de grabación en la preponderancia de ciertos sonidos. A Byrne le da igual revelar secretos o trucos o, ya puestos, hallazgos sobre cómo la voluntad del oyente completa ciertas carencias en la fuente original. Aderezado con sus propias experiencias, las buenas y las no tanto.
Profundizando donde cree que debe hacerlo (curioso: sus enormes conocimientos técnicos dinamitan cualquier prejuicio sobre el artista ensimismado y alucinado) pero siendo muy estricto. Resultando siempre interesante, pero en muchísimos momentos sublimemente fascinante. Hasta para hablar de dinero. Con un estudio pormenorizado (con gráficos de tarta cual ejecutivo con la Powerpoint) del reparto de ingresos y gastos que supone la producción de un disco: con un criterio objetivo, alejado del frío tecnicismo empresarial, aclarando cuál es la parte del pastel que la industria acapara, y por qué el auge de las descargas les tiene tan preocupados. Y de paso, recordándonos que los músicos son seres humanos que comen y tienen familias que alimentar. Que sufren crisis creativas, que tienen malos días. Manía que tiene la gente de comer cada día, leches. Que es muy romántico el perfil del creador atormentado, pero que hay que ser profesional. Byrne no es tan autobiográfico, no apela tanto al lado emocional como lo era otro músico afín, Ryuichi Sakamoto, en otro excelente libro. No es tan confidencial. Pero se trata solamente de otro registro, de otra opción tan sincera y válida, quizás más propia por su background cultural o por el entorno en que surgió.
Profundizando donde cree que debe hacerlo (curioso: sus enormes conocimientos técnicos dinamitan cualquier prejuicio sobre el artista ensimismado y alucinado) pero siendo muy estricto. Resultando siempre interesante, pero en muchísimos momentos sublimemente fascinante. Hasta para hablar de dinero. Con un estudio pormenorizado (con gráficos de tarta cual ejecutivo con la Powerpoint) del reparto de ingresos y gastos que supone la producción de un disco: con un criterio objetivo, alejado del frío tecnicismo empresarial, aclarando cuál es la parte del pastel que la industria acapara, y por qué el auge de las descargas les tiene tan preocupados. Y de paso, recordándonos que los músicos son seres humanos que comen y tienen familias que alimentar. Que sufren crisis creativas, que tienen malos días. Manía que tiene la gente de comer cada día, leches. Que es muy romántico el perfil del creador atormentado, pero que hay que ser profesional. Byrne no es tan autobiográfico, no apela tanto al lado emocional como lo era otro músico afín, Ryuichi Sakamoto, en otro excelente libro. No es tan confidencial. Pero se trata solamente de otro registro, de otra opción tan sincera y válida, quizás más propia por su background cultural o por el entorno en que surgió.
No solamente habrá que agradecerle a David Byrne la magnífica música contenida, sobre todo, en los discos de los Talking Heads. El trepidante ritmo de Life during wartime o el faux gospell de Road to nowhere. Desde ahora, habrá que añadir este extenso y estupendo ensayo, una especie de meticulosa e inspirada masterclass que, desde este momento, me hace contemplar de otra manera cualquier proceso creativo. Glorioso, glorioso de verdad y, desde ya mismo, el mejor libro de la experiencia musical que he leído hasta hoy. Muy alto has dejado el listón, David. El cabreo que llevé cuando devolví el libro a la biblioteca donde lo tomé prestado solo lo sé yo.
(Y digo esto, ya, con apenas 200 páginas leídas hasta el momento. Sí, tanto me la juego. Y si cuando haya acabado con las 180 que me quedan mi opinión no ha cambiado un ápice, este párrafo continuará aqui).
No hay comentarios:
Publicar un comentario